Roberto Pizarro es un economista chileno que fue Director del Centro de Estudios Socio-Económicos (CESO) y Decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile. José Valenzuela Feijóo, destacado economista marxista chileno, trabajó en el CESO y, como consecuencia de la dictadura militar, ha desarrollado la mayor parte de su vida académica en México. Acaba de coordinar la edición de un libro, editado en México, en el que participa Pizarro, sobre el neoliberalismo en América Latina.1
RP: Durante el año 2011 los estudiantes universitarios se movilizaron vigorosamente exigiendo educación pública, gratuita y de calidad. A esas protestas le siguieron reivindicaciones regionalistas, a favor de la descentralización de la economía y el poder político; los medio-ambientalistas, han reclamado contra las termoeléctricas y el proyecto hidroeléctrico en Aysén y la Barrick Gold en el norte; los trabajadores subcontratados, en la minería del cobre, demandaron condiciones similares a los asalariados formales; los enfermos han cuestionado la mala salud pública y las discriminaciones y alto costo de las ISAPRES en la salud privada; los ancianos se movilizaron contra el sistema de AFP que entrega pensiones miserables; los indígenas han exigido terminar con la ley antiterrorista que los reprime duramente. Además se puso en agenda la renacionalización del cobre y el cambio constitucional. En fin, 2011 fue un año de luchas inédito, que trasciende aparentemente el desafío al gobierno de la derecha que ha encabezado Sebastián Piñera. ¿Cuál es tu reflexión sobre las movilizaciones que se desataron en el 2011?
JV: Tú lo has señalado muy claramente en el libro.2 Las movilizaciones del 2011 y las que siguieron, no eran sólo contra Piñera, sino apuntaban contra el sistema neoliberal. Esto es muy importante: no se trata de reclamar contra tal o cual persona sino en contra de la base estructural que determina la conducta de las personas. Los estudiantes, también han chocado con la “institucionalidad partidaria”, pues en ella no hay oposición ni rechazo real al esquema neoliberal. Hoy, en el país, la derecha y la Concertación (hoy Nueva Mayoría) parecen disputar –como si fuera un concurso de belleza o un “casting”- quien representa mejor a la clase dominante. De hecho, en la Concertación se maneja un “socialismo neoliberal” o de mercado, que es bastante peculiar: no se aplica a un mercado competitivo sino a uno que está del todo dominado por estructuras altamente monopolizadas. Esta es una de las mayores hipocresías del sistema: defender de hecho a los monopolios mientras de palabra se alaba a la libre competencia. Las movilizaciones estudiantiles y populares tienen un gran mérito: la historia es muy clara en mostrar que son las grandes movilizaciones y luchas de los trabajadores los que derrumban los grandes mitos y mentiras de la clase dominante.
RP: ¿Qué es lo que más te preocupa del Chile que emergió con la dictadura de Pinochet?
JV: Lo primero es la sustancial falta de libertad que sufre el grueso de la población, en especial los trabajadores. Hoy, en el país, la voluntad de los trabajadores no es considerada en las grandes decisiones. Y éstas, les son impuestas.
También llama la atención la profunda alienación social. En el país, el grueso de la población regula su vida en términos de conseguir “el éxito” y éste se mide en términos de lograr más y más dinero: uno se acuerda de Babbit. En esta búsqueda pareciera que todo está permitido. Y se llega a vivir en un mundo en que prima la deslealtad: si das la espalda arriesgas la puñalada artera. Por lo mismo, surge una ansiedad muy honda: el otro no es fuente de apoyo y enriquecimiento humano sino origen de miedos y desconfianzas. Como decía el filósofo Hobbes, el hombre se transforma en lobo del hombre.
