Trazar la mirada, destacar lo que se desea ver no es simple. El restaurante se encuentra repleto de estudiantes. El contraste es inmenso. No veo ni escucho algo que se vuelva historia o hazaña de un día. El lenguaje de los muchachos es abierto -como camisa sin botones- y hasta bélico.
Todos beben cerveza. Unos son gallardos…, beben al seco una botella de casi un litro. El tiempo se estanca. Un muchacho, ya medio borracho (son las 14 horas) habla de política. Su padre, cuenta el joven, fue maoista. Los otros compañeros lo suben y bajan a garabatos.
Mao fue un asesino de China, un nazista conchesumadre, exclamó una muchacha de origen chino. Unos aplauden otros no entienden nada de política. La muchacha se acerca a mi mesa y dice: “tío seguramente usted sabe algo de Mao”. Sonrío. La muchacha me pide algo que no deseo explicar porque en fin de cuenta entré a cambiar mis diez lucas y no para entregar puntos de vista sobre un tirano. Cierto, lo digo, nunca soporté a Mao, menos su masacre contra su propio pueblo. Enciendo un cigarrillo. La muchacha dice llamarse Li. Sus padres tienen negocio de ropa en la Alameda. “Ya po’ tío, no me dejí mal, habla algo sobre Mao”, me pide Li. “Mao no fue un ejemplo para la humanidad”, digo. Li, me aplaude. Deseo irme del restaurante… pero la muchacha toma asiento. Otros de sus compañeros repiten lo mismo. Unos se sacan la corbata y la amarran alrededor del cuello de la botella de cerveza. “Tío, usted se cacha a la legua que no vive en Chile, su acento lo caga”. Doy una aspirada profunda a mi cigarro. Se me ha dicho que hablo el castellano como las pelotas, otros, dicen que mi acento es de gringo que aprende hablar castellano, otros, dicen que no se nota que vivo fuera de Chile. “ ¿ Por qué ha dicho que Mao no fue un ejemplo para la humanidad?” pregunta el joven. Li me observa con atención. Ella es alta… un metro setenta, delgada y de ojos oscuros. Lleva una trenza. Es bella: sabe que es bella y no coquetea, al contrario, es seca, reta a sus compañeros, los putea si es necesario pero imparte disciplina en la mesa. “La Revolución Cultural destruyó gran parte de la historia de los pueblos chinos. Basta tomar unos libros en la biblioteca y leer sobre las masacres contra los monasterios budistas, contra sus campesinos, contra sus mismos militantes, contra los intelectuales y contra las mujeres que eran violadas y hasta botadas en los campos para que se la comieran los perros salvajes”, digo con tranquilidad. Li pide una cerveza y dos vasos. Los muchachos se retiran a otras mesas. Quedamos solos. Ella me cuenta mil cosas. Me habla de sus antepasados y de todas las penurias que vivieron en el tiempo de Mao. Le digo que no soy un monje sino que uno que escribe sobre la verdad. Me besa las manos. Sonrojo. Li, bebe tanto. Sus compañeros están algo borrachos. Deseo decirle a Li que no bebo cerveza pero no logro oponerme. Me llena un vaso. Brinda por mi corage. Me pide el número de mi celular. Desea juntarse conmigo. Le digo que me quedo un mes en Chile. Ahora llora. Me dice algo en chino… no comprendí nada. Ahora me propone que venga a buscarla mañana y salgamos a pasear por el cerro Santa Lucia. La idea es buena… pero temo algo. Mi instinto me dice algo. Llega su pololo. Un flaco chascón de barba fina… y de boca grande. Es alto y pálido de rostro. Anda con una botella de vino en la mano. La mitad del contenido lo bebió en el patio del liceo. Se llama Pascal. Nombre mirista, le digo… ríe con ganas. Dice que es humanista. “deseo decirle algo, decirle que su humanismo se irá a la mierda si continua bebiendo”, no lo digo… me duele, podría haber dicho mil cosas a todos los muchachos pero ellos viven otra época, otra historia muy lejana a la mía…Bebo el vaso de cerveza y pido mi cuenta. Li no pretende dejarme libre. Propone que salgamos a caminar un poco: Pascal prefiere quedarse con sus amigos… Salimos tomados del brazo. Ella con su uniforme azul y yo de blanco. Hay un contraste entre las vestimentas de ambos. La gente no mira… no tiene tiempo para mirar… Somos la jugarreta del destino: somos un arnés del caballo del tiempo.
Li –Me dice que su sueño es ir a Pekin y pedir justicia en nombre de todos los ejecutados por el sistema chino. Me habla de Lao-tzu, del secreto de la virtud. (Para los que no conocen Lao-tzu, pues no es un nombre… sino que un adjetivo… “el viejo”). Con Li me siento en otro mundo. Fuera de las “dinastías” o lejos de tiranos. Li tiene tres hermanos y dos hermanas. Dice que sus orígenes son de Beijing que es la capital de República Popular China. Sus bisabuelos eran miembros del Partido Comunista Chino pero fueron ahorcados en una plaza pública por ser considerados contrarrevolucionarios. Otros parientes fueron castigados en las calles y mandados a campos de trabajo forzado. No es nuevo para nadie todo el sufrimiento que causa el gobierno chino contra todo aquel que se declare disidente de un sistema corrupto e inhumano. Caminamos lentos por la Alameda… y con Li no pensamos despedirnos…
Una casa sin amor es como una chimenea sin fuego, una casa sin la voz de un niño es como un jardín sin flores, la boca de la mujer amada sin la sonrisa es como una lámpara sin luz (proverbio chino)
Continua