Chile es un país monstruoso, que tiene una enorme cabezota – Santiago – que se traga todos los nutrientes necesarios para la subsistencia, y unas regiones raquíticas que, da la casualidad, aportan gran parte del producto nacional (PIB).
Después de tres siglos, seguimos en la época de Carlos III, es decir, “el rey” nombra al gobernador y el gobernador a los intendentes, y todos a dedo – igual que en pleno siglo XXI -. ¿A quién representan los intendentes? ¿A quién los gobernadores? Sólo al “rey presidente”. Todos los habitantes de regiones, provincias y ciudades saben bien que es inútil hablar con estos personajes cuando hay un problema, pues son títeres, dirigidos desde Santiago, y en cualquier conflicto llaman a un ministro que, en apariencia, cuente con algún poder o autoridad para negociar.
Mi país no es un país, tampoco una geografía, es apenas una capital imperial y catorce colonias, que si se rebelaron – igual que en 1810 – sería tan legítimo como en el cabildo abierto del siglo XIX – no en vano ese siglo estuvo marcado por dos guerras civiles regionales, la de Concepción contra Santiago, y la de Coquimbo, una al comienzo y, la otra, al fin de la tiranía de Manuel Montt Torres -; les queda poco tiempo a los políticos para hacer de Chile un país federal antes de que las provincias, en su conjunto, opten por la desobediencia civil.
Durante los largos tres años del gobierno más desastroso de nuestra historia, el de Sebastián Piñera, no hay región, provincia o comuna que no haya tenido que recurrir a la protesta pública no violenta para develar las pésimas condiciones a los cuales los condenan los gobiernos borbónicos. La lista es larga, pero resaltan Magallanes, Aysén, Quellón, Coronel, Freirina, Copiapó, Caldera y, ahora, Tocopilla.
En todas, el pueblo se ha organizado y movilizado a través de la creación de Asambleas Ciudadanas transversales, desde el punto de vista político, que plantean al monarca y su séquito una serie de justas demandas, que siempre son desoídas, en una primera instancia por el poder central, para luego enviar a las Fuerzas Especiales represoras para que gaseen a los ciudadanos y, así, pretender acallar o prolongar las manifestaciones hasta lograr su división – una estrategia antidemocrática y de sublime estupidez – que terminan, la mayoría de las veces, en el fracaso.
Tocopilla fue, históricamente, el lugar de donde salían los minerales del salitre y, mientras más rico era Chile, más pobre era Tocopilla. Hoy, la ciudad de Alexis Sánchez, sigue siendo tan pobre como antaño, pero cuenta con un hospital de última generación, El Macuda, sin ningún especialista – es un edificio sólo decorativo – y para una cesárea, una madre tiene que viajar a Antofagasta, lo mismo para las diálisis, ni hablar de tratamientos más complicados; es la ciudad que cuenta con más enfermos de cáncer en Chile si se considera la relación con su población.
El “lujo” de la ciudad es la existencia de dos grandes termoeléctricas – recordemos que la ahora candidata durante su gobierno fue la reina de este tipo de energía – y como este país tiene el récord de paradojas, los habitantes de Tocopilla pagan la energía eléctrica mucho más cara que la utilizada por las empresas mineras – en Chile, siempre los pulpos se comen a los ciudadanos de a pie -. Aun cuando usted no lo crea, Tocopilla no cuenta con transporte público, sólo colectivos y el pase escolar sirve para el tacho de la basura. Según el gran y comprometido alcalde, Fernando San Román, (fundador del PRO), las termoeléctricas pagan $18.500 de patente municipal, mientras que un kiosco, vendedor de Diarios y Superocho, paga $40.000.
Ante tanta inequidad, los tranquilos tocopillanos se hicieron sentir tomándose la carretera y exigiendo la visita de algunos ministros empoderados, que atendieran sus demandas, pero el gobierno respondió con la represión, por parte de las Fuerzas Especiales, llegando al extremo de insensibilidad y estupidez de tomar preso al alcalde y a muchos de los habitantes; para rematar su insensatez, lo golpearon e insultaron, como lo hacían en la época del repugnante tirano Augusto Pinochet.
Hoy, Tocopilla ha amanecido con banderas negras, como signo que el Chile colonial borbónico se ha convertido en una excrecencia inaceptable. Por favor, antes de emitir su voto, piense un poco más y no lo haga por los representantes del duopolio que, durante casi 30 años, nos han conducido al marasmo.
Rafael Luis Gumucio Rivas
03/08/2013