¿Puede un cambio constitucional afectar nuestras vidas de chilenos? Sí, total y radicalmente. La Constitución es la organización soberana aceptada para regir un Estado de Derecho soberano. Es la carta magna donde se sella el contrato social en que los ciudadanos recibimos protección y atención del Estado a cambio de obediencia a sus normas.
Nuestro País NUNCA en su corta historia ha establecido un contrato social justo para ambas partes. Todas las constituciones por las que se ha regido Chile han sido impuestas abusivamente. Incluida la de 1980, hecha desde un plebiscito objetable, abusivo y tramposo (al respecto recomiendo leer libro “El Fraude” de Claudio Fuentes)
Es más, la única vez que estuvimos cerca de haber podido realizar una Asamblea Constituyente que legitimara nuestro contrato social, fue en 1925, cuando las mujeres no tenían derecho a voto. O sea, de haberse hecho entonces la primera AC, no habría sido con mujeres y por ende, habría carecido de legitimidad.
Dicho en fácil: nuestra historia patria ha estado regida por un contrato de arriendo donde el corredor de propiedades es el que ha impuesto las condiciones de uso, valor de arriendo, causales de cese de contrato y castigos por “daños” a la propiedad. Nosotros nos hemos tenido que limitar a obedecer, aún sabiendo que la casa donde habitamos, nos pertenece.
Una Constitución en el sentido político define el actuar del pueblo. Es el cómo se diseñan las decisiones que luego tendremos que legitimar como voluntad popular. La Constitución es el Frankenstein hecho desde la voluntad del pueblo y que luego llamaremos ley. La Constitución es nuestro Leviatán creado para dejar atrás el individual estado salvaje y establecernos en el colectivo Estado normativo. Es el contrato de arriendo donde quedan establecidas las condiciones en que habitaremos este flaco y largo pedazo de tierra donde nos toca vivir.
Por la importancia de lo anterior, es que urge cambiar la actual Constitución de la dictadura. Porque es una constitución ilegitima en su génesis, pero más grave aún, ilegitima en su contenido. Es una constitución hecha para neutralizar al pueblo y diseñada para defender el modelo cultural-económico de Jaime Guzmán. No es un Frankenstein hecho para ayudar al pueblo, sino que para reprimirlo y empobrecerlo cultural y materialmente.
Requerimos una Constitución que represente nuestra cultura actual, que sea reconocida por todos como propia, que nadie la sienta como una amenaza o abuso. Una Constitución que de forma a una nueva política. Una nueva política que logre canalizar las manifestaciones informales del pueblo, las demandas de los movimientos sociales, de los agricultores, músicos, dueñas de casa, etc. Un nuevo contrato social hecho desde opiniones, demandas y exigencias que se transformen en decisiones institucionales vinculantes.
La mejor manera para generar una nueva Constitución que sea reconocida por todos como propia, es a través de la realización de una Asamblea Constituyente. No existe otra mejor manera. Es sabido que en política no siempre se dan las cosas de la mejor manera posible y es sabido que algunos ya andan proponiendo agregar más parches a la actual Constitución.
Pero también es sabido que el próximo gobierno se encontrará con un movimiento social despierto, activo y demandante de cambios fondo. Esas demandas por transformaciones de fondo se estrellarán en las trampas de la actual Constitución. Por ejemplo, el fin al lucro en la educación tendrá que ser visado, en última instancia, por el Tribunal Constitucional, cuyos integrantes son mayoritariamente de derecha. Si el futuro gobierno acepta este choque con las trampas constitucionales y termina encogido de hombros frente a la ciudadanía, el incendio en Troya será inminente.
Por lo anterior es que este domingo 17 de noviembre los chilenos tenemos la oportunidad histórica de dar una señal concreta respecto a nuestra voluntad popular. Marcando AC (Asamblea Constituyente) en el costado superior derecho de nuestro voto, estaremos manifestando la urgencia de una nueva Constitución de origen popular. La urgencia por contar por primera vez con un contrato de arriendo diseñado por el habitante y para el habitante.
Este domingo el voto será algo más que un mecanismo de elección de representantes políticos, será la oportunidad para que la voluntad soberana del pueblo diga PRESENTE. Marca tu voto.