Noviembre 25, 2024

En ese cuarteto no están las soluciones

Si se escarba, se puede encontrar lo relevante del debate entre los precandidatos de la Concertación: los temas que abordaron fueron puestos en sus agendas por los estudiantes. De no ser por ellos, ni los habrían tocado.

Es que a pesar de lo que opinan algunos, desde las calles si se puede hacer política y, hasta cierto punto, torcer las voluntades de los poderosos. De no ser por la eclosión de un movimiento estudiantil que lo remeció todo, esa gente del sistema estaría hablando de otras cosas. Sin embargo, aunque les pese e incomode, deben referirse a eso que anda en las calles.

 

Pero que se refieran a las exigencias impuestas por los estudiantes, no significa que de verdad estén interesados en resolver aquello a lo que se comprometen como de refilón, con palabras blandas, elipsis, sinécdoques y chamullos rebuscados. No lo han hecho antes, y no hay razones para cambiar de estilo.

 

A menos que alguien crea que esa señora y esos señores van a hacer algo en el sentido de lo que exigen grandes porciones de la población, lo que queda es que el mismo movimiento que llevó las cosas hasta este punto, asuma su obra y obre en consecuencia. Por contraste, aparecen las deudas que el movimiento social tiene con relación a sus propias exigencias.

 

Es cierto que el movimiento de los estudiantes fue capaz de acorralar al régimen, al extremo de hacerlo perder la paciencia y desatar la más canalla represión desde los tiempos de la dictadura. También es cierto y loable que los temas que los estudiantes pusieron sobre la mesa, desplazaron la agenda de un par de gobiernos, obligando a una intelectualidad silenciosa a decir su opinión.

 

También es cierto que las movilizaciones crearon una extendida conciencia respecto de los derechos de la gente, a partir de entender que la educación es uno de ellos y que también lo es la salud, el medio ambiente sano, las pensiones para los viejos, los sueldos dignos, en fin, una vida de escala humana.

 

Pero hay que reconocer que el movimiento no alcanzó los niveles de politización que se requieren para pasar a estadios superiores de lucha. Da la sensación que las decisiones mayores se les deja todavía a otros. Y que las organizaciones que han sido capaces de sublevar a muchos, no han podido ir más allá.

 

Es en este punto en que se extraña las organizaciones de los trabajadores. Víctimas de una legislación que castra sus potencialidades, y con sus organizaciones amaestradas por el régimen, los trabajadores, salvo escasas excepciones, han sido no más que espectadores de lo que viene sucediendo. De hecho, la principal de sus organizaciones emite un silencio que más se parece a cierta complicidad con el sistema.

 

Si el mundo social manifiesta sus opciones políticas en la calle, por medio de masivas movilizaciones, si es capaz de proponer vías de solución para sus conflictos, si es capaz de seducir a mucha gente, no se explica que no asuma responsabilidades superiores.

 

Una de las ganancias netas del movimiento estudiantil, es el hecho de que a partir de sus movilizaciones, la gente aprendió que para lograr sus exigencias tiene que luchar. La conducta que por muchos años pareció haber sido relegada de la cultura del pueblo, reapareció con nuevos bríos y se ha expresado con categórica claridad en Coyhaique, Freirina, Huasco, Montenegro, Quellón, y en todo lugar en que la gente haya sido atropellada por algunas de las expresiones de los poderosos.

 

Pero si estas movilizaciones, cada una de ellas originada en la aplicación del modelo económico, no encuentran vías de expresarse en política, será una vuelta en redondo. Y una feliz oportunidad para que los mismos de siempre, ofrezcan las soluciones que nunca dieron cuando pudieron, y para que aparezcan los frescos sempiternos, con sus serpientes encantadas y sus pases de magia

 

Por eso resulta inexplicable que la izquierda cuya presencia en el movimiento social es innegable, se dé el lujo de proponer más de una candidatura a las elecciones de noviembre. Un ejercicio destinado a avanzar en la acción articulada de quienes se oponen radicalmente al sistema, se ve pauperizado por cierta incapacidad de desprendimiento, generosidad y sentido de lo político.

 

El seudo debate demuestra que el camino sigue ahí, disponible para quien quiera caminarlo. En ese cuarteto no están las soluciones que el pueblo necesita. A lo sumo, hay cachañas que buscan interpretar en el discurso lo que la gente se ha ganado en la calle. Pero en todos subyace la decisión de reforzar el sistema, aunque para el efecto sean necesarios algunos ajustes del todo razonables.

 

Parece un eslogan maltrecho por el mal uso, pero es cierto: la izquierda tiene la palabra. Tanto como el tiempo de candidaturas únicas, es también el tiempo de proponer estrategias capaces de seducir a la gente. Y por sobre todo, en alzarse como una verdadera alternativa de poder.

 

 

 

 

 

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