Se baraja al interior de la DC la idea de oficializar, en el marco de los 40 años del golpe de estado, la famosa “carta de los 13” que en lo medular consistió en una misiva redactada por 13 dirigentes* de la colectividad que condenaron en su oportunidad el golpe de las FF.AA. Sin embargo, la directiva del partido, encabezada por Aylwin y Frei Montalva, redactó otra misiva, con carácter oficial, en la cual valoraron la acción de las fuerzas armadas y la derrota de la UP.
Ante esta disparidad de posiciones y la perspectiva que nos entrega el tiempo, un sector de la DC ha pretendido, desde hace un par de años, que la “carta de los 13” se constituya en la declaración oficial, desterrando con ello la línea política asumida por el grueso del partido y su dirección. Las críticas han comenzado a asomar desde diversos sectores, incluso desde los miembros que estamparon su rúbrica (Velasco rechazó esta idea en radio Cooperativa).
¿Es inconveniente que la DC reformule su posición frente al golpe de Estado? ¿Es de por sí incongruente desdecirse de una declaración oficial cuando incluso su principal promotor (Aylwin) ha reparado en el error? (“El reencuentro de los demócratas”, Ediciones B, Chile, 1998) ¿Es condenable que la directiva haya cambiado de opinión 10 o 40 años después?
Creo que el hecho en sí no representa un error e incluso puede constituir una grandeza. Cambiar de opinión -y más en política- trae, muchas veces, aparejado una connotación negativa, de fragilidad e incluso de inconsecuencia. Pero el punto es que la DC pretende que la misiva del grupo disidente de la época -y por cierto minoritario- se transforme en la declaración oficial, lo que representa una anomalía y una modificación de la realidad histórica.
Lo más asertivo, pareciera ser, es que se reconozca el contenido político de dicha carta. Es completamente razonable que se valore a dichos dirigentes por representar una alternativa a la directiva, pero es francamente contraproducente reemplazar los hechos consumados en papel y tinta. Reconocer el error del partido es una cosa, pero modificar y/o reemplazar los documentos oficiales es otra. La decisión de la directiva y sus principales líderes son, guste o no, parte de la herencia política de la DC al país.
Es comprensible que la iniciativa provenga de la juventud y de sectores de trabajadores del partido (según relató el propio Velasco) con el objeto de moderar, matizar o extirpar uno de los principales errores de sus dirigentes. Pero, insisto, consumar esta idea sería paralelamente falsear su propia historia partidista.
La actual iniciativa encierra también dos cuestiones: por un lado, posicionar una estrategia acorde al aniversario número de 40 del golpe de Estado y a las futuras elecciones generales de noviembre; y en segundo lugar, representa un intento por recomponer su ideario político. Esto último se torna aún más necesario ante la debacle de sus resultados electorales y la lenta muerte que golpea su puerta. La experiencia y el fatal desenlace de los partidos de centro en Chile -recordemos el todopoderoso PR- no deja dormir a sus octogenarios líderes.
La DC vive su peor momento político, electoral e ideológico. Y Aunque mantenga sus actuales cupos parlamentarios es un hecho su debacle en el sistema de partidos. Este problema se potenciará una vez que las alianzas se reordenen en un plazo no muy lejano y el sistema electoral se torne proporcional. Sus actuales líderes lo saben y abogan por enmendar al partido (después del 9% de Orrego) bajo un prisma menos conservador. La DC huele su propia defunción.
La forzosa intención de olvidar esas fatales convicciones antidemocráticas de 1973 no habla bien de este tradicional partido. Reemplazar la realidad histórica de sus decisiones es moralmente incorrecto. Mejor sería que su directiva reconociera los errores del pasado y dejara de ejercer la prerrogativa de la defensa de los DD.HH. y la democracia frente a otros partidos de su coalición.
* La carta fue firmada por: Bernardo Leighton, José Ignacio, Renán Fuentealba, Fernando Sanhueza H., Sergio Saavedra, Claudio Huepe, Andrés Aylwin Azócar, Mariano Ruiz-Esquide, Jorge Cash M., Jorge Donoso, Ignacio Balbontín, Florencio Ceballos y Belisario Velasco.