Diciembre 26, 2024

Belén, símbolo de un país enfermo

Belén, una niña de 11 años que tiene un embarazo de más de tres meses, permanente violada por su padrastro, constituye un símbolo de un Chile bipolar: por un lado, ostentoso y millonario, de autos de lujo – incluso como coleccionistas – y, por lado, la cara pobre, incluso miserable y víctima de una pésima educación – si es que la tienen – . En este país enfermo hay miles de niñas violadas por parientes cercanos. Hoy, el caso de Belén se ha convertido en un símbolo de una realidad humana y social inaceptable.

 

Chile, junto a cuatro Estados más – el Vaticano, Malta, Salvador y Nicaragua – no acepta el aborto terapéutico y además condena a médicos y madres que abortan a penas aflictivas, incluso en casos extremos como la malformación del feto y no viable. El caso de Belén plantea un problema ético fundamental que dice relación con la necesidad de legislar, a la brevedad, sobre el aborto terapéutico que, en este caso, se refiere a niñas violadas, incluso por familiares – padres, padrastros, tíos, abuelos, y otros – y, en muchos casos, con la complicidad de la madre quien, como en el caso de Belén, por ignorancia sostiene que “estas relaciones eran consentidas” por la víctima.

 

En nuestro país, el partido transversal de los conservadores ha hecho imposible avanzar en aspectos que ya están incluidos en todas las legislaciones de la mayoría de los países del mundo. Las iglesias, no sólo la católica, sino también algunas evangélicas, con singular integrismo, comenzaron combatiendo el divorcio vincular, luego, las pastillas anticonceptivas y otros métodos de contracepción, posteriormente la distribución de la píldora del día después, y hoy el aborto terapéutico; además se niegan a aceptar la “muerte dulce”, el matrimonio igualitario y todo lo que huela a avances en los derechos de la persona.

 

En Chile se da el agravante de que dos partidos de inspiración cristiana – la UDI y la DC – tienen importante representación parlamentaria, lo cual les ha permitido, en no pocas oportunidades, con la complicidad de algunos partidos llamados Socialista y PPD visar cualquier iniciativa sobre el aborto terapéutico. Es tan paradójico nuestro poder legislativo que antes de discutir sobre la “idea de legislar”, se pone en discusión si se puede o no hablar del tema.

 

En tiempos pasados, los falangistas y los democratacristianos tenían el valor de contradecir a la iglesia católica cuando sostenía ideas integristas y teocráticas – propias de la Edad Media –. Por ejemplo, durante el gobierno de Frei Montalva se introdujo la píldora anticonceptiva y se mantuvo el aborto terapéutico, que ya existía desde 1931. Es deprimente comprobar que algunos de los miembros del partido de Eduardo Frei Montalva han descendido a las más cavernarias posiciones con respecto a este tema: equivale a un viraje del catolicismo de apertura del Cardenal Raúl Silva Enríquez al conservador y totalitario de Jorge Medina Estévez.

 

Como en el caso del divorcio vincular, nuestra historia legislativa está plagada de proyectos de diversos parlamentarios respecto del aborto terapéutico: Marco Enríquez-Ominami y otros diputados díscolos presentaron uno que, simplemente, despenalizaba el aborto, alegando el derecho de la mujer a disponer de su cuerpo, pero un presidente de la Cámara de Diputados – ex comunista y hoy PPD – declaró inadmisible el proyecto debido, especialmente, a las presiones de los miembros del partido transversal conservador, que se autodenominó, con mucho audacia, “bancada por la vida” – como si los autores del Proyecto de ley estuvieran contra la vida -.

 

Dentro de los líderes de esta integrista combinación se encuentra Patricio Walker, uno de los tres hermanos congresistas, en ese entonces diputado. Esta familia, descendiente del prohombre don Horacio Walker, quien como presidente del Partido Conservador expulsó a los falangistas en 1938 y en 1955 entró a la Democracia Cristiana, se ha apropiado del Partido demócratacristiano, tiñéndolo de concepciones retrógradas, teocráticas y conservadoras que en gran parte explican el fracaso de la candidatura de Claudio Orrego en las recientes primarias presidenciales. (Baste recordar uno de los eslogan más ridículos y sin sentido, “creo en Dios y ¿qué?”)

 

Por enésima vez se discute en el senado un proyecto de aborto terapéutico que, pensamos, nuevamente será boicoteado por los fariseos de siempre.

 

Indigna comprobar la monstruosidad moral de una iglesia católica cuya curia está infiltrada por la masonería y, además, el Vaticano “es sede” de una organización de pederastas, que venden a vil precio a los seminaristas para el morboso placer de los cardenales y de otros funcionarios, y que también regenta el Banco Vaticano, cuna del lavado de dinero de los capitalistas mundiales. ¿Cómo se atreve esta institución religiosa a opinar y combatir el derecho de las mujeres a disponer de su cuerpo, cuando viola todas las normas de una mínima moralidad?

 

A los clérigos y a los partidos políticos de inspiración cristiana no les cabría bien algunas frases de Jesús – que están en el Nuevo Testamento – como la de “sepulcros blanqueados” (blancos por fuera, podridos por dentro, o aquella sentencia cuando los fariseos sentenciaron la lapidación mujer adúltera, “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.

 

Esperemos que esta vez no se les ocurra a los miembros de la candidatura de Michelle Bachelet – los conservadores DC incluidos – decir, como lo hicieron cuando los “diputados díscolos” presentaron el Proyecto de despenalización del aborto, expresando que este tema “no era parte del Programa de gobierno”.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas

08/07/2013

 

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *