En la sede de Renovación Nacional, después de una de las reuniones de la Comisión Política de ese Partido, convocada especialmente, luego de la intempestiva proclamación por la UDI de Evelyn Matthei como candidata a la presidencia de la república, un periodista advierte a Carlos Larraín que está grabando en vivo y, para sorpresa suya, don Carlos responde: “tú estarás vivo, yo estoy muerto”. No sé si la frase expresa la muerte política del presidente de Renovación Nacional y/o de su Partido, pero lo cierto es que ambos están vivos, pero bastante magullados.
Sin eufemismos, ni palabras de buena crianza, la directiva de la UDI – entre ellos Patricio Melero y Jovino Novoa – fregó el piso con Carlos Larraín y el resto de la directiva de RN, empleando el factor sorpresa y desahuciando las conversaciones previas eligió a Evelyn Matthei como su abanderada, lo cual constituye un verdadero ají en el trasero para uno de los principales líderes del Partido de Antonio Varas, Andrés Allamand.
El episodio se remonta a la intervención de la candidata de la UDI en el bullado caso “drogas en el Congreso nacional” en que ella colaboró con Francisco Javier Cuadra para denunciar a algunos parlamentarios, quienes, supuestamente, consumían droga – como siempre, en Chile, pagaron funcionarios del Congreso, de baja calificación, por las supuestas responsabilidades de sus jefes – entre quienes aparecían como acusados los diputados Andrés Allamand y Alberto Espina, entre otros.
El Partido Renovación Nacional, desde su fundación por Onofre Jarpa, ex ministro de Augusto Pinochet, y antes, uno de los senadores más destacados del extinto Partido Nacional, y Andrés Allamand, líder de la llamada “patrulla juvenil” en su época, siempre ha sido, a mi modo de ver, el más invertebrado de los partidos políticos chilenos; no es una “federación” de fracciones- como en el Partido Socialista – pero siempre ha estado marcado por dos tendencias en conflicto: los pinochetistas, que han hegemonizado el Partido, en múltiples ocasiones, y un sector que pretende ser liberal pero, a la larga, siempre terminan dominando los conservadores.
Renovación Nacional no tiene nada de pipiolo – predecesores de los liberales -, mucho menos podemos ubicarlos en la línea de sucesión de Francisco Bilbao, Benjamín Vicuña Mackenna, Domingo Santamaría, José Balmaceda, y tantos otros – con razón, el escritor Cristóbal Bellodio sostiene que el liberalismo no tiene ninguna cabida en Renovación Nacional -.
Según mi opinión, no se puede culpar de la inexistencia del liberalismo en Renovación Nacional – yo diría, incluso, en Chile – a don Carlos Larraín Peña. Es cierto que puede clasificarlo como el último de los hacendados aristócratas – prácticamente desaparecieron con la reforma agraria de Eduardo Frei Montalva – y también de los “caballeros de Chile”, pues su vocabulario pertenece a la generación de nuestros abuelitos – “el año de la cocoa”, se chingó”, y otras expresiones del “tiempo de las polainas”. La característica de ser el último de un Partido fenecido es una costumbre muy antigua, por ejemplo, Alberto Edwards se autodenominó “el último de los pelucones”; Jorge Rogers, el último de los falangistas, y así con otros personajes de nuestra historia.
El drama de una derecha plural y liberal se remonta a épocas muy antiguas: en la República Parlamentaria, un sector liberal fue dominado por los conservadores, y otro a los conservadores – unos pechoños, otros masones; unos por la educación clerical, otros por la laica -. (Cuando el líder liberal, Manuel Rivas Vicuña, incursionó en la masonería, su mujer lo obligó a rezar varios rosarios a la hora del Angelus -.
Extinguida la lucha teológica – por la libertad de enseñanza – liberales y conservadores pasaron a ser, prácticamente, lo mismo en los temas económico-sociales y en su adhesión al liberalismo; la única importante diferencia es, por ejemplo, que a partir de la fundación de la Alianza Liberal, por Federico Errázuriz Zañartu, nunca, en nuestra historia, ha sido elegido un Presidente conservador – es de esperar que se siga manteniendo esta constante histórica, en el caso de la UDI -.
Nos mantenemos a la expectativa de la resolución del Consejo Nacional de RN, que por cierto, puede dar la misma sorpresa de 2005 cuando entraron apoyando a Lavín y terminaron apoyando a Piñera. Ello constituiría, a mi modo de ver, una salida digna para un Partido moribundo, atropellado, humillado y pisoteado por el fascismo-leninismo de la UDI, una peste que debe ser erradicada electoralmente, pues es muy dañina para la democracia.
Rafael Luis Gumucio Rivas
27/07/2013