Y la historia es una bola de fuego que va y viene, más rápido de lo que suponemos, como si el tiempo fuera controlado desde alguna matrix gobernada por algún sátiro dictador universal. No es un mal chiste, es realidad. En Chile la candidata presidencial de la derecha es hija de un general golpista. Una rubia del barrio alto, fanática defensora de la dictadura militar, ferviente cancerbera de la economía de Milton Friedman y experta en montajes políticos de la más baja calaña.
Así no más. No nos dimos cuenta como la vertiginosa historia nos devolvió de sopetón y en plena cara a la mujer que hasta hace poco simbolizaba grosería y prepotencia. De hecho ella misma, hace un par de meses atrás, anunciaba su retiro. Pero ya se sabe, en política no hay muertos, pues se reinventan como zombis.
Como olvidar el año 1992, cuando Evelyn recurría al comando de telecomunicaciones del ejercito para solicitar la intercepción del teléfono de su entonces rival político, Sebastián Piñera. Un turbio episodio que incluye amenazas de muerte y hasta el secuestro del hijo del actual presidente de Chile. Una operación solicitada por la hija del general Matthei y que fue transmitida en vivo para todo Chile a través del Megavisión de Ricardo Claro. Eso sí, a Evelyn la operación le costó el rechazo de sus pares RN, al punto de que la rubia, entonces diputada, terminaría renunciando al partido de Jarpa, mientras Piñera quedaba sin opción presidencial.
Pero Evelyn no aprendió la lección del llamado “Kiotazo” y, en 1995, aparecería avalando la polémica acusación hecha por el ex ministro de Pinochet, Francisco Javier Cuadra, respecto a que algunos parlamentarios de la época ni se limpiaban la nariz después de jalar. La entonces rubia senadora y hoy candidata presidencial de la UDI, proporcionaba testigos que inculparían a su ex compañero de partido Andrés Allamand, como asiduo consumidor de cocaína. Y no conforme con eso, Evelyn participaría junto a Cuadra, en la producción de un video montaje que intentaba probar que el diputado DC Juan Carlos Latorre había comprado coca. El caso terminó con Francisco Javier Cuadra preso y la blonda, al igual que en el montaje anterior, resultaría indemne. Seguiría en el parlamento. Por otro lado, Allamand quedaba fuera del congreso y partía en su caminata hacia el desierto.
Y así terminaba la hiperventilada década de los noventa y llegaba el nuevo siglo con sus cánticos posmodernos. Los negocios prosperaban y hacían olvidar guerras y vendettas. El alto precio del cobre y lo pujante del retail emborrachaban a empresarios y clase política. No había para que pelear, era de picantes y anacrónicos. Lo importante era mantener las buenas cifras macroeconómicas y esperar un benevolente chorreo.
Entonces, Evelyn se parapetaría en la Comisión de Hacienda del Senado para defender con dientes y muelas al modelo económico legado por la junta militar de la que había sido parte su padre. Desde esa instancia, cuidaría los intereses de grandes empresarios, tal como queda consignado en sus indicaciones presentadas en la tramitación de la ley de pesca del año 2009 o cuando el año 2008, a través de una declaración pública, salió en defensa de las cadenas de farmacias coludidas para subir precios de medicamentos.
Con la llegada de la locomotora Piñera a la Moneda, gracias a los votos de un país delirante de ambición emprendedora, la derecha cumple el sueño y toma el control del ejecutivo.
En un primer momento, el gabinete de Piñera lo encabezan, mayoritariamente, tecnócratas ligados al mundo empresarial. Pero luego del histórico y revolucionario año 2011, regresan los políticos profesionales a palacio. Es así como se instalan los hasta entonces senadores Chadwick, Longueira y Matthei en carteras estratégicas: Interior, Economía y Trabajo, respectivamente. La UDI toma el control del gobierno. Se hablaba del “golpe blanco” del que habría sido victima Sebastián Piñera a manos del gremialismo. Los analistas suponían que una vez más, los enemigos históricos llegaban para faenarse al empresario presidente.
Pero no. La UDI aterrizaba para cuidar la constitución de Jaime Guzmán, obra gruesa del modelo. Se hundía la iglesia, el retail, la educación privada. Las instituciones caían estrepitosamente en aprobación. Por lo menos, había que proteger a los accionistas de campañas: AFP, Isapres y bancos. También había que evitar doblajes senatoriales. Por otro lado, Piñera se entusiasmaba con la posibilidad de ir como candidato presidencial el 2017. Para ello, la UDI resultaba fundamental. A Piñera le convenía instalar a un candidato pechoño y ultraderechista, no a un liberal que le hiciera sombra. UDI y Piñera se necesitaban y no importaron los daños de ayer. No importó el recuerdo del hijo secuestrado. Hoy lo relevante resultaba ser la constitución de Jaime y la candidatura de Sebastián.
Es así como los primos Andrés Chadwick y Sebastián Piñera lideraron desde palacio la operación que terminaría bajando la candidatura de Laurence Golborne. Había que aniquilar al hijo de ferretero, pues opacaba las futuras pretensiones políticas de Piñera. En su reemplazo, aparece Longueira. Para él fueron las fotos y lucas del presidente empresario en apoyo a su campaña de primarias (la ley de financiamiento de campañas políticas solo opera desde agosto). Ganó Longueira. Pero había un detalle que pocos sabían (quizás lo sabía Chadwick, hombre entendido en depresiones severas). El rudo líder gremialista estaba enfermo. Se bajaba Longueira y a rey muerto, rey puesto. La vida y sus vueltas. La operación de Piñera terminaba instalando a Evelyn Matthei, su principal enemiga, como candidata presidencial.
Ni el mejor de los guionistas lo podría haber escrito. A Evelyn le bastó con mantenerse vigente y esperar. Como diría el Chavo del 8, todo ocurrió “sin querer, queriendo”. Por mientras todo pasaba, ella se operaba la nariz, para desenmarcarse del legado de su padre.
La misma mujer que hasta hace poco defendía a la planta Agrosúper de Freirina. La que proponía aumentar la edad de jubilación como solución para mejorar las pensiones. La que ejerció como vocera de la vil operación “falsos exonerados”, que resultaron ser verdaderos. Esa misma de la radio Kyoto, hoy revive como opción presidencial. A ella le toca la misión de representar a la derecha política en su ocaso. Como si los símbolos cobraran vida y se colgaran, cual alma en pena, en los hombros de la decadencia acumulada.