Miniencuesta para subrayar las opciones que le parezcan razonables. Sugerencia: trate de evitar las medias tintas (no sé/no responde/quién sabe).
1) ¿Cómo impulsar una revolución social? ¿Con organización, inteligencia política y participación popular, o demostrando tautológicamente que el capitalismo está en crisis?
2) ¿Cómo apuntalar los cambios económicos?
¿Redistribuyendo el ingreso en democracia, o esperando que la revolución acabe con el reparto desigual de la riqueza?
3) ¿Cómo fortalecer la justicia social? ¿Partiendo de lo mucho o poco conquistado, o imaginando que, de todos modos, nuestros tataranietos defenderán su causa?
4) ¿Cómo defender la independencia y soberanía nacional? ¿Midiendo con lucidez la correlación de fuerzas en disputa, o declarando la guerra al imperialismo?
5) ¿Cómo entender la noción de verdad en política? ¿Desde las relaciones de poder que oprimen a los desesperados, o desde las ideas que se les ocurren a los sosegados?
Muchas gracias. Ahora bien: si usted subrayó la segunda de las opciones planteadas, coincidirá con Hegel y Marx en el supuesto de que la historia avanza por su lado malo. Lo entiendo: igual pensaba el articulista a finales de 2001, cuando la curva de suicidios trepó en Argentina verticalmente, y el futuro papa Francisco viraba los ojos en blanco encomendándose a su jefe.
Pero desde mayo de 2003 (y sin la ayuda de Messi o el ungido), los argentinos empezaron a ser más optimistas. Lo que ya es decir algo. Me refiero, claro, a los argentinos condenados a la extinción por el único modelo viable, tras nueve años de terrorismo de Estado, y 20 más de entreguismo y degradación ética, moral e institucional.
Incluyendo, faltaba más, las bizarras clases medias del país rioplatense. Esas que hoy, tras recuperarse del saqueo de sus cuentas corrientes y depósitos a plazo fijo, despotrica contra la dictadura de los K porque “mirá vos, che, no hay ‘libertad’ para ‘comprar dólares’”, y “mirá vos, che, con la nueva ley de servicio doméstico y la asignación universal por hijo y por cada embarazada, las ‘negritas’ cuestan un ojo de la cara”.
Leyendo el comentario de una novela publicada por uno de los escritores más cínicos de Argentina (tranquilos, no es el único), me detengo en la frase que interrogan acerca de “…la entrega apasionada de un pueblo a un caudillo difícilmente salvable por la Historia”. U otra que alude al “…nacionalismo exacerbado y populista que no se explica después de un balance objetivo de las tareas sociales desempeñadas por ese caudillo” (sic).
No deseo detenerme, por enésima vez, en matrices de opinión acuñadas por el browderismo y el Libro azul del Departamento de Estado en 1945, y asimiladas acríticamente por los que nunca pudieron sacudirse del funcionalismo liberal spenceriano. Rijosa alienación de tomo y lomo, en la que subyacen las causas que a los marxistas le impidieron conducir las revoluciones políticas y sociales de América Latina.
Y no por ausencia ( last but not least) de teorías revolucionarias. Acompañarlas, sí. Algunos patearon el pesebre y acompañaron a Sandino y a Lázaro Cárdenas, así como hoy acompañan los procesos revolucionarios de Venezuela, Bolivia y Ecuador. Que en el ranking de los rijosos tendrían cuatro, tres y dos estrellas, mientras el puesto en marcha en Argentina en 2003 (posiblemente, el más radical de todos), apenas contaría con media estrella por el imperdonable pecado de no asumirse anticapitalista, ni adherir al socialismo del siglo XXI.
Muchos intelectuales que niegan o que de plano atribuyen al caudillismo (¿?) que obnubilaría el cacumen de nuestros pueblos, sostienen que el peronismo habría impedido que en Argentina la lucha de clases transcurra con la diafanidad propia (¡y el programa, compañeros! ¡el programa!), de un auténtico proceso revolucionario (¿?). De ahí el misterio que el peronismo suscita en las derechas, y en la infantería de las izquierdas alineadas con el Ejército de Salvación.
Pues que se vayan actualizando: el sábado pasado, con motivo del día patrio, y en respuesta a la brutal ofensiva económica y mediática del poder corporativo concentrado del gran capital imperialista, el kirchnerismo reunió 700 mil almas en las calles de Buenos Aires.
Apoyo y convalidación más elocuente que la conocida por Juan Domingo Perón en sus tres gobiernos democráticos, y en la que los científicos de verdad se pronuncian con más claros que los politólogos mañosos. Así, los contenidos de la carta enviada a La Jornada por el doctor Miguel Socolovsky fueron breves, concisos y precisos: en Argentina, una verdadera revolución (27/5/13).
Socolovsky sabe de lo que habla: es investigador del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM, y experto en física teórica de altas energías y mecánica cuántica. Y Cristina también: “…estamos peleando no por la libertad, sino por la igualdad que es el gran signo de esta década y de las que vendrán… si no se organizan y participan, van a venir por ustedes como vinieron toda la historia”.