Noviembre 24, 2024

El escupo de Elías

Un estudiante se para delante de la ex presidenta y le lanza un salivazo. El autor, un estudiante de antropología, grita su solidaridad con la causa mapuche y acusa a la agredida de haberle mentido a los estudiantes. De inmediato recibe una andanada de bofetadas por parte de los escoltas de la ex mandataria, y luego es reducido para ser entregado a Carabineros.

En forma simultánea, los medios de comunicación del país repiquetean las declaraciones de franco rechazo que los colegas políticos de la ofendida lanzaron urbi et orbi en contra de tamaña afrenta, y hacen saber su solidaridad con la ofendida.

 

Y, como es de esperar, luego vino la discusión en las redes sociales.

¿Es justificable una acción de esa naturaleza?

 

Para decir las cosas como son, pocas acciones humanas ofenden tanto como lanzar un escupo, sobre todo si es a la cara. Resulta, de hecho, mucho más gravoso que un puñetazo en la misma zona.

 

La acción de escupir en el rostro de alguien, esa parte de la anatomía que identifica y comunica, nuestro rasgo más propiamente humano después de la función del pensamiento, no apunta a crear daño físico, tanto como a rechazar lo que ese rostro señala o representa. En estos casos, lo que duele no es lo físico, sino su significación abstracta, su simbolismo.

 

Pero no es el lanzamiento de escupos un hecho nuevo en la historia. Dice Libro de Isaías 50,4-7, que dijo el señor: “He ofrecido mi espalda a los que me golpeaban, mis mejillas a quienes me tiraban la barba, y no oculté mi rostro ante las injurias y los escupos.”

 

De ser cristiana la ex presidenta quizá habría optado por esa enseñanza antes que por decir que “Si creen que me voy a atemorizar, es claro que no me conocen”. Ella misma debería saber, o por lo menos suponer, que la intención de Elías Sanhueza no era generarle temor. Más bien quiso hacer patente su desprecio por lo que ella representa.

 

Entre el ciudadano Sanhueza y la ex presidenta, es cierto, hay una diferencia abismal en la manera de entender ciertas cosas. Qué es la democracia, por ejemplo. “Hoy día una persona que no entiende lo que es la democracia me agredió”, aseguró Bachelet horas más tarde. Pero, ¿será así?

 

El hecho que Elías Sanhueza haya querido a su manera ofrecer su desprecio a lo hecho por la ex presidenta, ¿lo hace un sujeto que no entiende qué es la democracia? ¿Será como para tanto?

 

De ser así en este país hay muchos que no entienden qué es la democracia. Partiendo por ella misma, sus socios, cómplices y colega del sistema. Como hasta el más inadvertido sabe, en este paisito no sólo se han lanzado escupitajos en contra de opositores y gente silvestre, sino que rocket, obuses, cañones, balas, agua pestilente, gases venenosos y un sinnúmero de proyectiles difíciles de clasificar, pero igualmente ofensivos.

 

Lo que pasa es que los escupitajos en la cara tienen mala prensa porque no se explican por el cumplimiento de alguna ley, es decir, no son legales.

 

Por eso la acción de Sanhueza aparece infinitamente más rechazada que cuando un carabinero, sueldo y bala financiados por el Estado, ha asesinado a un mapuche con un tiro por la espalda, lo que sí es legal.

 

Es infinitamente mucho más grave matar a una persona que lanzar un esputo asqueroso a la cara de una ex presidenta, pero la sanción social en nuestro orden se basa en la legitimidad que dan las leyes, no en el sentido común. El respeto por la vida está en un escalón más bajo que el derecho a la higiene.

 

No se trata de andar por la vida escupiendo a los que no queremos, pero tampoco matando inocentes, apaleando y torturando jóvenes, riéndose de la gente o exprimiéndola sin misericordia.

 

Llevar las cosas a esos extremos como una manera de construir un país, no puede terminar en nada bueno. Hoy fue un escupo, ¿qué puede ser mañana si se sigue estirando la soga mediante la instalación extrema de un orden inhumano, que escupe día a día la cara de los más pobres y rechazados del sistema en las escuelas, las poblaciones marginales, los hospitales, las postas y casuchas indignas?

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