El partido Renovación Nacional está en una situación similar al de “Doña Flor y sus dos maridos”, en que ambos esposos son unos beatos insoportables – como decía mi madre, “no hay beato bueno” -: el primero, la UDI, es santurrón fascista, fariseo y totalitario, un verdadero esperpento que no tiene comparación con ningún partido, por reaccionario que sea, en todo el mundo, pues hasta el Frente Nacional francés, de Marine le Pen, se declara laico; por el contrario, la UDI sigue siendo un bicho de sacristía – hasta huele a incienso -.
El segundo marido es la Democracia Cristiana, también beatos, pero más modernos y aperturistas, pero igualmente hipócritas que los de la UDI. Este segundo marido está en plena decadencia, lleno de achaques y cototos por donde se le mire; en su vida ha coqueteado con la izquierda y con la derecha, sin ningún rubor: ora prometió la “revolución en libertad”, ora, participó en el derrocamiento de Salvador Allende, ora, se alió a los traidores socialistas – es como los beatos sevillanos, que pecan todos los días, pero en la Semana Santa se disfrazan de “nazarenos” y llevan el palio de la Virgen -.
El primer marido, la UDI, no ha hecho más que maltratar a su pobre señora, RN, todas las noches – e incluso en el día -; Renovación no ha ganado nada con el matrimonio con estos matones y autoritarios: si bien llegó al gobierno con el millonario Sebastián Piñera, al fin, la UDI fue la dueña del gobierno y, además, se repartió el botín del Estado, y Carlitos Larraín se quedó con un palmo de narices.
Como todas las damas que se casan con un vividor, Renovación Nacional intentó un amorío, casi prohibido, con su segundo marido, la Democracia Cristiana, partido con el cual llegó a una serie de acuerdos que fueron vetados por el propio Piñera a instancias de primer marido – la muy ramera no pudo nunca consumar el acto y sólo quedó en un coito interruptus.
Al segundo marido, la DC, no le conviene mucho casarse con RN, pues no está dispuesta a dejar el buen negocio de repartirse el botín del Estado – así sea con los “rotos” de los socialistas y los totalitarios de los “rogelios” – pues mientras más arrugas en las arrugas tenga, más pierde el pudor político.
Renovación Nacional ha sobrevivido gracias al dinero de Carlos Larraín, que financió a sus dirigentes y candidatos al parlamento; ahora, que se apresta a partir con camas y petacas – al sur de Chile o Francia – ignoramos quién será en nuevo “mecenas” del Partido – estoy seguro, no será Sebastián Piñera, pues es patológicamente avaro -.
Cristián Monckeberg , el nuevo presidente de ese partido, asegura que con el nuevo sistema electoral se abrirá el escenario político, de tal manera que Renovación Nacional puede abandonar a su marido opresor y dominante, la UDI, para aliarse con la Democracia Cristina, en una especie a “amor en tiempos del cólera”.
A este Partido le quedan, cada vez, menos militantes, producto de sucesivas divisiones, por consiguiente, tiene que conformarse con el siútico de Zapallar, Alberto Espina y el muy latero, Andrés Allamand, pues con el senador Manuel José Osandón – que es una bala loca -, poco se puede contar.
No sé cómo terminará la historia de Renovación Nacional y sus dos maridos, pero sí está claro que está condenada a ser continuamente abusada, y que de nada le valen sus ancestros aristocráticos liberales y conservadores.
Rafael Luis Gumucio Rivas
04/06/2014