La noche para la derecha llegó con el sorpresivo derrumbe de Pablo Longueira, afectado por un colapso nervioso luego de imponerse por estrecho margen a Andrés Allamand en las primarias. Todo indica que el esfuerzo fue excesivo y tras experimentar el relajo del triunfo, el líder de la UDI sufrió un cortocircuito neuronal que lo mandó a la lona. Fue el ocaso transitorio de un luchador nato.
Desde La Moneda, el presidente Piñera se apresuró a afirmar que a su modo de ver, Evelyn Matthei era la persona que debía reemplazar a Longueira. Allamand -que casi por inercia seguía siendo el aspirante natural de RN- renunció a repostularse enfrentando a la Matthei. La pista quedó así libre para la abanderada de la UDI para competir con Bachelet.
Allamand y Piñera se conocieron en 1983, cuando el primero formó el Movimiento Unión Nacional (MUN) para agrupar a la derecha y buscar un camino de retorno a la democracia. Allamand trató de convencer a Piñera de sumarse a la iniciativa, pero el empresario rehusó. Ambos volvieron a verse en mayo de 1988, poco después que Ricardo Lagos desafiara con el dedo al general Pinochet en un programa de televisión. A ese mismo espacio debía asistir la derecha en la semana siguiente, y Allamand se estrujaba el cerebro tratando de encontrar a una mujer que transmitiera una buena imagen en pantalla. Se acordó de una jovencita rubia, bonita y despierta que cumplía los requisitos, a quien conocía de los almuerzos que organizaba Augusto Schuster una vez al mes en el Club de La Unión con empresarios y economistas, donde ella era la única mujer invitada. Se trataba de Evelyn Matthei, hija del comandante en jefe de la Fach y miembro de la Junta de Gobierno, general Fernando Matthei Aubel.
Allamand habló con ella en Bancard, la empresa que Piñera había fundado para introducir las tarjetas de crédito en Chile y donde la joven economista era subgerente de Turismo y Seguros desde 1986. Evelyn le pidió que consultara con su jefe, a quien conocía desde 1975, cuando Piñera era su profesor en la Escuela de Economía de la UC. Más tarde trabajó como su ayudante en la Cepal en Santiago. Para ir a la televisión con los dirigentes de la derecha, la rubia ejecutiva tuvo que conseguir autorización de su padre, trámite en el que estuvieron presentes el general Ramón Vega, Hernán Cubillos y su marido desde 1979, Jorge Desormeaux. Finalmente, fue al programa acompañando a Sergio Onofre Jarpa, Renato Gazmuri y al propio Allamand, quien la había preparado durante varios días. El éxito fue inmediato; era una muchacha moderna, preparada e inteligente. De allí en adelante, la rubia se dedicó casi enteramente a la política, aunque mantuvo su cargo en Bancard hasta un mes antes de asumir como diputada por Las Condes, en 1990.
Evelyn desarrolló gran admiración por Allamand y su proyecto para modernizar a la derecha. Lo consultaba cada vez que tenía que conceder entrevistas o ir a algún foro. Piñera, en tanto, se vinculó al equipo de Eduardo Frei Ruiz-Tagle en las elecciones internas del PDC para elegir postulante a La Moneda, y manifestó su deseo de asumir un papel más protagónico en el partido de sus padres. Incluso tuvo una reunión formal con dirigentes de la Falange que le expresaron buena acogida, pero al mismo tiempo le pidieron un breve periodo de militancia antes de emprender desafíos mayores. Su frustración fue inmediata, como casi siempre, e inició un progresivo acercamiento hacia Andrés Allamand, que poco después estuvo dispuesto a respaldarlo en una postulación al Senado por Santiago Oriente. La sintonía entre ambos fue instantánea. Allamand, además, sinceró su deseo de ser presidente de RN y la intención de que Alberto Espina asumiera la jefatura de los diputados.
LA EXULTANTE
“PATRULLA JUVENIL”
Evelyn logró ser nominada candidata a diputada por Las Condes y Espina, por el distrito de Ñuñoa y Providencia. Allamand, por su parte, optó por asentar su carrera en el partido. La batalla más dura la dio Evelyn en contra del candidato de la UDI por Las Condes, el ex editor de Economía y Negocios de El Mercurio, Joaquín Lavín, “El gallo de pelea”, según el eslogan que le inventó el empresario Carlos Alberto Délano.
