No teman, pues no voy a referirme a la propuesta de Joaquín Lavín, referida a la receta alimentaria, cuyo costo de $2.000 logra saciar el hambre de los pobres. La profesora de mi nieta, de cinco años, le contó la Batalla Naval de Iquique y, conversando con ella le cité la frase de Arturo Prat “¿ha almorzado la gente?”.
Según Edwards Bello, los moribundos, por lo regular, pronuncian frases absurdas, que pasan a la historia. Por ejemplo, Goethe dijo “más luz, por favor”, que la gente puede interpretar como más ilustración, cuando, en el fondo, pedía aire para poder respirar. La frase “ha almorzado la gente” – mi nieta reía a carcajadas y la repetía sin cesar – también es bastante ridícula, pues da lo mismo morir con el estómago lleno que vació. Según el humorista Genaro Prieto, Arturo Prat es el héroe del Club de Rotarios y, por extensión, de los antiguos clubes radicales.
Personalmente, encuentro sin sentido las Cuentas anuales de los Presidentes de la república, pues la rinden ante un Parlamento que no cuenta con ningún poder, con un auditorio, en tribunas, acarreado y para cumplir la misión de aplaudir ante cada mentira del monarca. En un régimen parlamentario, al menos una vez por semana, el Primer ministro o presidente del gobierno tiene que rendir cuenta en el Parlamento o Asamblea Nacional o Cortes. En Chile, esta imitación del presidencialismo norteamericano no permite ninguna interpelación parlamentaria, ni muchos menos de los ciudadanos que, al intentarlo, sólo se llevan una ducha, enriquecida con minerales, generosamente donada por las fuerzas especiales de Carabineros.
Algunas personas proponen que la Cuenta presidencial no se lleve a cabo el 21 de Mayo, si no el 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes; otros, previamente, reservan pasajes para la jauja medieval – aquel país donde se comían lechones a destajo, vino a granel y que se copulaba sin cesar -. Debemos reconocer que Piñera, en el arte de fabular, alcanzó niveles inigualables hasta ahora.
“Chile está a punto de entrar en la era del desarrollo”, historia que hemos escuchado desde varios años: siempre le estamos pisando la cola a Portugal, con los 20 mil dólares per cápita; contamos con el más alto nivel de desarrollo de América Latina, según el PNUD; en Chile hay pleno empleo, con muy buenos sueldos; un crecimiento de un 6% anual; ya no hay pobres; la educación es de alta calidad, gratuita e igualitaria; en salud, la atención a los pobres es tan de buena calidad como en las mejores clínicas privadas.
A tanto llega el arte de fabular, que el Presidente propone, nada menos, que la creación de 60 nuevos hospitales, incluida excelente infraestructura y especialistas de calidad, además de un importante número de Consultorios par urgencias, atención regular de pacientes y medicina preventiva, sumado a un trato digno y respetuoso para todos.
Este discurso tal vez es escuchado por los pobres pacientes de una sala común, en uno de los hospitales públicos, o en una de espera para ser atendido de urgencia en el Consultorio; estos “pacientes” se preguntan: “¿A qué país pertenece el cuento de hadas del Sr. Presidente?”
El último discurso del más mal evaluado Presidente de Chile – que pretende, audazmente, repetirse el plato en 2018 – expresa, a cabalidad, una visión conservadora, economicista, exclusivamente centrada en indicadores de resultados y, además, desprecia la multiculturalidad y, sobre todo, la cultura de la solidaridad.
Como buen neoliberal, el Presidente Sebastián Piñera cree en la dictadura del mercado, en el darwinismo social y en el individualismo, negando así la importancia de una sociedad solidaria. Esta concepción la ha manifestado en su visión de lo que él llama “la sociedad docente”, donde la educación “es un bien de consumo”, y cada uno debe labrarse su propio destino, y el Estado sólo debe subvencionar a los quintiles más pobres, lo que es abiertamente contradictorio con nuestra concepción de educación gratuita, de calidad y republicana para todos los niveles de educación, financiada con la recaudación impositiva – en el plano de subvención en base a quintiles, el Presidente actual no se diferencia de la propuesta de la candidata Michelle Bachelet -.
Está claro que, al igual que Jorge Alessandri, Sebastián Piñera tendrá que entregar la banda presidencial a un representante de la oposición y, en ambos casos – Piñera y Alessandri – se repetirá la historia de un presidente de derecha que llevó a la debacle a su combinación política.
Rafael Luis Gumucio Rivas
21/05/2013