Diciembre 26, 2024

Identidad y memoria popular: a 5 años de lucha y resistencia en Honduras

Tegucigalpa. De muy poco servirán los látigos de siete cabeza para contener la robustez e ímpetu social de las y los hondureños, pues se ha iniciado el despertar para en definitiva romper las cadenas. Hoy, a cinco años del deplorable Golpe de Estado en Honduras, el pueblo continúa luchando y resistiendo para inexorablemente lograr la emancipación revolucionaria.

 

Fue en una fecha como hoy, que se consagró la bienvenida a estas personas, a las y los sujetos que luchan, a las y los que vienen a quedarse y combatir, y especialmente a aquellos  y aquellas que vienen a hacer oír con fuerza en las marchas la voz libertaria.

 

Converge así, en este momento histórico, recorriendo al unísono por el largo y ancho de las calles, la masa mayoritaria que repudió y lo continúa haciendo aquel acto de secuestro y expatriación del Presidente constitucional José Manuel Zelaya,  protagonizado a su vez,  por la cúpula política y militar nativa en acato a la injerencia internacional estadounidense para romper la vida democrática del país.

 

Es esta la lucha –que inició hace cinco años-  por la convicción solidaria, por la refundación del Estado, por la reivindicación de los derechos de las mayorías siempre excluidas quienes bajo la herencia de los procesos históricos de lucha y resistencia de las pretéritas generaciones, hoy los nuevos estadios son aportados con la actitud combativa y siempre crítica del pueblo.

 

La dignidad no se negocia, sino que se conquista. No obstante, es de aquiescencia del pueblo que este camino no pasa solamente por pedir o asumir una actitud pasiva, sino más bien, combativa y beligerante amén de la coherencia política y social, de la unión de las masas, de la inclusión de todos los sectores y la participación de la mayoría de la población.

 

Es por tanto, el deber revolucionario de nosotras y nosotros los que mediante la acción acabemos conquistando estos escenarios. Sin embargo, para hacerlo no es posible seguir apostando de manera reiterada y sistemática a los medios del poder establecido tradicionales que no guardan ninguna relación con los fines emancipatorios y revolucionarios. Sólo será posible emprender el camino de la dignidad cuando el poder resida en las mayorías; en el pueblo, en los barrios, en las aldeas, en los caseríos, en los cerros y en las montañas y no en un hemiciclo o en una presidencial casa.

Sean capaces siempre de sentir, en lo más hondo,

cualquier injusticia realizada contra cualquiera,

 en cualquier parte del mundo.

Es la cualidad más linda del revolucionario”.

  Ernesto Guevara

Hoy, que se cumple un quinquenio del Golpe de Estado, las heridas permaneces abiertas, su tendencia vaga a la profundización, mientras la oligarquía continúa subestimando el poder transgresor y popular del magma del soberano.

 

Es perpetuación de la explotación económica, la alienación cultural, la inequidad social que se configuran como políticas de Estado y que implementa el actual régimen de Juan Hernández que yace en curos desde 2010, caminan a ritmos acelerados. Esto, de manera fehaciente, demuestra que la crisis en la que tienen sumergida al país no es unicausal –como la quieren hacer ver- y más bien multifactorial.

 

Las consecuencias directas de ese quebranto a la democracia hondureña son evidentes a cualquier flanco. En palabras de Eduardo Galeano, “no sólo a la luz de los fogonazos de las balas se revela una tragedia social”, para reflexionar en la actual Honduras.

 

El oprobio estimulado desde el oficialismo no ha dejado más que un fuerte incremento en los precios de los alimentos de primera necesidad aumentando los impuestos de un 12% al 15% en un país donde el 66.5 % de hogares viven bajo la línea de la pobreza. Comer es una necesidad básica del ser humano, pero la realidad en Honduras es que millones de personas se despiertan cada día con la angustia y la impotencia de no saber si podrán alimentarse, pues son prisioneros de un verdugo silencioso: el empobrecimiento.

 

Los cifras son inimaginable para cualquier ser humano, empero, la naturalización institucional del hecho en el país es devastadora. De una población de un poco más de 8 millones, se estima que casi seis millones (5, 889,545) de personas son pobres. Más impactante es aún saber que, de esos casi seis millones, un total de 4.2 millones (4, 213,746) están en situación de extrema pobreza y 1.6 millones viven en pobreza relativa, según los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE).

