El rescate de los 33 mineros del yacimiento San José, en Atacama, constituyó un apoteósico éxito para el gobierno de Sebastián Piñera. Una pariente que vive en Ottawa, pasó la noche en vela sólo para ver la gran película del rescate de los mineros y, otros, en Bogotá, aún recuerdan al minero que tenía dos mujeres. Incluso el Presidente Piñera hizo otra más de sus metidas de pata al anunciar la salida de Florencio Ceballos, que sólo era un amigo de él y mío, pues el minero tenía otro nombre – y más tarde aprovechó muy bien en su viaje a Europa, recién ocurrido el “milagroso rescate”, distribuyendo la piedra a cuanto Rey o Reina, Presidente o Primer Ministro tuvo la oportunidad de narrarle la hazaña, con pelos y señales; llegó a tanto su majadería que su atinada mujer, Cecilia Morel, le suplicó que no lo siguiera haciendo.
Un ministro de Minería, hasta esa fecha desconocido – incluso retado por un viejo minero al comienzo a causa de los errores que estaba cometiendo – se transformó en el héroe de este acontecimiento, “sin par en la historia universal”, tal vez superior a las hazañas de los héroes de la antigüedad. Laurence Golborne, a través de tres años como buen empresario, le ha sacado utilidades de un 1000% a su actuación, en ese “glorioso” mes de octubre: le valió ser candidato presidencial de la UDI y, hoy, postulante a senador por Santiago Oriente.
El Presidente Sebastián Piñera – como los antiguos herederos de la aristocracia – dilapidó ese capital de popularidad en apenas un mes, pues de 60% de apoyo popular ha bajado a 30% y, con mucha razón, nunca más se ha hablado del tema.
Si bien es cierto fue muy valioso el voluntarismo del gobierno, no se puede negar el valioso apoyo de una serie de países extranjeros – entre ellos Estados Unidos – con sus ingenieros y técnicos, que junto a los profesionales de CODELCO, elaboraron las estrategias que permitieron salvar con vida a los 33 mineros.
Con el tiempo todo se olvida: en su momento, algunos dirigentes españoles y Ángela Merkel, entre otros, le recordaron al Presidente Piñera que en sus países no ocurrirían accidentes como este, pues no se trataba como bestias a los mineros y existían medidas de seguridad mínimas y un profundo respeto a los trabajadores.
En esos días, la opinión pública, los medios de comunicación y las autoridades coincidían en que los dueños de la mina deberían ser castigados en forma ejemplar por los tribunales de justicia, y se alegaba que Sernageomin no fiscalizaba a causa de sus escasos recursos y carencia de personal pero, a poco andar, con menos bombo, continuaron los accidentes mineros y muerte de pirquineros sin que ninguna autoridad interviniera.
La provincia de Atacama ha sido siempre un cementerio de mineros y, como siempre en Chile, las víctimas son los pobres, que se ven forzados a causa de su miseria, a “horadar las entrañas de la tierra” – como diría cualquier siútico – para mantener a su familia.
Hoy nos hemos enterado que los tribunales de justicia han dejado libres de toda responsabilidad a los dueños de la mina San José, al menos en el plano penal, pues aún falta el civil.
En este país “anormal” los 33 protagonistas, antes héroes, hoy están en la miseria y se les niega incluso el derecho a la justicia, mientras otros profitan, injustamente, de ese “heroico” momento.
Rafael Luis Gumucio Rivas
01/08/2013