Diciembre 26, 2024

Piketty y la revolución del debate económico

Thomas Piketty es considerado el nuevo gurú de la economía mundial. Su libro ‘El capital en el siglo XXI’, publicado en francés el año anterior y traducido al inglés en marzo pasado, es la sensación entre los economistas y la Élite intelectual de Europa y Estados Unidos. Lo han comentado premios nobel como Paul Krugman y Joseph Stiglitz y todos los diarios económicos han hecho análisis sobre sus tesis.

El libro ya es best-seller de Amazon en Estados Unidos y su autor fue recibido tanto en la Casa Blanca como en el Fondo Monetario Internacional (FMI) para exponer sus ideas. Según Piketty, su libro se basa en 15 años de investigación (1998-2012) dedicados esencialmente a comprender la dinámica histórica de la riqueza y los ingresos. 

En su análisis hace un duro ataque al capitalismo, pero lo novedoso, según una reseña de Paul Krugman en The New York Review, es que “presenta un nuevo modelo que integra el concepto de crecimiento económico con el de distribución de ingresos salariales y riqueza. Cambiará el modo en que pensamos sobre la sociedad y la economía”.

Para muchos, el interés que ha despertado este libro radica en la dura crítica al capitalismo, un asunto apetitoso sobre todo desde la crisis de Wall Street de 2008, que ha llevado a que las diferencias económicas se hayan ahondado.

Pero más allá de eso, Piketty está aportando al debate económico un profundo análisis sobre la evolución de más de 20 países durante tres siglos. Tras millones de datos y estadísticas, llega a la conclusión de que el crecimiento de la desigualdad es inherente al capitalismo. 

Explica esta teoría en un concepto según el cual la tasa privada de retorno del capital puede ser significativamente mayor durante largos periodos de tiempo que la tasa de crecimiento económico. Que las economías crezcan más lentamente tendrá como consecuencia que los poseedores de grandes fortunas sean cada vez más ricos, pues sus capitales tendrán mayores rendimientos. La desigualdad implica que la riqueza acumulada en el pasado crezca más rápidamente que los salarios.

Esto termina en la frase conocida de que los ricos se han hecho más ricos. De acuerdo con Piketty hay fuerzas que concentran la riqueza. “Si uno analiza el periodo desde 1700 hasta 2012 se ve que la producción anual creció a un promedio de un 1,6 por ciento. En cambio el rendimiento del capital ha sido del 4 al 5 por ciento”, indicó Piketty en una entrevista con The New York Times. 

Si las rentas del capital se agrupan más fácilmente que las del trabajo, con el paso del tiempo los hijos de los ricos serán más ricos que sus padres, mientras que la renta del resto de la sociedad crecerá mucho más lentamente.

Según las predicciones de Piketty, si no se hace nada, el desequilibrio seguirá aumentando y esto podría tener consecuencias políticas muy graves en los países.

El autor agrega en el libro, que tiene cuatro partes y cerca de 700 páginas, que el problema es enorme y no hay una solución simple. Es posible crecer invirtiendo en educación, en el conocimiento y en tecnología no contaminante, pero nada de esto elevará la tasa de crecimiento a 4 o 5 por ciento anual. La historia demuestra que solo los países que se están poniendo al día con las economías más avanzadas pueden crecer a esas tasas. Pero para el planeta en su conjunto no hay muchas razones para pensar que la tasa de crecimiento superará el 1 o 1,5 por ciento en el largo plazo, independientemente de las políticas que se adopten. Mientras tanto, todo indicaría que el rendimiento del capital en el siglo XXI será del 4,5 por ciento.

¿Cuál es la solución? Piketty, quien se opone a cualquier postulado marxista, sugiere que el control no puede venir del propio mercado. Para disminuir la desigualdad, recomienda subir impuestos a los grandes patrimonios. Su propuesta es uno de los puntos de mayor controversia de su libro. Algunos la consideran la parte más floja de su argumentación, y otros afirman que es tremendamente difícil de concretar.

Piketty habla de un impuesto del 0,1 o 0,5 por ciento a las fortunas de menos de un millón de euros. De 1 por ciento para los patrimonios entre 1 y 5 millones de euros. De 2 por ciento para los casos entre 5 y 10 millones de euros y entre el 5 y 10 por ciento para los que tiene cientos de millones de euros más. Para repartir mejor el crecimiento, también sugiere un impuesto del 80 por ciento para los ingresos mayores a 500.000 dólares anuales y del 50 por ciento para los que superen los 200.000 dólares.

Afirma que esto contendría el crecimiento ilimitado de la desigualdad global. Reconoce que la dificultad de un impuesto progresivo sobre el capital está en que se requiere de una gran cooperación internacional y una decisión política global. 

Ahora bien, a Piketty le han llovido muchas críticas. Algunos lo cuestionan por mezclar economía y política. El semanario británico The Economist lo llamó el Marx moderno. La revista comentó que “muchos piensan que Piketty se equivoca al creer que el futuro será como el pasado, el siglo XXI como el XVIII y XIX. Otros agregan que, en realidad, es cada vez más difícil obtener una buena rentabilidad del capital invertido. Y además la mayoría de los súper-ricos de hoy ha conseguido su riqueza gracias a su esfuerzo y no por herencia”.

Hay otros escépticos que creen que las recomendaciones de Piketty más que impulsar la economía, podrían hacer un gran daño. Pero aún estos críticos valoran el aporte que ha hecho el autor francés.

En otros puntos del libro, Piketty ve la economía como una subdisciplina de las ciencias sociales, al lado de la historia, la psicología, la antropología y la política. No está de acuerdo con la expresión ciencias económicas, frase que le suena arrogante y prefiere decir política económica. Afirma que el debate intelectual y político sobre la distribución de la riqueza siempre se ha hecho sobre la base de una gran cantidad de prejuicios y una escasez de hechos. 

Piketty ha tomado al mundo por sorpresa. Ante las críticas de quienes lo ven como el Marx moderno, señala que no ha leído la obra completa del filósofo alemán. El solo quiere enviar un mensaje de que si no se hace nada, la desigualdad supondrá un peligro muy grave para las democracias.

Lo cierto es que, a sus 43 años, ya muchos están comparando con Adam Smith o Keynes a Piketty, director de estudios en la Ehess (Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, en Francia) y profesor en la Escuela de Economía de París. Puede ser exagerado, pero su obra sí podría estar marcando un antes y un después en el debate sobre la desigualdad en los países desarrollados.

 

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