Por supuesto, en el caso de los grandes empresarios, esa línea de conducta se acentúa. Se puede hablar de voracidad empresarial, de una sed de lucro que arrasa con los principios morales más elementales y con la misma legalidad (de por sí muy laxa). Estos empresarios, son los que el domingo por la mañana van a misa y hasta comulgan. Pero ya por la noche, con unos cuantos whiskys en el cuerpo, empiezan a elucubrar sobre las movidas y trampas financieras a desplegar. En este contexto, se debe también destacar la profunda imbricación existente entre política y negocios. Como lo has destacado en tus artículos, existe una puerta giratoria entre la política y los negocios, con autoridades que apenas terminadas sus funciones de gobierno pasan a ser miembros de los directorios de grandes empresas. En corto: vemos que la política funciona como mecanismo de lo que Marx denominaba acumulación originaria.
También llama la atención la dictadura mediática que hoy impera en Chile. Todos los diarios son de derecha y las cadenas de televisión y radios han sido compradas por los grandes grupos económicos, algunos de ellos extranjeros, ligados a los “socialistas neoliberales” españoles. Junto al discurso ideológico neoliberal que propagan los medios, uno se encuentra con las grotescas vulgaridades de la farándula. Aquí importa más el revolcón de la Bolocco con Menem, que los sueños y penurias de una obrera, o lo que siente un cesante o lo que pudiera soñar para sus hijos. Es el opio de los tiempos que corren, los mensajes que apuntan a idiotizar y adormecer a la población, en especial a los segmentos más pobres.
RP: ¿Por qué te sorprende esa voracidad y lucro empresarial en tu condición de economista marxista, cuando el capital se caracteriza por la valorización del capital y en condiciones que la sed de ganancia empresarial nunca se sacia?
JV: No le pedimos “peras al olmo”. No esperamos que los grandes empresarios se parezcan a un León Tolstoi. Por supuesto, el capital se rige por la ganancia. Su lógica es la que sintetizara Marx con su famosa fórmula del D-M-D’. O sea, se invierte dinero para obtener más dinero. Si no existiera tal incremento, si el capital no se ciñera a esa lógica, no sería capital. El punto a subrayar es otro.
Si se trata del capital industrial, que es o debería ser el núcleo de todo régimen capitalista, cuando busca maximizar sus ganancias, busca elevar la productividad del trabajo e incorporar progreso técnico. Para lo cual, acumula todo lo que puede y, en consecuencia, también termina por generar altos ritmos de crecimiento del PIB. Con ello también posibilita elevar los salarios reales, sin perjudicar a las ganancias. Y demás está decir: este tipo de capitales también busca desarrollar la ciencia y la tecnología. Como está localizado en el espacio de la producción donde se procesan y manipulan procesos y fuerzas naturales, termina por aprender que esos desarrollos científicos le resultan muy funcionales.
Una cosa diferente sucede si el capital financiero es el hegemónico. Este es un capital que opera fuera de la producción, en el espacio circulatorio. No produce plusvalía, sólo se la apropia. Y lo que gana depende de las tasas de interés y de la especulación bursátil. Estos empresarios operan con la lógica de los casinos y cuando ocupan posiciones dominantes, como bien lo advertía Keynes, la sociedad debería preocuparse. Se genera una situación de parasitismo y de trampas. Podemos recordar a Brecht: “peor que robarle a un banco es fundar un banco”. Estos banqueros y especuladores, son como bucaneros modernos, insaciables y tramposos. Lo peor, estando ajenos a los procesos de producción, generan especulación y, casi siempre, estancamiento económico.
RP: ¿Y eso qué tiene que ver con Chile?
JV: En Chile, junto al segmento exportador, dominan los capitales que operan en el espacio de la circulación, el comercial y el financiero. Este es un rasgo consustancial al neoliberalismo. Con lo cual, se coarta al capital industrial amén de reprimir duramente la participación salarial.
RP: Pero a la economía chilena le va bien. Es cierto que tiene una pésima distribución del ingreso, pero su crecimiento ha sido notable durante treinta años.
