Noviembre 30, 2024

Explicando la izquierda

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Para explicar la izquierda se necesita un mapa, un diccionario, paciencia e imaginación. Con esos ingredientes es posible acercarse a sus límites, difusos, fractales, aburridos. Explicar un chiste le resta gracia, explicar la izquierda, marea.

La izquierda es un laberinto sordo, de vecinos sin ventanas. Hasta hace no mucho, formó parte de un largo y ancho ejército de voluntades que hizo lo posible por deshacerse de la tiranía. Aunque, como se ve a diario, los réditos de esa epopeya los siguen gozando otros.

 

La historiografía, la literatura o el cine, no son capaces aún de adentrarse en esas historias de heroísmo escritas por gente anónima, de las pequeñas victorias del cada día, y de los errores fantásticos de los jefes.

 

A poco andar, parte de esa izquierda se desembarcaba de sus ideas fulminantes y rebeldes y le daba razón al modelo económico. Y no les fue incómodo el nuevo escenario. Le encontraron una cierta porción de razonable pragmatismo al neoliberalismo y perfectibles sus aristas incómodas.

 

Ese acomodo dejó en un rincón a la otra porción de la izquierda, que con indefiniciones, tropezones, vaivenes y debilidades, pasó a llamarse extraparlamentaria.

 

Hoy la izquierda es un cúmulo de contradicciones y paradojas. Es difícil saber si existe una sola con distintas formas, o si hay infinitas con los mismos errores.

 

El año 2006 es un año de quiebre para el sistema. La Concertación desde las almenas del poder no pudo ver lo que comenzó a pasar. La miopía y sordera propia de los poderosos y prepotentes les atrofió la capacidad de predecir el fenómeno que estallaría en breve. Mantenían en apresto, eso sí, las tropas de las Fuerzas Especiales y de la ANI.

 

Para decir las cosas como son, ni la izquierda, semi dormida y pulverizada, con rasgos de su identidad atrofiada por el desconcierto, ni la derecha, ni nadie, fue capaz de predecir lo que se venía en el otro momentum del año 2011.

 

El Partido Comunista había dejado de ser extraparlamentario mediante un acuerdo con la Concertación, el año 2009. Esa operación le permitió vislumbrar la posibilidad de aumentar su representación parlamentaria. Hoy va por más, transformado en el ala de izquierda del sistema, y, con su representación en el mundo social a la baja, se integra al Comité Político de la Concertación, tras la risa forzada de la ex presidenta.

 

Mientras tanto, la gente sigue su aprendizaje, y cuando pelea, logra lo que exige. Coyhaique, Montenegro, Freirina, Pascua Lama, y recientemente Quellón son indicios que el sistema no se las lleva pelada. Los estudiantes y su sacrifico de años, ha dado sus primeros frutos y mantienen al régimen nadando en sus contradicciones, mientras suenan algunas alarmas.

 

Por estos días, con la mirada puesta en las elecciones de noviembre, Marcel Claude, Roxana Miranda y Gustavo Ruz, extraparlamentarios aún, elevan sus propuestas y candidaturas izquierdistas representando al mundo social y a la gente, aún cuando ni uno ni otro han sido consultados.

 

En ese contexto las candidaturas de esas buenas gentes se proponen competir auto asignándose la representación de pobladores y estudiantes, aunque extrañamente sin pedirles su opinión. “La izquierda no tiene ni puta idea del mundo en que vive”, dijo Saramago el año 2002, y el partido lo gruñó.

 

Darse el lujo de llevar tres candidatos justo en el momento en que el ejercicio unitario debería ser la mejor señal hacia la gente que espera algo nuevo; no vincularse a la chusma justo cuando la crítica mayor es que el sistema político hace las cosas al margen de ella; no consultarla para dirimir quienes deberían ser sus representantes justo después del fiasco de las primarias de opereta del sistema, constituyen las demostraciones contemporáneas del indisciplinado aserto saramagueano.

 

De tanto esforzarse por representar a la gente, esas izquierdas ególatras terminarán intentando reemplazarlas, al más viejo, despreciado e inútil estilo de las que en el mundo han fracasado.

 

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