Diciembre 26, 2024

¡El Mercurio reconoce masacre de Iquique luego de 106 años!

En efecto, el mismo diario que justificó plenamente la masacre de Iquique del 21 de diciembre de 1907; y que incluso para su centenario la distorsionó burdamente señalando que en ella solo habían muerto 300 personas (Ver El Mercurio; 19-12-2007); recién el 4 de enero pasado –con ocasión de la reconstrucción de la Escuela Santa María de Iquique, lugar central de la matanza- habló por fin de “la masacre en la que murieron 2 mil trabajadores del salitre” (El Mercurio; 4-1-2014).

La cifra de 2.000 víctimas es la más aceptada por los testimonios de época y la historiografía. Así, el padre del historiador Julio César Jobet (Armando) que como suboficial del Carampangue tuvo que traladar los cadáveres, los calculó en esa cantidad (Ver Julio César Jobet.- “Ensayo crítico del desarrollo económico-social de Chile”; Edit. Universitaria, Santiago, 1955, p. 139). Cantidad que dan también Elías Lafertte, residente en la época en Iquique (Ver “Vida de un comunista. Páginas autobiográficas”; Edit. Austral, s/f. p. 61); Alejandro Venegas, que viajó allí poco tiempo después (Ver “Sinceridad. Chile íntimo en 1910”; Edit. Cesoc, Santiago, 1998; p. 229); y Eduardo Frei que, en su período como director de “El Tarapacá” entre 1935 y 1937, se ocupó de recolectar numerosos testimonios de época (Ver “Historia de los partidos políticos chilenos”; Edit. del Pacífico, Santiago, 1949; p. 154-5). En esa cifra concuerdan también los historiadores Leopoldo Castedo (Ver “Chile: Vida y muerte de la República Parlamentaria”; Edit. Sudamericana, Santiago, 1999, p.144); Federico Gil (Ver “El sistema político chileno”; Edit. Andrés Bello, Santiago, 1969; p.71) y Fredrick Pike (Ver “Chile and the United States. The emergence of Chile’ s social crisis and the challenge to United States diplomacy”; University of Notre Dame Press, 1963; p. 109).
 

 

¡Tuvo que pasar más de un siglo para que el “decano” de la prensa chilena reconociera la magnitud de la masacre! Aunque claro, este “reconocimiento” es bastante especial, ya que lo hizo en páginas interiores (C 12) y sin dar ninguna explicación a sus lectores de por qué los engañó durante tanto tiempo. Prácticamente durante toda su historia, ya que El Mercurio de Santiago se fundó en 1900.

 

Para dimensionar la magnitud del engaño es importante rememorar que fue lo que dijo el periódico al dar cuenta de los hechos. Así, en su editorial del 28 de diciembre (curiosa coincidencia) señalaba: “Es muy sensible que haya sido preciso recurrir a la fuerza para evitar la perturbación del orden público y restablecer la normalidad, y mucho más todavía que el empleo de esa fuerza haya costado la vida a numerosos individuos (…) el Ejecutivo no ha podido hacer otra cosa, dentro de sus obligaciones más elementales, que dar instrucciones para que el orden público fuera mantenido a cualquiera costa, a fin de que la vida y las propiedades de los habitantes de Iquique, nacionales y extranjeros, estuvieran perfectamente garantidas. Esto es tan elemental que apenas se comprende que haya gentes que discutan el punto” (El Mercurio; 28-12-1907).

 

Y, pocos días después, frente a una amenaza de huelga general destinada –entre otras cosas- a “obtener del poder público la separación y castigo del general Silva Renard y del Intendente de Tarapacá (Carlos Eastman)”, el diario agregaba: “¿Cómo podría el Gobierno acceder a un castigo de funcionarios que han cumplido su deber?” (El Mercurio; 4-1-1908).

 

Y, por cierto, el periódico no podía alegar ignorancia alguna de los hechos. Ya era conocido el parte del general Silva Renard, quien dio la orden del bárbaro ametrallamiento de la pacífica multitud aquel fatídico día: “Calculé que en el interior de la escuela habrían unos 5.000 individuos y afuera 2.000” (Eduardo Devés.- Los que van a morir te saludan. Historia de una masacre: Escuela Santa María de Iquique; Edic. Lom, Santiago, 1997; p. 169). Y también fue público el testimonio que dio en la propia Cámara el diputado Malaquías Concha, quien había recalado en Iquique poco después del 21. Señaló que “sobre diez mil obreros inermes se disparó con ametralladoras, no por el espacio de treinta segundos, como dice el parte, sinó que esta espantosa carnicería ¡duró por lo menos tres minutos! ¡Se formaron montañas de cadáveres que llegaban hasta el techo de la Escuela Santa María! ¡Horrorícese la Cámara!”; y añadió que los sucesos de Iquique “son un estigma de vergüenza y oprobio para nuestra patria; acontecimientos que pasarán a la historia, señor vice-Presidente, en condiciones más ominosas que las legendarias matanzas que nos refiere la historia de los primeros cristianos, que el legendario incendio de Roma atribuido a Nerón, que la matanza de San Bartolomé atribuida a los católicos contra los protestantes (…) que las matanzas que hoy mismo se llevan a cabo, en Turquía, contra los cristianos, en Rusia contra los judíos” (Boletín de Sesiones de la Cámara; 30-12-1907).

 

En realidad, en términos del número de víctimas y del tiempo empleado en su exterminio, debe ser la más grande y cobarde masacre de la historia de la humanidad realizada en tiempo de paz…

 

Esperemos que el mínimo gesto que acaba de efectuar no sea simplemente una concesión para salvarse del ridículo; y que El Mercurio reconozca también el sistemático engaño de que ha tratado de hacer víctima a la sociedad chilena hasta el día de hoy respecto de las grandes masacres del siglo XX chileno. Particularmente de la de Santiago (1905), La Coruña (1925), Ranquil (1934), Seguro Obrero (1938) y de las realizadas durante los casi 17 años de dictadura.

En la medida que no lo haga va a continuar hipotecando toda credibilidad frente a cualquier persona en búsqueda de la verdad.

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