JV: Probablemente, Chile sea el único país neoliberal que ha logrado un crecimiento alto. Es como la excepción a la regla. Conviene también alertar: esos ritmos de crecimiento, si estimamos los promedios o valores de tendencia, no resultan tan altos. El modelo es bastante oscilante y cuando el PIB cae, lo hace en serio.
Como sea, contestar tu pregunta en un minuto es muy difícil, pero me atrevería a señalar: a) hay un sector agropecuario que opera con altísima productividad. En consecuencia, se abarata la canasta salarial (no opera el mecanismo ricardiano en que el alto costo de los alimentos castiga a las ganancias industriales) y se facilita el mecanismo de la plusvalía relativa; de este modo, puede combinarse una alta tasa de plusvalía con salarios que para estándares latinoamericanos no son bajos;
b) el país dispone de una fuerza de trabajo que es disciplinada y bastante calificada (herencia de otros tiempos, de gobiernos –como los radicales- que impulsaban la educación pública gratuita y de calidad);
c) la dictadura y lo que le siguió, configuraron una clase obrera muy golpeada y débil. Con lo cual, para la clase capitalista se abrió un largo horizonte de tranquilidad social en que puede moverse con confianza y a voluntad;
d) En tal clima, puede extender la jornada de trabajo y también elevar la intensidad. Hacerlo sin generar (al menos hasta hace poco) grandes rebeliones;
e) desarrolló una gran capacidad exportadora, basada en la explotación de recursos naturales. Además, a diferencia de otras épocas, opera con alguna diversificación de productos y, sobretodo, de mercados de destino;
f) a riesgo de provocar malentendidos, también diría que los empresarios chilenos, en su mayoría, han mostrado gran eficiencia. No son torpes. El problema no radica en un bajo coeficiente intelectual, pues lo que hacen lo hacen bastante bien. El problema reside justamente en eso, en lo que hacen, en una estructura socio-económica que los lleva a actuar como actúan, a invertir donde invierten, a buscar las ganancias en los lugares que la encuentran. O sea, el problema de fondo reside en la existencia de una estructura que genera una jerarquía de rentabilidades que no incentiva un desarrollo económico sólido para el largo plazo.
En todo caso, creo que falta investigación sobre el tema. Y en esto, no debemos confundir las denuncias morales con la explicación de lo que objetivamente viene sucediendo.
RP: ¿Es frágil el modelo chileno?
JV: Mañana y pasado mañana, no se cae. Pero si pensamos en un plazo más largo, es bastante frágil. Podemos indicar: 1) al dominar el capital financiero, éste se maneja con muy alta rentabilidad. Pero como se trata de capitales improductivos, sus ganancias provienen de la plusvalía que generan los sectores productivos. O sea, una buena parte de lo que estos producen, se le traspasa al capital financiero. Lo cual, a la larga, afecta el crecimiento de los productivos y arriesga con “secar el pozo”;
2) el crecimiento ha estado impulsado por un sector exportador muy dinámico. Pero, demasiado asentado en recursos naturales. Esto, significa amarrarse a una demanda que, en el largo plazo, no es muy dinámica. Amén de que estos segmentos generan muy pocos efectos de arrastre;
3) la mala distribución del ingreso, a la larga puede generar una explosión social.
Como sea, la economía pudiera empujar al cambio. Pero sin fuerza política, nada se resuelve.
RP: Hasta hora, al menos desde la crisis de 1983, no se observa ningún colapso.
JV: Luego del 83, se adoptó una política económica algo menos “fundamentalista”, algo más pragmática. De Friedman se pasó a Mankiw. En todo caso, no olvidemos que colapsos mayores o “derrumbes automáticos”, como regla no tienen lugar en el capitalismo. Y si va a darse un cambio estructural, éste pasa por la variable política. Y por este lado se observan carencias mayores: falta una organización política, lúcida, fresca, capaz de unificar a todas las fuerzas populares. El artículo de Ahumada y Latorre, en nuestro libro, creo que puede abrir una discusión necesaria.
RP: ¿Hay algo más que venga apoyando al modelo?