Piñera, Evelyn y Espina lanzaron sus campañas en un acto conjunto en Ñuñoa y desde ese instante, se hicieron inseparables. Comían juntos casi todas las noches en el restaurante München. Matthei desoyó todos los consejos para sumarse al trabajo político de Hermógenes Pérez de Arce, rival de Piñera en la lista de la derecha. Por ningún motivo, repetía; ella era leal con su jefe.
El éxito en las elecciones coronó sus esfuerzos y confirmó que la estrategia había sido correcta. Allamand transmitió su experiencia y su habilidad, además de presentarles a innumerables contactos en las siempre necesarias filas del periodismo. RN resultó el partido más importante de la derecha y dos días después, Piñera firmó el registro de militantes.
A comienzos de febrero de 1990, tomando el sol en las riberas del lago Caburga, en la casa del empresario, Piñera y Allamand sellaron un pacto hacia un segundo objetivo: el primero iría por una nominación a la candidatura presidencial de la derecha; el segundo, trataría de desplazar a Sergio Onofre Jarpa de la presidencia del partido. Piñera pretendía el gobierno; Allamand, el poder.
En los meses siguientes, el senador Piñera cumplió un rol relevante en las negociaciones para las reformas tributarias y laborales que pretendía el presidente Patricio Aylwin. Sirvió de interlocutor con los ministros Alejandro Foxley y René Cortázar. Era el inicio de “la democracia de los acuerdos”. En abril de ese año, Allamand emprendió su asalto a la cúpula del partido. Jarpa intentó quebrar a la “patrulla juvenil” y ofreció a Alberto Espina un cargo en la directiva de RN que encabezaría Miguel Otero, tío y socio del diputado en el bufete de abogados de la familia. Había, eso sí, una condición: Allamand quedaba fuera de la directiva. Piñera y Matthei supieron de la maniobra y encararon a Espina: “¿Cómo voy a traicionar a Andrés, si yo soy el que le cuida las espaldas?”, fue la respuesta desesperada del aludido.
Apoyado por Pedro Ibáñez y Francisco Bulnes, Allamand se encaminó hacia la presidencia de RN. Jarpa sólo pudo conseguir que su derrota no fuera demasiado aplastante. Vetó a Piñera y a Matthei e impuso varios nombres en la mesa directiva. Allamand contó más tarde que intentó mediar por su amiga, pero que Jarpa argumentó que la rubia estaba acarreando demasiadas molestias a los mandos militares.
-¿Y Piñera?-, retrucó Allamand. “Yo sé que es muy amigo suyo. Es recontra inteligente y tiene plata. Incluso, cuando quiere, puede ser simpático. Pero yo le he visto en el Senado. Es acaballado y atropellador y además, viene llegando al partido. Tiene objetivos y no se detiene hasta alcanzarlos. Es mejor tenerlo un poco más controlado. Que aprenda y haga el servicio militar. En el Senado le va a ayudar pero en la mesa va a ser un dolor de cabeza para todos, incluido usted”, le respondió Jarpa.
Por esos días se publicó una encuesta Search sobre los políticos jóvenes con mayor proyección: los patrulleros arrasaban. Piñera con un 42,2; Matthei con 32,5; Allamand con 31,3 y Espina con 21,8. Así, nadie pudo impedir la llegada de Allamand a la cúspide del entonces mayor partido de la derecha. Fue tal el entusiasmo que despertó su triunfo a los 34 años de edad, que varios de sus amigos de otras tiendas políticas se contagiaron con su victoria. Así, el 25 de agosto de 1990, en la casa de Gutenberg Martínez, le ofrecieron una cena de homenaje por ser “el primero de la joven generación que logra la presidencia de su partido”. Entre los que se quedaron hasta más allá de las tres de la madrugada estaban: Andrés Chadwick, Juan Antonio Coloma, Alberto Espina, Juan Carlos Latorre, Jorge Pizarro, Jorge Schaulsohn, Sergio Bitar, Eduardo Loyola, Osvaldo Puccio y dos conocidos periodistas de esta plaza. Esa era la cara oculta de la otra “democracia de los acuerdos”, desarrollada muy en privado, sólo entre amigos.
