Noviembre 24, 2024

El legado de Piñera

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Y es que tu gobierno partió con tremendo remezón de tierra, como si la pachamama nos advirtiera que ya nada iba a ser como antes. Partiste hablando de reconstrucción y no solo de casas y edificios, también de modelo. Tu entusiasmo quedó en evidencia con aquella inolvidable frase “en 20 días hemos hecho más que en 20 años”. Las chaquetas rojas recorrían Chile al ritmo de un estado que agarraba el ritmo juvenil cuico del caritativo “Techo para Chile”. La ansiedad te llevó a confundir maremoto con “marepoto” y hasta mataste en vida al antipoeta Nicanor Parra. Ya no había estilo republicano ni de estadista enojón, lo tuyo eran piñericosas y salidas de madre que provocaban risas en el mundo entero.

La suerte del jugador te puso en el camino a 33 mineros rescatados desde las profundidades, gracias a un monumental operativo de Codelco y empresas gringas. Por primera vez en la historia de Chile, cámaras de todo el mundo transmitían en vivo desde este aislado territorio. La exitosa operación te trajo aplausos transversales, incluidos los de tus opositores. Llegaste a decir que desde ese momento, Chile era sinónimo de hacer bien las cosas “The chilean way”. Los analistas políticos vaticinaban un antes y después de la derecha local, pues el rescate les otorgaba un cheque en blanco de credibilidad y eficiencia. Sin embargo, te jalaste de un tirón ese inmenso capital político y terminaste intoxicado. Partiste en gira por el mundo exhibiendo el papelito de los 33. Lo exhibiste tantas veces que aburriste a todos, incluso a tu mujer, y no sólo eso, dejaste al desnudo tu torpeza como hombre de estado. Véase la frase nazi que escribiste en el libro de visitas de la presidencia de Alemania.

 

En el área chica nacional, no dejabas de sorprender a opositores y decepcionar a los tuyos. A ratos querías gobernar para la más chúcara contra y ganar su cariño. De un telefonazo paraste la construcción de una emblemática termoeléctrica, abogaste por una reforma tributaria, sacaste la ley Zamudio y la ley de voto voluntario e inscripción automática. Hasta llegaste a prohibir, por un rato, el uso de bombas lacrimógenas. Nos descolocabas, nadie entendía nada. Los sorprendidos empresarios miraban a la concertación en busca de una explicación y esta se encogía de hombros.

 

Hasta que llegó el 2011 y los chiquillos salieron a las calles. Esos mismos estudiantes universitarios que se habían conocido en los trabajos voluntarios de ayuda a los damnificados por el terremoto, llegaron organizados y pusieron en el centro de sus demandas al corazón del modelo neoliberal: el lucro. Vinieron tomas, marchas, cacerolazos, exposiciones de Mayol en la Enade y la bola de nieve se hizo incontrolable. Tu Ministro del Interior terminó superado por los jóvenes. La ciudadanía legitimó a universitarios y pingüinos. Cayeron tres ministros de educación, se comenzaron a cerrar universidades privadas y la aprobación y credibilidad ciudadana hacia el Presidente de la República, descendió a niveles históricos.

 

En medio del caos apareciste defendiendo el lucro en la educación y al otro día admirando a los estudiantes movilizados. Nadie entendía nada. Eso mismo provocó que la ciudadanía se sintiera en estado de desgobierno. Por esos días también se destapaban más casos de curas pedófilos, parlamentarios comprados por grandes empresas, jueces que avalaban montajes, La Polar estafando a sus clientes. Las instituciones bajaban en caída libre. El modelo de Pinochet se comenzaba a desmoronar y la clase política en su totalidad miraba despavorida.

 

Sobre tu legado económico y social, sólo hay dudas. Las cifras han sido alteradas: El INE y el CENSO fueron manipulados. No sabemos si hay más o menos pobres y tampoco sabemos si hubo más o menos empleos. Lo mismo respecto a la reconstrucción, es poco creíble lo que aparece en los informes oficiales. Sobre obras en infraestructura, casi nada. No se ven nuevos puentes, carreteras, vías férreas, ni hospitales. Respecto al que parecía ser tu fuerte, la economía, nuevamente la suerte corrió de tu lado. El ciclo económico de China ha funcionado de maravilla. Sin embargo, tu manejo no aportó en elementos innovadores respecto a nuestra predecible matriz productiva ni tampoco generaste grandes medidas para aumentar la productividad. Y eso que gobernaste en periodo de vacas gordas.

 

Al final, terminaste recurriendo al mismo recurso barato que tanto criticaste a la administración anterior: Los bonos. Y ni siquiera con ellos lograste subir en aprobación ciudadana. Definitivamente, la gente ya no te creyó.

 

La historia te recordará como el presidente de la letra chica, pues cada reforma tuya llevaba incorporada una trampa. En buena hora, tus operaciones comunicacionales chocaron con las vallas de las redes sociales y medios periodísticos digitales. Terminaste funado, todos compramos lupas.

 

Y Sebastián, tu periodo pasó volando. Ya es hora de que rindas la última cuenta. Las arrugas de tu rostro lo dicen todo. La has pasado mal o como bien dijiste hace poco “te han dado como caja”. Para más remate, en este último tramo, tu sector político se ha desatado en una guerra de proporciones. La UDI fue tomada por Longueira y es poco probable que este permita siquiera un asomo de posibilidad a tu retorno como candidato el 2017. Hay muchos que te la van a cobrar, mal que mal, les arruinaste el negocio que con tanto esfuerzo la concertación había administrado en el Chile pos Pinochet. Si hasta Escalona se fue cortado.

 

Este 21 de mayo miraremos por TV la despedida de un empresario que jugó a ser presidente. El discurso de un intruso político que buscó autonomizar al ejecutivo y llevarlo a su ritmo, como si la presidencia de la república fuera una oficina de LAN. En el congreso, la clase política le observará con odio, pues saben que su caótico estilo tiene de cabeza a los patrones del fundo país. En la casa, los chilenos ni la duda concederán al que nunca creyeron. El legado de Piñera es la decadencia de la institución presidencial. Después de él, cualquiera.

 

 

 

 

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