JV: Para mejor explicar creo que conviene ensayar un pequeño rodeo. En el país, nos encontramos con una tasa de plusvalía bastante elevada y, en consecuencia, la parte del excedente (o plusvalía) en el Ingreso Nacional es también muy elevada: debe girar entre un 75% o más.
En este marco, los asalariados productivos compran un 25% del Ingreso Nacional y la pregunta que surge es qué factores de demanda pueden comprar (o sea “realizar”) el 75% restante, la parte que funciona como excedente. Si la distribución es muy regresiva, es evidente que la inversión y el crecimiento no pueden girar en torno al Departamento II de la economía, el que produce bienes de consumo para los asalariados. Debería concentrarse en el Departamento I, el de la industria pesada, el que produce medios de producción. Pero esto exige un muy fuerte apoyo estatal y medidas de protección del todo ajenas al criterio neoliberal. Si no existieran otras salidas el sistema se derrumbaría.
En un plano teórico general, las salidas son los mercados externos y el gasto improductivo (vg. estatal-militar:
a) el consumo capitalista, que en el país llega a ser insultante;
b) el gasto improductivo, parte del cual viene dado por lo que gastan los asalariados del sector improductivo;
c) las exportaciones, que han tenido un comportamiento muy dinámico;
d) la inversión inducida que provoca el crecimiento del sector exportador;
e) la inversión que se aplica en rubros como telecomunicaciones y servicios básicos;
f) la aplicación del excedente en otros países. Hoy por hoy, Chile se viene transformando en un país exportador de capitales. Cadenas comerciales, bancos, agencias de publicidad, se han localizado en el exterior. Las inversiones directas en el extranjero suman cerca de US$ 80.000 millones. Algo inédito y que llama la atención por la pequeña dimensión de nuestro país.
Los rubros c), d) y e) son los que soportan el crecimiento. Pero si bien se examinan, parece difícil que mantengan el paso. Máxime en una economía mundial que no recupera un gran dinamismo.
RP: ¿Y por qué entonces somos considerados la “joya de la corona”?.
JV: Porque el país crece (es como la excepción a la regla) y lo hace aplicando la “idea” neoliberal. Con lo cual, también genera altas oportunidades de inversión al capital extranjero. El modelo chileno le sirve al capital financiero internacional. Le entrega respaldo ideológico.
RP: ¿Qué implicaciones “espirituales” tiene el hecho que la fracción capitalista dominante en el poder sea el capital financiero-especulativo?
JV: Este capital gana (o lucra) por la vía de los intereses y con la especulación bursátil. Es la lógica del jugador, del que vive en los casinos. El buen especulador es el que engaña, el tramposo. Lo cual genera una descomposición moral que inunda al conjunto de la sociedad. Esto lo advirtió Marx cuando analizaba una situación relativamente parecida, en la Francia de mediados del siglo 19. Creo que conviene citarlo:
“…se repetía en todas las esferas, desde la corte al cafetín de mala muerte la misma prostitución, el mismo fraude descarado, el mismo afán por enriquecerse, no mediante la producción sino por medio del escamoteo de la riqueza ajena ya creada”.
En Chile está sucediendo lo mismo. En las cúpulas económicas y gobernantes, las trampas y coimas se han convertido en algo cotidiano. Y se llega a crear la imagen de que las ganancias surgen de esos artilugios y manejos sucios y no del proceso productivo per-se. Es el “arte” del birlibirloque.
No hay que engañarse. El excedente, que es la fuente de todas las ganancias, sólo puede surgir en el espacio de la producción. En cambio, el capital financiero, sólo puede apropiarse, mas no producir, ese excedente o plusvalía. Es un capital parasitario y este rasgo termina por contagiar al conjunto de la sociedad.
RP: No hay que olvidar al sector exportador, de gran dinamismo en la economía chilena. ¿Como se inscribe en tu análisis?
JV: La burguesía exportadora opera estrechamente ligada al capital extranjero y se asienta en la explotación de recursos naturales.
