La vorágine del triunfo del NO, el 5 de octubre de 1988, a pesar de que significó la derrota política de Pinochet, acarreó algunos perjuicios para la oposición a la dictadura. Uno de estos afectados fue el PCCh. Aunque está claro que la cosmovisión de dichos partidos a nivel global fue, en aquella época, el preludio a una serie de crisis posteriores, en Chile ocurrieron variables internas que son interesantes de destacar.
A raíz de investigaciones recientes referidas al PCCh, podemos enfatizar que algunas de las causas que animaron su aislamiento (posterior al plebiscito) dice relación con los errores de lectura de la realidad nacional y a una serie atrasos en la toma de decisiones (conocida como la “época de los atrasos”: 1985-1988).
Específicamente, tres cuestiones fundamentales (de ellas derivan otras tantas): la decisión del comité central de otorgarle viabilidad a la perspectiva insurreccional de masas, entiéndase la radicalización de la famosa política de rebelión popular, la cual según sus propios documentos (Pleno de dic 84-enero 85) se llevaría cabo por medio de una sublevación nacional. El resultado fue que no hubo tal radicalización y, por el contrario, las manifestaciones venían en declive. Es decir, el partido erró en el análisis y/o en los tiempos (admitiendo que las condiciones estaban dadas, cuestión que es claramente discutible), ya que el cénit de las movilizaciones fueron el año anterior.
La segunda observación, se refiere a que, una vez descubierta la internación de armas y el atentado a Pinochet, la dirección del partido decidió ratificar la rebelión popular. Bajo este contexto, y cuando la mayoría de la oposición llamaba a inscribirse en los registros electorales -incluyendo a los almeydistas- el PCCh se opuso advirtiendo la ineficacia de dicha decisión, ya que institucionalizaría a la dictadura. Finalmente, y cuando la oposición en su conjunto trabaja en la inscripción electoral, el comité central, en octubre de 1987, decidió apoyar públicamente la inscripción en los registros.
Mismo panorama ocurrió con el plebiscito (como tercer elemento). Si la mayoría de sus socios en la efímera Izquierda Unida trabajaban por el No y sus aliados almeydistas (en enero de 1988) llamaban a participar, el PCCh se retrasaba en el mensaje y se marginaba de la Concertación por el No (febrero 1988). Aún más, insistía en que la rebelión popular no había perdido legitimidad alguna. Finalmente, y sólo tres meses antes del famoso plebiscito, la dirección llamó a votar por el No.
El denominador común de estos antecedentes es que el partido tuvo una evidente dislocación entre su definición y la realidad e interés de la gente (las personas se inscribieron y votaron mayoritariamente) y, por otro lado, un resonado retraso en la toma de decisiones. Tellier así lo reconoció tiempo después.
A raíz de ello, el PCCh quedó signado como un partido rupturista y completamente aislado del sistema de partidos, desarrollando una actividad política testimonial durante largos años. Además dicha imagen, no se relacionaba con su anterior estrategia política, definida por alianzas amplias, de carácter electoral, bajo un pragmatismo negociador reconocido por sus pares. De ahí que aún hoy se siga discutiendo si la política de rebelión popular de masas fue o no un cambio de la “histórica línea”.
Es menester reconocer que una de las variables que ayudó a la marginalización del PCCh -en torno al plebiscito y en los sucesivos gobiernos concertacionistas- fue el arbitraje de la DC. Así lo confirmó el propio Boeninger. Incluso, tiempo después, Luis Corvalán en sus memorias citó la filtrada misiva de la directiva democratacristiana, donde se reconocía que la marginalidad del PCCh era un requisito fundamental para la salida negociada y el plebiscito.
Para la línea disidente interna del PCCh (de la que poco se ha documentado y escrito) todos los errores anteriores pavimentaron el camino definitivo a la marginalidad política. Los resultados electorales de 1989 confirmaron lo anterior. Junto a ello, la nueva directiva comunista -encabezada por Teitelboim- decidió no integrarse a la Concertación y construir un camino alternativo en los noventa. Los resultados de dicha decisión son por todos conocidos, así como la reconversión de ésta (el acuerdo instrumental parlamentario de 2009).
Creo que para una parte del PCCh los recuerdos en torno al plebiscito traen diversas reacciones y conclusiones. Por una parte, se logró el objetivo central (derrotar a Pinochet), pero paralelamente irrumpió la diáspora comunista, bajo un acalorado XV Congreso, con la formación oficial de la disidencia, con los cuestionados seminarios de ICAL, con renuncias masivas, acusaciones públicas y cenas de desagravio.
Todo lo anterior, fueron actividades inéditas en la centenaria evolución del PCCh. Sin embargo, y a pesar de todos estos inconvenientes y luchas intestinas, las bases y simpatizantes del partido se abocaron a la tarea mayoritaria y fueron parte de aquel recordado triunfo plebiscitario. Sin duda, una época llena de contrastes y desafíos políticos que aún hoy, a 25 años, siguen siendo afanosamente analizadas.
Mauricio Rojas Casimiro es periodista (UPLA), Máster en RR.II. y Comunicación (UCM), Doctorando en Ciencias Políticas y Sociología (UCM). Columnista en diversos medios nacionales y administrador del Blog http://chilereflexionpolitica.blogspot.de