Noviembre 24, 2024

Desde 1920 EE.UU. hace pactos con compañías de comunicación: Vieja historia de espías

Sus pactos con la empresa de telefonía Verizon, para acceder a registros telefónicos de millones de estadounidenses, y su programa Prism, para ver datos de los servidores de más de nueve compañías de internet, pusieron a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de EE.UU. ante los ojos del mundo. Sin embargo, estos escándalos son sólo un capítulo más en la casi centenaria historia del espionaje desde Washington.

 

James Bamford, especialista en agencias de espionaje, ha escrito varios artículos y libros sobre la evolución de servicios de inteligencia. Ha hecho ver que los pactos con las grandes empresas para recabar información se repiten en la historia. Cuenta que hacia 1920 surgió el primer antepasado de la NSA, llamado la Cámara Negra. A pesar de que estaba en vigor la Ley de Comunicaciones por Radio, que garantizaba el secreto de la mensajería electrónica y castigaba al empleado de una compañía de telégrafos que divulgara el contenido de un mensaje, los funcionarios de la Cámara Negra buscaban acceder a la información en nombre de la seguridad nacional.

 

Hasta la sede central de Western Union, la mayor compañía de telégrafos de la época —el equivalente a los gigantes de internet con los que la NSA tiene pactos ahora—, llegó el director de la Cámara Negra, Herbert O. Yardley, y convenció a su presidente de que les concediera acceso secreto a las comunicaciones privadas.

 

En 1929 la Cámara Negra fue desmantelada por el republicano Henry L. Stimson, con la frase: “Un caballero no lee los correos de otros”. No obstante, pasó muy poco tiempo hasta que comenzó a existir en EE.UU. el Servicio de Inteligencia de Señales, dedicado a desencriptar información de otros países y a encriptar información interna. Stimson fue nombrado secretario de Guerra durante la Segunda Guerra Mundial y, en contra de su propia frase, se dedicó a espiar las comunicaciones de alemanes y japoneses.

 

Los criptólogos del Servicio de Inteligencia de Señales usaban una máquina hecha en Gran Bretaña para descifrar los mensajes nazis codificados por la máquina Enigma de los alemanes —un sistema de cifrado que era ininteligible para el resto de Europa—. También se conocen imágenes de ingenieros del ejército estadounidense realizando operaciones de buceo para recuperar registros encriptados nazis del lago Schlersee, en el sur de Alemania. Luego, durante la Guerra de Corea, los criptólogos también descifraron comunicaciones de los enemigos del norte.

 

Finalizada la Segunda Guerra se hizo un nuevo acuerdo con las compañías de telecomunicaciones, llamado Operación Trébol. Agentes secretos recogían los telegramas del día en las compañías y los examinaban en lo que supuestamente era una empresa de tratamiento de cintas de televisión.

 

Mientras pasaban los 30 años que duró la Operación Trébol, en 1949 el Servicio de Inteligencia de Señales empezó a llamarse Agencia de Seguridad de las Fuerzas Armadas y, dos años después, obtuvo el nombre de Agencia Nacional de Seguridad. En la década de los sesenta, la NSA monitoreaba la comunicación directa entre Washington y Moscú en el edificio del Pentágono. La agencia asegura que tuvo “un papel crítico en el manejo” de la crisis de los misiles en Cuba.

 

En 1975, cuando se hizo pública la Operación Trébol, generó un escándalo igual o mayor al actual. Entonces se creó la Ley de Vigilancia de la Inteligencia Extranjera, para garantizar que la NSA sólo vigilaría a estadounidenses cuando existieran causas suficientes para sospechar de su participación en espionaje o terrorismo.

 

La legislación fue respetada hasta la caída de las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001. En su cruzada contra el terrorismo, George W. Bush inició su programa de escuchas sin necesidad de orden judicial. Se lanzaron nuevos satélites espías y se hicieron nuevas alianzas con las compañías de telecomunicaciones.

 

La NSA recibió miles de millones de dólares después del 11-S. En la última década se convertió en la mayor organización de espionaje del mundo, con decenas de miles de empleados y una compleja central del tamaño de una ciudad en Fort Meade, Maryland. En 2012, Bamford reveló en la revista Wired que la NSA terminará en septiembre de este año una gigantesca central de datos en Camp Williams, Utah, con un costo estimado en US$2.000 millones. Esas instalaciones tendrán el propósito de interceptar, descifrar, analizar y guardar grandes cantidades de información. “En sus servidores, routers y bases de datos, fluirán todas las formas de comunicación, incluyendo el contenido completo de mails privados, llamadas de celular, búsquedas de Google, así como todo tipo de información personal”, advertía el experto.

 

 

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