Cuando uno hace periodismo—por más que algunos quieran negarlo—no deja de lado sus propias convicciones políticas o ideológicas de cualquier signo. Lo que sí se espera es que uno no caiga en una suerte de partidismo grotesco o peor aun, que bajo el disfraz de una supuesta neutralidad y afán informativo, se intente manipular a la audiencia, pero es exactamente lo que hizo el anchorman del noticiero de TV Chile, Amaro Gómez-Pablos en su entrevista al canciller venezolano Elías Jaua este miércoles.
Para el crédito del diplomático venezolano, hay que admitir que mantuvo su buena voluntad y cortesía en circunstancias que desde un comienzo—al menos como se ve por el segmento que se transmitió ya que la estación televisiva advirtió que no era la entrevista entera—el entrevistador asumió más el rol de un inquisidor que de periodista investigativo. Bueno, sobre esto debo admitir que en efecto hay toda una escuela dentro del periodismo que no sólo admite, sino que estimula esa manera agresiva de abordar al personaje entrevistado. Este es un estilo que se ha hecho principalmente preponderante en medios que se difunden en el Internet, pero sólo ocasionalmente se lo utiliza en los medios más convencionales. Pero eso no es el problema mayor, lo puede ser para algunos entrevistados, pero no fue el caso del canciller venezolano que sorteó muy bien los obstáculos.
Uno hasta puede decir que no hay problema en que se utilice ese estilo agresivo e incluso que el entrevistador—como ocurrió con Gómez-Pablos en este caso—llegue hasta a delatar en su expresión facial y lenguaje corporal su desagrado por el entrevistado. Como digo al comienzo de esta nota, la objetividad periodística no existe pero eso sí, uno espera, especialmente de un medio público como TV Chile (la red internacional de Televisión Nacional, “la televisión de todos los chilenos” como se presenta a su audiencia) que no se intente manipular groseramente a la audiencia como se hizo en esa oportunidad. Señalo esto porque en general cuando se entrevista a alguien, especialmente si es de importancia en el contexto informativo del momento, se trata de que tanto las preguntas como las respuestas sean por si mismas el mensaje, sin otros elementos distractores o distorsionantes. Lo normal es que en esos casos (por lo menos así operan la BBC o aquí en Canadá la CBC) lo que el telespectador ve en la pantalla es al entrevistado y al entrevistador. No fue el caso en esta ocasión, mientras Jaua daba respuesta a las interrogantes de Gómez-Pablos en el trasfondo se mostraban imágenes que pretendían ilustrar los temas pero que más bien interferían e incluso deformaban el mensaje, imágenes donde se mostraba a policías golpeando a manifestantes, pero se evitaba mostrar que las manifestaciones estaban lejos de ser pacíficas, incluso la gente de TV Chile que montó las imágenes cometió un error y confundió a una chica efectivamente muerta durante las manifestaciones a quien presentó como ex Miss Venezuela, confundiéndola con una ex reina de belleza que efectivamente murió pero en un asalto perpetrado por criminales; la estudiante aludida en la imagen en verdad había sido reina de turismo en un estado venezolano. De cualquier modo, las imágenes estaban fuera de lugar y fueron parte de un deliberado montaje destinado a que la gente que escuchaba las respuestas por lo demás muy precisas de Jaua, las confrontara con las imágenes que se mostraban en el trasfondo y de modo subliminal se implantara al final la idea que en Venezuela había caos y represión, lo contrario de lo que el canciller venezolano decía en ese momento.
Las preguntas mismas de Gómez-Pablos uno las podría someter también a un examen más cuidadoso y concluir que hasta llegaban a ser ridículas en cuanto a las premisas tácitas de las cuales partían: se pregunta al canciller venezolano sobre dos problemas que sufre su país, la criminalidad y los problemas económicos, pero de nuevo el tono que asume el entrevistador es el de una supuesta superioridad, como si Chile no los tuviera.
Como nota paradojal, los realizadores del noticiero pusieron inmediatamente después de la entrevista un reportaje en el cual señalaban la captura de un peligroso pistolero y asaltante que en el atraco a una caja de compensación había asesinado a un joven subteniente de carabineros. ¿Acaso alguien no ha notado que la criminalidad es también un serio problema en Chile? En los hechos es un problema—con diferentes grados—en la mayor parte de América Latina, lamentablemente, y en el caso venezolano un problema que viene de mucho antes que el gobierno chavista se instalara. ¿Problemas económicos en Venezuela? Por cierto y el canciller también lo admitió igual que el tema de la criminalidad. Pero una vez más, había en el tono de las preguntas de Gómez-Pablos ese sesgo de superioridad que no tenía mucho asidero en la propia realidad chilena ¿o acaso el enorme problema de la desigualdad—señalado como el “principal enemigo de Chile” por la propia presidenta Michelle Bachelet en su discurso inaugural—no es también un problema económico?
Gómez-Pablos cerró la entrevista con su pregunta más grotesca, mientras de nuevo esbozaba una sonrisa de superioridad: “¿Querría para Venezuela una democracia como la chilena?” Jaua respondió muy diplomáticamente “Yo quiero una democracia como la venezolana” y recalco lo diplomático de su respuesta porque si hubiera querido caer en el juego de dimes y diretes—que ciertamente como visitante no lo iba a hacer—pudo haber respondido lo que como chileno yo podría responder desde aquí: ¿Y para qué querría Venezuela, con una constitución nacida de la participación de la propia ciudadanía, cambiar su democracia por una “democracia” que se sustenta en una constitución heredada de un régimen de facto, ilegítima por donde se la mire, y aceptada—lamentablemente—porque no hubo ni suficiente fuerza ni suficiente voluntad por parte de los que negociaron la transición para oponerse a su imposición?
Por ahí creo que todavía circula ese viejo refrán que dice eso de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Al anchorman del noticiero de TV Chile le convendría repasarlo.