No hay personaje de izquierda, desperdigada, difusa, sonámbula, que de tarde en tarde no diga que somos más, que siempre lo hemos sido. Y que silencie el hecho que actuamos como si fuéramos pocos. Peor, aún como si no fuéramos.
Un hambre de algo nuevo, recorre el pueblo. Sin embargo, un frontón inexpugnable no permite su explosión.
Las propuestas que de tarde en tarde circulan tropiezan siempre con las mismas dudas: si lo que las impulsa es el amor a la causa, o si son egolatrías azumagadas, el amor a nuestras propias imágenes, verbos y discursos.
Lo que ha venido pasando, ese velo gris que los estudiantes han venido descorriendo, deja en claro que lo que menos debería importar son las diferencias. Cuando se marcha por las calles, o cuando se es reprimido por la ferocidad policial, todos los gatos son pardos. Lo importante y paradojal, es que a nivel de los discursos coincidimos en casi todo. Esto que se escribe con facilidad, en los hechos es el escollo más difícil de sobrepasar
Como un ritual inevitable en los últimos veinte años, distintos sectores de izquierda levantan candidaturas presidenciales, y de las otras. Este año no es diferente. Con acentos y estilos distintos, por lo menos tres personas se auto proclaman como candidatos opuestos al modelo, de izquierda, con propuestas de cambios radicales en aspectos esenciales del neoliberalismo. Pero que sin embargo, actúan como si no se conocieran, como si no fueran potenciales compañeros, amigos o aliados. Se miran con ojo torvo a la espera que el de más allá se baje.
Resultaría un desperdicio inexplicable no aprovechar el momento de mayor debilidad del sistema desde su entronización para dar una señal de vida. La oligarquía resultante de la cohabitación entre la derecha tradicional, miserable, criminal y cobarde, mezclada en la orgia neoliberal con una Concertación traidora, olvidadiza, rastrera y cínica, da señales de decadencia.
Mas, sola no habrá de caer.
Propongámonos cambiar Chile. Y en esa magnífica disposición, preguntémonos por la conducta debida de la izquierda, la que a pesar de ser una nube desperdigada, difusa y sonámbula, mantiene reservas valóricas intactas que esperan por mejores y nuevos adalides y oportunidades.
La invitación es ser tal como nos describen nuestros propios discursos. Tanto insulta la moral humana la práctica de la derecha ambiciosa y criminal, como el silencio despedazado de una izquierda que camina con sus trincheras privadas a cuestas.
Permitamos la eclosión terrible de las fuerzas anidadas en el ser anónimo y desperdigado, sin el cual no hay lucha posible. Concordemos y alentemos su rebelión. Las buenas ideas no sirven si no son capaces de seducir a la masa anónima que inevitablemente siempre ha puesto el hombro y los muertos.
Los candidatos auto asignados que se dicen de izquierda, cada cual con sus valores y cualidades, tienen la responsabilidad de transitar en un rumbo histórico. Está en ellos y ella, leer correctamente la realidad y adelantarse como los iniciadores de un camino de impensadas proyecciones.
Marcel, Roxana y Gustavo, y el que venga más adelante, deben someter sus candidaturas a la voluntad del pueblo que dicen querer, respetar y defender.
Sería muy difícil entender que hagan caso omiso a una iniciativa que busca que el pueblo dirima quién será apoyado por el resto. Tres candidaturas es un lujo de ricos y no estamos para eso.
Pero no se confunda una Consulta Popular, saludable, alegre, rebelde, con las primarias de opereta con las que el sistema intentó, sin éxito, blanquearse.
Hablamos de una movilización popular capaz de desplegar toda la iniciativa e inventiva de la gente, que integre a los estudiantes, a los trabajadores y a los pobladores; que sea una inédita fiesta democrática en las plazas y calles, cuya vibración sea capaz de seducir hasta al más pesimista e integrar al más pasivo.
Una Consulta Popular que revuelva el gallinero, que devuelva la fe a la gente que tanto ha esperado por alguna señal distinta, que ofrezca al desesperado un lugar en el cual depositar sus broncas anidadas y que convenza al que, con razón, no cree ni en su sombra.
Que sea una aventura humana de tal envergadura, que enamore. Y ante la que el enemigo tiemble, los timoratos no duden y en la que los perdedores de siempre encuentren la alegría misteriosa que desde siempre ha estimulado el nervio secreto que hace que vivir valga la pena.
Compañeros: convoquen al pueblo, a sus dirigentes, a los artistas e intelectuales; a sus jóvenes y lúcidos dirigentes estudiantiles; a sus científicos y profesores; a las mujeres luchadoras incansables, a los exiliados nostálgicos, a los mapuche reprimidos, a los millones de anónimos habitantes, a que nos ayuden a decidir quién nos represente a todos.
No tengan miedo de la voluntad del pueblo, ese que de vez en cuando transforma su bronca en creatividad y su decisión en una fe lúcida ante la cual no hay preponte que la venza, ni mentiroso que la amañe.
De lo contrario, no esperen mucho.