EL ENCONO
Los primeros síntomas del distanciamiento entre los miembros de la “patrulla” fueron los roces entre Evelyn y Espina por el liderazgo de los diputados de RN. Se decía que Allamand prefería al segundo. Evelyn decidió dar otra batalla. Con Federico Mekis y Lily Pérez cooperó con los diputados en sus relaciones con la prensa. Pronto sus colegas de bancada figuraron en diarios, revistas y televisión.
Allamand lanzó su proyecto de “gabinete en las sombras”, inspirado en el modelo británico de oposición. Instaló a Piñera en Hacienda y nombró otros 18 cargos, olvidándose de Evelyn. Cuando reparó en su error, le ofreció Economía, pero la dolida patrullera lo rechazó.
“Andrés está completamente dominado por Sebastián”, empezó a decir la diputada. Sus tres amigos -Andrés, Sebastián y Alberto- habían logrado posiciones expectantes en la política y en el partido, pero a ella sólo le habían tocado las sobras de la torta. Consideraba que tenía prestigio, que estaba capacitada y contaba con el respeto de muchos de sus compañeros. Pero que seguían ignorándola. Todo estaba cambiando demasiado rápido. Evelyn no se percató que las esposas de los otros tres patrulleros eran amigas entre sí y que junto a sus maridos, compartían actividades a las que ella y Jorge Desormeaux nunca eran invitados. Sergio Onofre Jarpa, zorro viejo y conocedor de los secretos de los gallineros, comprendió rápido lo que estaba ocurriendo y decidió manejar la situación en su provecho. Jarpa insinuó en diversos salones que Evelyn tenía todos los atributos para ser una buena candidata presidencial.
Para la Navidad de 1991, un mes después que la diputada cumpliera 39 años y parido a su tercera hija, era la figura mejor evaluada de la derecha y un grupo de sus colegas, encabezados por Gustavo Alessandri e inspirados por Jarpa, habían empezado a recolectar firmas para pedirle que se postulara a la Presidencia de la República. La rubia declaró que no se le pasaba por la mente aceptar esa postulación, pero que quería un sillón en el Senado, ojala por Valparaíso. Más tarde se sabría que Piñera y Espina advirtieron a Evelyn que no se atreviera a cruzarse en sus caminos ni en el de Andrés Allamand.
Dirigentes y militantes se quejaban que Allamand ya no los escuchaba. Se expandía también la aversión a Piñera, que no saludaba a nadie y parecía desplazarse en un limbo al que sólo accedían algunos privilegiados. La soberbia de los patrulleros estaba sobrepasando la paciencia de muchos de sus compañeros. En febrero de 1992, mientras Evelyn tomaba vacaciones, Piñera y Allamand diseñaron la campaña de RN para las elecciones municipales de junio. Todas las piezas de marketing y propaganda estaban armadas según los intereses del empresario. De regreso en Santiago, Evelyn expresó su indignación que llegó de inmediato a oídos de Jarpa.
Entonces, en mayo de 1992, la diputada decidió lanzar su candidatura presidencial e instaló su comando en la imprenta Ograma, en Ñuñoa, perteneciente al jarpista Roberto Palumbo. Allí se ubicaron sus más cercanos consejeros: Cristián Correa, Francisco Ignacio Ossa, la periodista Fernanda Otero y el publicista Mario Lubert. Simultáneamente, empezó a propagar un quemante rumor: “Piñera tiene comprado a Andrés”. A fines de julio, finalmente, Jarpa dio su bendición a la candidatura de Evelyn Matthei. Sólo le puso una condición: que fuera hasta el final.
Un mes después, el domingo 23 de agosto de 1992, la diputada asistió al programa “A eso de…”, en Megavisión, canal del empresario Ricardo Claro. Allí se viviría el primer acto de una comedia escrita en el Infierno, que a partir de la semana siguiente sepultó temporalmente las ambiciones presidenciales de Piñera, la arrastró a ella misma al escarnio público, la obligó a abandonar RN y a sumirse en un ostracismo del que le costaría un largo tiempo recuperarse. La historia de aquel oscuro episodio de espionaje telefónico militar -denominado “Piñeragate” o “Kiotazo”-, así como el papel que cumplió Evelyn Matthei en su desarrollo, se revisarán nuevamente ahora -21 años después- si se confirma su candidatura a La Moneda.
MANUEL SALAZAR SALVO
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 786, 26 de julio, 2013