Diciembre 26, 2024

El legado de Jacobo Árbenz Guzmán, el soldado de los pueblos de nuestra América

Jacobo es una más de las enormes figuras que Guatemala posee. Podríamos afirmar acerca de él, que es el parte aguas entre el ciclo histórico colonial y la modernidad por ser protagonista del enfrentamiento entre una forma de producir caduca y otra que aspiraba sacar al país de las relaciones feudales. Así lo expresó en su discurso de toma de posesión.

 

Sin embargo, la oligarquía heredera de los conquistadores y degenerada en una caterva ladina mercantilista; de estrecha visión empresarial a tenor de los tiempos, no les interesó el proyecto que los llevaría a una nueva estatura productiva realmente independiente. Contrario a ello, querían seguir basando sus ganancias en la explotación indiscriminada de indios y mestizos pobres; a tal punto que rayaba ésta en la semiesclavitud plasmada en una cartilla de jornaleros y una ley antivagancia que anclaba al colono a la tierra y al trabajo servil.

La visión futurista de Árbenz fortaleció pues, la discrepancia con las clases hegemónicas del país a tal medida que éstas idearon su derrocamiento, su humillación que decantó en un misterioso deceso en el exilio. Esa oligarquía aliada a un Imperio no entendió, aún a la fecha, que la historia es un proceso donde el cambio es ineluctable y prefiere seguir alimentando al mercado internacional con materias primas en bruto mientras el mercado interno que Jacobo quería formar y fortalecer se ha ido demoliendo en vez de ser la base fundamental que hubiera traído, a esas mismas clases poderosas, más réditos de lo que actualmente alcanzan con consumidores desnutridos y macilentos.

Hoy, los mismos que se jactan de liberales, no obstante, no se han dado cuenta aún del gran legado del Soldado del Pueblo por seguir mascullando el estribillo de esa propaganda de progreso anticomunista que choca brutalmente con la realidad de la mayoría de la población de este país que es similar a otras en este istmo por razones históricas. A tal punto que, siguen matando indígenas para apropiarse de sus tierras y riquezas; siguen persiguiendo comunistas, a pesar de cantar su desaparición con la caída del Muro de Berlín, para desviar la atención de su sistema extractivo y de plantación fracasado y dependiente de las cuotas de exportación que estipulan en el Norte. Se han conformado con una política exterior totalmente genuflexa a un Imperio condenado a la extinción, mientras en otras latitudes países similares al nuestro hacen negocios con potencias emergentes, mucho más justos y equitativos sin comprometer su soberanía.

Eso, es lo que había visualizado Jacobo. Empero, los que lo derrocaron dejaron pasar la oportunidad no solo para el país sino para el continente. Ahora, bajo las actuales circunstancias de descomposición, el Imperialismo se ha exacerbado en su condición autodestructiva, maniatando con mayor fuerza a sus ámbitos inmediatos de dominio, especialmente cuando, una visión similar a la de Árbenz, la cual, obviamente, se nutrió de Bolívar y Martí, pero también de Árbenz, se ha levantado en el Sur a raíz de la llegada de Hugo Chávez al poder y otros líderes democráticos como Correa en Ecuador, Evo en Bolivia, Lula y Dilma en Brasil, Néstor y Cristina en Argentina, Pepe en Uruguay, sin olvidar a la indómita Cuba.

Visión contraria diametralmente a la “excepcional” que tiene Estados Unidos de la democracia, la libertad y la libre autodeterminación de los pueblos.

Por ello, opino que el desarrollo solo podrá venir por otras vías, bajo otros esquemas de producción. No bajo el esquema tradicional capitalista pues, con todo, por nuestra cercanía regional con la poltrona imperial, ese esquema dejó de ser funcional hasta para ellos. La pobreza, como la conocemos los latinoamericanos, ya no es una “excepcionalidad” en Estados Unidos. Al contrario, se va extendiendo rápidamente; lógicamente, entre los hispanos y negros primero, pero muy pronto alcanzará a su población anglosajona. Si no es que ya. Por tanto, nuestros países al sur del Río Grande no debemos, por propio sentido común, seguir mascullando ese esquema. De ahí, que no esté de acuerdo con el llamado de algunos a formar un partido de empresarios y pequeños comerciantes de clase media, pues muchos de ellos han desaparecido bajo la égida monopólica y oligopólica de las transnacionales, absorbidos o destruidos, pasando a ser parte de sus tentáculos, pero, en mayor medida, proletarios. Realidad que deriva de la ley descrita por Marx de concentración y centralización de capitales, dando paso a saber el por qué el Imperio frenará cualquier intento de establecer otro Japón en sus propias narices.

Si algo, tenemos que proclamar es que Jacobo Árbenz puso en práctica las ideas bolivarianas y martianas al proponer un modelo de producción independiente de Estados Unidos, con base en la producción agrícola para crear y fortalecer un mercado interno que sirviera a su vez de plataforma para una industrialización futura. Una política exterior que, un poquito más de 50 años después, Hugo Chávez activó y extendió, haciendo nuevos socios comerciales, no solo para Venezuela sino para Latinoamérica, a través de instituciones regionales de cooperación y ayuda mutua que fomentan la unidad como Petrocaribe, la ALBA y UNASUR. Incluso, con otras naciones del planeta, especialmente, con potencias emergentes como los BRICS –Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica– sino con otros que para el Imperio son Estados Parias, como Irán y Siria, ésta última que sufre hoy la embestida mercenaria de parte de éste.

Que la frase: Cuba no cometerá los errores de Guatemala, al referirse a la defenestración del presidente Árbenz, no se equipare a fracaso sino sea un ejercicio de reflexión que nos inste a conocer y profundizar en la vida y acciones del héroe que se trocaron en guía para sortear adversidades y sostenerse a pesar de la traición. Un carácter de acero que, sin embargo, fue asediado hasta sus últimos días por el Imperio y sus secuaces por el solo hecho de pensar para su pueblo un destino diferente. Aún su recuerdo y su obra, hoy, es mancillada y vilipendiada por los oligarcas y sus voceros quienes, a pesar de su cantaleta de democracia y desarrollo, han fracasado rotundamente en encumbrar al país por sendas de dignidad, soberanía e independencia. Al contrario, nuestra nación se debate entre la ignorancia, la miseria y la muerte. ¡Qué hipocresía hablar contra el Soldado del Pueblo, cuando son unos malogrados en esos objetivos!

La herencia de Jacobo, debe servir no para añorar volver a esos tiempos sino para construir, actualizándolo a nuestras circunstancias, el Programa de Gobierno del, para y por el Pueblo.

Por ese legado histórico para el mundo, pero especialmente, para nuestra América, Jacobo Árbenz, que abrió brecha para la revolución latinoamericana y mundial, debiera ser encumbrado a reconocerse no solamente como el Soldado del Pueblo, sino como el Soldado de los Pueblos de Nuestra América.

 

 

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