Los recursos naturales con valor económico tienen ventajas conocidas: su costo de producción es muy bajo no en virtud de capacidades productivas excepcionales sino por un don de la naturaleza. Ello posibilita el surgimiento de una renta del suelo bastante elevada. Esto, unido a una fuerza de trabajo barata (o sea, barata en valor), les otorga una buena posición competitiva. Estos factores, mucho más que tecnologías sofisticadas y de vanguardia, son los que favorecen al sector exportador e incluso compensan una política cambiaria diseñada para estimular la inversión extranjera especulativa y que, de paso, premia a los importadores y castiga a los exportadores.
De este modo, tenemos exportadores que poco tienen de empresarios shumpeterianos y sí tienen mucho de “rentistas”. Situación que, en algún grado, recuerda a los antiguos terratenientes, exportadores de trigo, de mediados del siglo XIX. O a los viejos mineros de Atacama.
En definitiva, tanto en el sector exportador como en el resto de los sectores productivos, podemos detectar la ausencia de capacidades productivas sólidas y avanzadas. Por ejemplo, los gastos en investigación y desarrollo alcanzan a sólo el 0,50% del PIB. Hay muchos actuarios y expertos en finanzas, pero pocos ingenieros industriales; muchas agencias de publicidad y de mercadeo, pero muy pocos laboratorios y centros experimentales. Los nuevos empresarios quizá saben mucho de matemáticas financieras, pero de física y química, nada.
RP: ¿Y cómo se proyecta esa realidad al mundo universitario?
JV: Para los neoliberales, lo “eficiente” es aplicar una división del trabajo en que los países centrales piensan e investigan y la periferia aprende el idioma inglés para memorizar las ordenanzas del centro. Por eso, se desprecia el desarrollo de las universidades y centros de investigación, que sean sólidos en ciencias básicas. Del saber, sólo interesa lo que pudiera rendir ganancias rápidas. Por lo demás, no olvidemos el dato básico: sin una industria pesada muy sofisticada, la ciencia moderna no puede operar. ¿Quién puede producir los aparatos de medición modernos, los lentes, los conductores y aceleradores de partículas? ¿Se los vamos a encargar al carpintero de la esquina? ¿Al peluquero? ¿Al experto en marketing?
Investigar la naturaleza para domarla (real condición de la libertad de los humanos), es algo que escapa a los neoliberales. Simplemente no les interesa: no ven más allá de sus narices y, por lo mismo, si contaminar los ríos rinde ganancias, se contaminan. Luego, si el delicado equilibrio ecológico se rompe, nos espetan el consabido “tant pis pour vous.”
RP: En este cuadro, ¿cómo calificas el aperturismo externo radical que ha caracterizado a la economía en los últimos 25 años?
JV: El aperturismo neoliberal es muy diferente al aperturismo de por ejemplo Corea del Sur. El neoliberal es: i) violento: se bajan o eliminan aranceles en un tiempo cortísimo, que no deja reaccionar a las empresas afectadas; ii) es indiscriminado: se aplica por igual, a cualesquiera rama o sector. Las consecuencias se conocen: emerge una fuerte des-industrialización.
¿Quiénes se salvan? Uno: las empresas que pueden controlar recursos naturales privilegiados. Y a partir de esta base, se dedican a exportar. Otro grupo de empresas, para defenderse de la competencia externa, se desplazan al sector de no-transables, donde buena parte de las actividades son improductivas. Son, por ejemplo, los que antes elaboraban textiles y ahora se dedican a su importación. En general, se ha olvidado algo bastante elemental: sin desarrollo industrial, no hay desarrollo económico que sea sólido y duradero.
1 Victor Palacio y José Valenzuela, Crisis Neoliberal y Alternativas de Izquierda en América Latina, Coordinadores Edic. P.R.D. e Instituto Nacional de Investigación, Formación Política y Capacitación en Política Públicas y Gobierno, México, 2013.
2 Ibid.