Este 17 de noviembre Chile será el escenario de la primera vuelta presidencial para las nueve candidaturas que postulan: En orden de la papeleta, son, a saber, mas no necesariamente el orden de preferencia proporcional a la hora de conocerse los resultados: 1. Franco Parisi, independiente de centroderecha, 2. Marcel Claude, Movimiento Todos a La Moneda; izquierda y fuerzas alternativas 3. Ricardo Israel; Partido Regionalista de los Independientes – de tendencia centroderechista -, 4. Marco Enríquez-Ominami; Partido Progresista -de tendencia centroizquierdista-, 5. Roxana Miranda; Partido Igualdad – de izquierda anticapitalista-, 6. Michelle Bachelet; Nueva Mayoría -socialdemocracia-, 7. Evelyn Matthei; Alianza – derechista -, 8. Alfredo Sfeir, Partido Ecologista, y 9. Tomás Jocelyn Holt, – centroderechista-. Paralelo a este panorama electoral, existen otros sectores de izquierda, los que se han restado y decidido no presentar a nadie, dado que no confían ni vali dan a este sistema.
Esta es la primera elección donde observamos un número significativo de posturas y matices políticos en nuestro país, lo que demuestra la falta de representatividad generada por la Concertación, hoy Nueva Mayoría, y la derechista Alianza, quienes han forzado a la ciudadanía a crear nuevas plataformas de participación política y ciudadana.
No voy a referirme a las encuestas, ya que son instrumentos que obedecen a empresas de marketing electoral, que buscan inclinar la balanza sobre el universo electoral por definirse, es decir, los 10 millones de electores que no acudieron a votar en las primarias de los bloques tradicionales de la partidocracia chilena, es decir, de la socialdemocracia y la derecha: Concertación y Alianza. En aquella elección primaria del 30 de junio de 2013, participaron solamente 3 millones de ciudadanos, convocados por las campañas propagandísticas que mañana, tarde y noche nos mostraban a los seguidores de la herencia post dictadura (los describo así, por el consenso al que llegaron con el pinochetismo) para arrear a los chilenos a su campo electorero.
Tampoco las encuestas son un instrumento válido para predecir lo que los adivinos de las empresas de marketing electoral insisten en hacernos creer: que gana la candidata B, y que la candidata M saldría segunda, y que pasan a segunda vuelta todos felices y contentos gracias a los “serios” estudios en los que las empresas de adivinación y clarividencia & CIA Lmtda. nos mostraron con antelación, lo que deviene en una perfecta profecía autocumplida, en las cuales siempre hay interferencia de miembros de directorios que hace lobby en pro de las candidaturas que ganan por secretaría, tras lo cual hay otras campañas de prensa, para terminar convenciendo a los indecisos, y así inclinar la balanza en favor de la candidata B.
De acuerdo con el Servicio Electoral, SERVEL, los ciudadanos en Chile sobrepasan los 13 millones, bajo el nuevo esquema de inscripción automática y voluntaria, al que va añadido otro factor no menor: la abstención, cuyo número podría bordear el 30%, si se repite el panorama de participación visto en las primarias concertacionistas y de derecha.
Hay más de 10 millones de votos que no son patrimonio de nadie, lo cual es una página abierta por escribirse, teniendo en cuenta que el bombardeo mediático, desde las encuestas tratan, pretende interferir en el proceso social que se vive en nuestra nación.
En esta ocasión, las fuerzas progresistas y de izquierdas se presentan por separado: Todos a La Moneda, Partido Igualdad, Partido Ecologista y Partido Progresista, los cuales, de haber ido, en un solo bloque, es muy probable que acapararan más del 40%% del electorado, y haberse presentado con tranquilidad frente al 30% obtenido por la Nueva Mayoría en las primarias del 30 de junio pasado.
Todo indica que habrá segunda vuelta, a pesar de los “sondeos de opinión” de las empresas encuestadoras, y que en dicha segunda vuelta, incluso hasta la Alianza de derecha podría quedar relegada a un tercer puesto. Primero, porque la candidata, Evelyn Matthei, es una carta de improvisación de la derecha, tomando en consideración los dos postulantes echados al horno: Lorence Golborne y Pablo Longueira. Segundo, porque su candidatura no ha prendido entre la ciudadanía. Tercero, por su falta de liderazgo y carisma. Cuarto, por el pobre desempeño del Gobierno del presidente, Sebastián Piñera, cuya popularidad tampoco goza de buen semblante, hecho que le resta puntos a Matthei y emana más un lastre más que ayuda. Quinto, porque al abanico de otros candidatos, como Franco Parisi, le resta potencia a la candidara de derecha. Sexto, porque las candidaturas de Ricardo Israel, del PRI, y de Tomás Jocelyn-Holt, también pueden llevarse electorado de derecha a la resta d
e sus votos. Séptimo, porque su posicionamiento de imagen pública no ha sido el más adecuado respecto de presentación, es decir, de sus anteriores escándalos por el vocabulario soez que utiliza, hecho que es mal mirado entre cuatro paredes, a pesar del comportamiento liberal de la sociedad chilena, y Octavo, porque su desempeño en los debates fue débil e incosistente, en cuanto a sus impopulares propuestas de no aceptar la incorporación de la nacionalización del cobre, la convocatoria de una Asamblea Constituyente y rechazar la educación pública, gratuita y de calidad, por lo cual, ya a seis días de la elección, será bien difícil atraer nuevos electores.
Esta merma de la derecha podría, muy bien, propiciar que la segunda vuelta sea entre candidaturas que no se declaren tan radicales en lo neoliberal, o que rechacen este modelo heredado de la dictadura.
Para esta segunda vuelta es posible ver el reagrupamiento de las fuerzas que luchan por separado, teniendo pensamientos muy parecidos para interpretar la política, ya que Marcel Claude, Roxana Miranda, Alfredo Sfeir y Marco Enriquez-Ominami aceptan el sistema electoral y lo validan con su presencia, hecho que ya pone de manifiesto que concuerdan en este plantamiento, y pueden empezar por algo, para luego buscar una convergencia mayor que les signifique un triunfo en la elección final.
Este nuevo panorama político chileno, que deberá surgir del 18 de noviembre, será muy intenso, porque, quien logre pasar a la próxima fase eleccionaria, tendrá que dejar de lado sus egos personales y olvidarse del gustito que se dio al ir, solo, en la actual papeleta presidencial, cual suerte de primarias de fuerzas alternativas, y deberá llamar personalmente a los demás candidatos para sumarse a este desafío que se podrá escribir gracias a la voluntad, y sobre todo, a la solidaridad que implica crear un nuevo frente político popular.
Podría adelantar cifras, pero esto sería influir en las mentes de los electores que todavía no toman una decisión, así como sería poco serio de mi parte dar por ganador a alguien. Mejor es conocer las cifras del domingo 17 de noviembre, y ya podríamos decir quien será la persona que ocupe el sillón presidencial en el palacio de La Moneda en Santiago de Chile, el 11 de marzo de 2013.
Muy importante, para finalizar, es recordar las lecciones del historiador romano, Tácito: “mientras luchan por separado, son vencidos juntos”.
* Manuel Arismendi P. Es periodista, licenciado en Comunicación Social de la Universidad Mayor, analista internacional y productor informativo del canal HispanTV, editor general de La Voz de Chile y Delegado Oficial de la Asociación de Amistad con Corea (R.P.D.) en Chile.