 

A esto se adjunta el constante aumento de los precios a los combustibles; en lo que va del año son ya 23 alzas y la tendencia alcista continúa y con ello el aumento en los valores del transporte, el agua potable, los alimentos, la energía eléctrica entre otros. El sistema de salud ha profundizado su precarización, los centros hospitalarios públicos permanecen desabastecidos continuamente y los funcionarios se dedican constantemente a robarse los dineros del pueblo.

 

Cada vez se privatiza más la inversión y las instituciones públicas. El poder se concentra en las transnacionalidad que es un proyecto en total vigencia y que se resguarda bajo los fusiles de la remilitarización de la sociedad. Pretenden con esto – la clase dominante- instaurar otra noción de Estado, la idea del territorio saqueado y sin Estado, pero primero hay que probarlo argumentan, y así han convertido a Honduras en el “conejillo de indias” del imperialismo neocolonizador.

 

Con una tasa del 54% de población subempleada, las condiciones indignas laborales tras el golpe de estado se acrecentaron, los pocos que gozan de trabajo formal lo hacen con retribuciones inequitativas pues a la mayoría de ellos no alcanzan ni el salario mínimo mientras funcionarios pagados por el Estado se adjudican más de 10 mil dólares, lo que representa 200 mil Lempiras en moneda local. De la mano llega el detrimento de la protección laboral y la precarización del trabajo que mediante la tercerización se ha vuelto una norma en el sistema de trabajo que propone Hernández.

 

La apuesta de la dictadura institucional es servirse de empréstitos directos foráneos que apuntan a la indiscriminada explotación de los recursos naturales, como ser  los proyectos mineros a cielo abierto, la construcción de represas hidroeléctricas -administradas por grupúsculos de la oligarquía nacional y transnacional- que causan daños directos de contaminación al medio ambiente y  a las comunidades del territorio.

 

Y algo no menos importante, los altos niveles de inseguridad e impunidad que vive el país.  A la fecha y después del Golpe de Estado, en Honduras  se han asesinado a más de 27 mil personas violentamente. La represión, los femicidios, los actos de odios contra la comunidad Lesbi, Gay, Trans, Bisexual e Intersexuales (LGTBI), los asesinatos contra la disidencia política, la migración obligatoria de los niños hacia Estados Unidos, el asesinatos de las y los jóvenes han hecho que el país sea el más violento del mundo.

 

Según el informe global de Homicidios 2013 de la Organización de Naciones Unidas, Honduras posee una tasa de homicidios de 90.4 por cada 100,000 habitantes. Esto cuantifica que para el año pasado el total de muertos y asesinados fue de 7,172. (En el  país, uno de cada 280 varones de entre 30 y 44 años y uno de cada 360 entre 15 y 29 años son víctimas de homicidio cada año).

 

Esta senda de violencia sistemática que inició hace 5 años en un día como hoy, ha dejado inobjetablemente diáfano que el capitalismo – hoy en su propuesta neoliberal- no admite más capas de maquillaje ni reformas y su desaparición constituye el único escenario razonable. Esa es la lucha que se propone desde el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) en Honduras y que logró su expresión política partidaria socialista democrática con el Partido Libertad y Refundación (Libre) y que es acompañado por otros sectores no organizados.   

 

Ya lo mencionaba Vladimir Ilich Ulianov que el partido revolucionario debe asumir el papel de propagandista, agitador y organizador de la lucha proletaria, así como el de educador, exponiendo a todas las y los trabajadores y demás capas populares los objetivos generales del programa socialista.

 

Es por tanto, la necesidad de luchar por una revolución social y popular que sea capaz de transformar y refundar los cimientos la sociedad que se basen en la igualdad, inclusión, participación y solidaridad como la única forma de reconquistar nuestra dignidad.

 

En tanto, esta resistencia que hoy convoca, que nació y se reconoce en las calles, ha provocado la partitura –de manera indefectible- en la historia de Honduras y ha sido un estímulo de forma inexorable a la emancipación de nuestro pueblo.

 

Recordamos a nuestros mártires y luchamos por ellos, por nuestra generación que sobrevive y las venideras. Por la justicia, la dignidad y la memoria, hoy a un quinquenio de lucha y resistencia, el pueblo rebelde, vencerá

Por: Ricardo Ellner

ricardo.ellner@yahoo.com

 

 

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