Noviembre 24, 2024

Tomic y Moro responden a Walker

Ignacio Walker –reiterando la oposición de la DC a una alianza política de gobierno con el PC- ha señalado recién a los cuatro vientos: ¡En 70 años nunca ha habido, en ninguna parte, gobierno de la DC con los comunistas!

Para Walker el implícito parece ser “afortunadamente”. O “que le vamos a hacer”.

 

Para nosotros es “desafortunadamente”.

 

Agregamos más: En algunas partes no lo hubo porque el crimen político lo impidió (Italia, 1978); en otras, porque no lo entendimos y porque más tarde la DC avanzó, un tiempo, del brazo de la derecha y el fascismo (Chile, 1972 a 1975). Tomic lo había advertido: “Cuando se pacta con la derecha es la derecha la que gana”.

 

Italia y Chile fueron los dos países en que con más fuerza e importancia social crecieron simultáneamente la DC y los comunistas.

 

En Chile, en los años 60 y 70, los partidos marxistas (PS, PC, Mapu) y la DC llegaron a atraer, de manera conjunta, al 70 por ciento de la ciudadanía y a casi el 100 por ciento de los movimientos sociales, universitarios, culturales y de trabajadores. En las elecciones presidenciales de 1970 captaron el 65 por ciento de los votos, y en las parlamentarias de 1973, más del 70 por ciento de los sufragios.

 

En la elección de 1970 el candidato demócrata cristiano Radomiro Tomic planteó, como eje central de su campaña y de su política, “la unidad social y política del pueblo”, que consideraba una alianza más ancha que la Unidad Popular, la alianza de la DC con la Unidad Popular, que tenía como partido esencial al Partido Comunista de Chile.

 

El fundamento de Tomic para plantear la alianza, no con un partido comunista golpeado y reducido al 5% de apoyo como hoy sino con un partido comunista en su apogeo, íntimo amigo de la URSS en tiempos de Guerra Fría, fue: “Desde 1970 en adelante el dilema se abrirá quemante y claro…No me tiembla la voz para decirlo: o la revolución democrática y popular dando forma a un inmenso esfuerzo de participación del pueblo para que Chile alcance otro horizonte y un nuevo destino o el colapso institucional dividirá gravemente a los chilenos contra sí mismos”.

 

La historia de desencuentros del PC con la DC procedía de la década anterior, de los inicios de los años 60. Antes, desde los 30 a los 50, ambos habían caminado muy juntos, al extremo que la jefatura de la Iglesia pidió la excomunión católica para los dirigentes falangistas (por su política conjunta con el PC y su apoyo a abrir relaciones con la URSS).

 

La Falange jugó un rol decisivo en la estrecha victoria de los comunistas con el Frente Popular, en 1938.

 

La Falange integró el gobierno de Juan Antonio Ríos, que eligieron de consuno radicales, liberales alessandristas, socialistas, falangistas y comunistas.

 

En 1945 Frei Montalva renunció al cargo de Ministro de Obras Públicas del Presidente Ríos reclamando en contra de la represión a los comunistas.

 

En 1947 los trabajadores que militaban en la Falange, integraron la CTCH (Confederación de Trabajadores de Chile), con comunistas y socialistas, desoyendo los

llamados del Padre Alberto Hurtado para crear la ASICH (Asociación Sindical de Chile, de origen socialcristiana y membresía católica). La operación unitaria la encabezó Bernardo Leighton.

 

En 1948 la Falange fue el único partido que, como tal, se opuso a “La ley maldita”, que ilegalizó y persiguió a los comunistas. Y en 1958 votó por su derogación.

 

Todo ello incluso en el marco de la Guerra Fría.

