El viernes 14 de febrero, durante el lanzamiento del Plan de Paz en Venezuela –para frenar la ola de inseguridad que azota al país–, el presidente Nicolás Maduro sorprendió a los asistentes al asegurar que esta iniciativa contaba con el respaldo del empresario venezolano Gustavo Cisneros, el hombre más rico de ese país y, según Forbes, dueño de una fortuna estimada en US$4.400 millones.
Al término del evento, el mensaje de Maduro tuvo varias interpretaciones. Mientras los seguidores del gobierno chavista creen que se trata de un guiño de la clase empresarial a la política socialista que viene aplicando Maduro, los más escépticos se preguntan si no será que la situación económica de Venezuela es tan caótica que el mandatario ha tenido que recurrir a todo tipo de pactos, inclusive con los representantes del capitalismo más rancio del país.
Otros, sin embargo, ven el tema como un asunto de conveniencia: para Cisneros es mejor acomodarse a la nueva forma de hacer negocios en su país y, para Maduro, es una buena ‘propaganda’ de su cercanía con uno de los empresarios más poderosos.
El mensaje en la coyuntura actual de la economía podría ser determinante. Primero, porque Venezuela enfrenta un problema de desabastecimiento endémico que según el propio Banco Central ya alcanzó la cifra histórica de 28% –de cada 100 productos de consumo, 28 no se consiguen en los anaqueles– y que tiene a la población en alerta. A esto se suma un crecimiento desbordado de la inflación, que en 2013 alcanzó 56,3% y que solo en enero acaba de marcar 3,3%, cifra superior a la inflación registrada por Colombia en los12 meses de 2013 –de 1,94%–.
Acomodados
Lo cierto es que es un secreto a voces que en Venezuela Cisneros es de los pocos empresarios que goza de cierta inmunidad para sus negocios y no han tenido que enfrentar la dureza de la mayoría de normas que viene aprobando el gobierno en contra del empresariado y que tiene prácticamente ahogado al sector productivo.
Nadie tiene una prueba contundente, pero todos los rumores apuntan a que, durante el gobierno de Chávez, Cisneros habría sellado algún tipo de ‘pacto de no agresión’ que le ha permitido desarrollar sus negocios en medio de la hostilidad típica del chavismo en contra del capital privado. “No es para criticar esta actitud porque, finalmente, negocios son negocios y el pragmatismo es quizá una de sus reglas de oro”, asegura un consultor.
De hecho, en el caso de los empresarios de medios, el gobierno tiene la sartén por el mango, pues es el encargado de renovar las licencias sobre el espectro electromagnético, tema que resulta crítico para quienes se mueven en radio y televisión, como Cisneros. Esta facultad la utilizó Chávez en 2012, cuando decidió no renovar la licencia a Radio Caracas Televisión (RCTV), que tuvo que cerrar sus puertas.
Este pragmatismo ha llevado a que mientras Maduro fustiga a la ‘burguesía parasitaria’ –que en su opinión estaría librando en su contra una guerra económica–, los negocios de Cisneros siguen siendo contantes y sonantes.
Gustavo Cisneros es el dueño del mayor canal de televisión privada, Venevisión –concesión que maneja desde 1961–, cuya parrilla se nutre de producciones con un marcado énfasis en el entretenimiento. Solo 5% de la parrilla corresponde a noticias, y estas normalmente conservan un tono neutro frente a la polarización que reina en el país.
Hay quienes aseguran que la tendencia en materia noticiosa casi siempre privilegia la versión del establecimiento, y por esta razón no han estado expuestos –como otros de sus colegas en televisión y prensa escrita–, a la aplicación del denominado ‘torniquete’, para evitar que se emitan o publiquen contenidos que puedan ir en contra de los intereses del gobierno.
Desde 1980 el Grupo Cisneros maneja los derechos del concurso ‘Miss Venezuela’, cuyo reconocimiento ya es internacional. Es dueño también del equipo de béisbol Leones de Caracas, de la Cervecería Regional –que compite con Industrias Polar– y desde 1940 maneja la franquicia de Pepsi Cola en el país. A estas compañías se suman la agencia de viajes Saeca; la compañía de productos para el cuidado personal Fisa, y Americatel, que compite en el negocio de la radio.
Aunque buena parte de su fortuna la tiene bien resguardada en Estados Unidos, donde reside con su familia, el negocio en Venezuela tiene una importancia histórica y estratégica en buena medida porque los negocios de su familia arrancaron hace cerca de ocho décadas.
En Estados Unidos Cisneros es considerado uno de los grupos hispanos más fuertes en el negocio del entretenimiento, como quiera que sus contenidos son vistos por cerca de 550 millones de consumidores en 100 países. Allí tiene tres divisiones: Cisneros Media, especializada en contenidos; Cisneros Interactive, que opera en los negocios móviles y de nuevas tecnologías, y Cisneros Real Estate, que desarrolla actualmente un megaproyecto turístico en República Dominicana.
Mientras Cisneros goza de cierto blindaje, la mayoría de empresarios venezolanos sufre por las duras medidas cambiarias y de control de precios impuestas por el gobierno chavista. Quizá el torniquete lo ha sufrido con mayor rigor el Grupo Polar, en cuya cabeza está el empresario Lorenzo Mendoza, y que se ha especializado en el sector de alimentos y bebidas.
El Grupo Polar, al igual que la mayoría de compañías privadas en Venezuela, está afectado por la escasez de dólares para importar materias primas –que se ha convertido en una enfermedad endémica y los tiene trabajando a media marcha– al punto que la primera semana de febrero expidió un comunicado quejándose por la falta de recursos para importar materias primas y producir más alimentos. Incluso, resaltó los problemas que enfrenta por una deuda de US$468 millones que Cadivi no ha saldado y tiene a la empresa en serios aprietos.
Aunque los libros de texto les recomiendan a los empresarios manejar sus negocios al margen de los vaivenes de la política, algunos tendrán que reescribirse –por lo menos para Venezuela– donde solo sobreviven quienes mejor se adaptan. La ley de la selva.