 

Destacados dirigentes históricos de la DC miraron siempre con buenos ojos y promovieron las alianzas políticas con los partidos marxistas, entre ellos el Partido Comunista: Rafael Agustín Gumucio, Bernardo Leighton, Renán Fuentealba, Jorge Cash, Patricio Hurtado, Alberto Jerez, Julio Silva Solar, Jacques Chonchol, Bosco Parra y los más destacados dirigentes juveniles entre 1965 y 1975 (Rodrigo Ambrosio, Enrique Correa, Juan E. Vega, Luis Maira).

 

Lo peor es lo que hace Walker: mirar 70 años hacia atrás, acomodándose el cristal para no ver la mitad de la película.

 

Como Walker habla del mundo habrá que recordar Italia y también en los años 70, poco después de la instalación en Chile de la dictadura de Pinochet.

 

Allí, en el centro sur de Europa, en el límite del Oeste y el Este, del capitalismo y el comunismo, el Partido Comunista de Enrico Berlinguer y la Democracia Cristiana de Aldo Moro (más el Partido Socialista), que constituían el 70 por ciento del electorado y la inmensa mayoría del poder social del país, estuvieron, en 1978, a punto de constituir el Compromesso Stórico, alianza política de gobierno.

 

Tenía como objetivos: la autonomía del país (sin centros en Washington o Moscú), la firme democratización de la sociedad, y el progreso, con una coalición de centro-izquierda de nuevo tipo y ancha base.

 

Los grandes poderes reaccionarios se mezclaron para impedirlo: EEUU de Nixon y Kissinger, la mafia, el neofascismo y la derecha demócrata cristiana. Utilizaron a terroristas de ultra-izquierda (Bandera Rossa) para secuestrar y asesinar a Aldo Moro. La opinión pública, los demócratas, e incluso Paulo VI, trataron de impedir el crimen pero fue en vano. La confabulación contra Moro fue clandestina y llevó el nombre de “Operación Gladio”. Giulio Andreotti, alto capo de la DC, habría sido uno de los confabulados.

 

Las exequias oficiales de Aldo Moro fueron, en mayo de 1978, el funeral de Estado más solemne y multitudinario en la historia de Italia, pero el ataúd estaba vacío.

 

Su viuda y toda su familia estuvieron por enterrarlo discretamente en Torrita Tiberina, una pequeña localidad de 800 habitantes, a 50 km. al nordeste de Roma.

 

Poco después la misma viuda contó, entre otras cosas, que el propio Kissinger había advertido: “Debe (Moro) abandonar su política de colaboración con las otras fuerzas políticas…o lo pagará más caro que el chileno Salvador Allende” (el golpe aquí había sido cinco años antes).

 

La DC y el PC no son hoy los mismos que eran en la Italia de los 70. Están disueltos allí. Más aún: sus ex militantes actúan unidos en el PD (Partido Democrático) y podrían ser gobierno en estos días.

 

Tampoco son los mismos en Chile. La DC dejó de ser el tercio sin alianzas que era en el 70 y está entre el 15 y el 17 por ciento de los que votan (sin considerar la abstención). El PC, siendo importante, está entre el 5 y el 6 por ciento, habiendo una abstención de más del 60 por ciento.

 

Ni la DC chilena es ejemplo para una parte del mundo ni el PC chileno es parte de una internacional poderosa en el mundo. Más aún: el PC actual es el menos ligado, en Chile, a las internacionales.

 

Ninguno de los dos es hegemónico en la actual oposición a la derecha chilena, que electoralmente es encabezada sin duda por el liderazgo de Michelle Bachelet. Para llegar al gobierno la coalición opositora actual tendrá que alcanzar más del 50 por ciento de los votos, un porcentaje ciudadano poco comparable con el arrastre de comunistas y demócratas cristianos.

 

La DC no plantea más la sociedad comunitaria y el PC no propone transformaciones en la pronta perspectiva socialista.

 

Ambos proponen reforma tributaria, educacional, fin al binominal y otros ajustes democráticos y, para partir, el fin del gobierno de la derecha.

 

Desde esa postura realista y minimalista, Walker debería mirar con otros ojos la historia y el porvenir inmediato.

 

 

 

 

 

 

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