En la sociedad hedonista, consagrada a Mamón, la vejez es vista como algo aterrante: recuerda que la muerte existe y que cada día se aproxima más. Si recorrimos a las cifras, contrariando a El Principito, según el último censo – si es que los resultados corresponden a la realidad – 1.700.000 personas tienen más de 65 años, que corresponde al 10% de la población, lo cual significa que ha aumentado un 41% desde el último censo (2012). No pretendemos asustarlos, pero la sociedad chilena, dentro de diez años, será una comunidad envejecida.
Si pudiéramos seleccionar tres problemas fundamentales que debemos enfrentar para mejorar la calidad de vida de los adultos mayores, podemos resumirlos: 1) en las bajas pensiones, cuando existen; 2) la indigna atención en salud en la red pública; la creciente indiferencia y exclusión de los adultos mayores respecto a las actividades sociales, políticas y profesionales: el hecho de jubilarte supone exclusión y soledad -.
No todo el 10% de los chilenas de la tercera edad son iguales, pues los hay ricos y pobres, enfermos y sanos, solos y apoyados por la familia; a la mayoría de los chilenos que cotizan por las AFPs, Chile les ofrece un negro futuro: $150.000 promedio de jubilación y, en algunos casos, el aporte solidario de sólo $80.000; con este dinero nadie puede vivir en Chile. A los cotizantes de las AFPs cuando les acaba el dinero ahorrado, se verán obligados a entrar al pilar solidario, cuando reúnen las condiciones de la ficha CASEN.
En salud, las ISAPRES se niegan a aceptar a los adultos mayores debido a su condición de riesgo – considérese que es un Seguro de Salud -; el 90% está obligado a inscribirse en FONASA y, en casos, como es muy probable de enfermarse tendrán que esperar, al menos, seis meses, para ser atendidos si su enfermedad es AUGE, de lo contrario, años e, incluso, quinquenios – perdónenme el humor negro, pero en estas condiciones es más digno morir -.
Hoy se podría vivir hasta cerca del centenario, sin embargo, es muy posible que, después de los 80 años, un porcentaje importante de este millón setecientos mil chilenos adultos mayores termine frustrado y se haga necesario el cuidado por una persona; para los afortunados, un familiar, generalmente mujeres que, cuya trabajo es incompatible con la asistencia al pariente, sumiéndose en la frustración al poder desarrollarse como persona y profesional terminando, muchas veces, en severos cuadros de depresión.
Si consideramos que los adultos mayores son ciudadanos y los que más participan en los comicios electorales, es increíble que – salvo Marco Enríquez-Ominami – ningún candidato tenga un plan en su proyecto país, a fin de mejorar la calidad de vida de quienes dieron sus mejores en la construcción y desarrollo de este país y, a su vez, serán la mayoría de los habitantes y ciudadanos de Chile.
Veamos algunas de las propuestas del candidato presidencial del Partido Progresista:
1) Desarrollo e implementación de un sistema de cuidados domiciliarios, que será implementado por personal previamente capacitado para desempeñar esta tarea – quizás más difícil que el cuidado de un lactante -; este programa deberá ser financiado por FONASA, y los recursos provendrán vía impuestos; la profesión de asistente al adulto mayor deberá ser considerada con gran respeto tratando, finalmente, de darle rango de carrera profesional.
2) Creación de un sistema de hogares para el cuidado de largo plazo. FONASA deberá crear centros de atención diurna y nocturna para esta etapa etaria, dotadas de un equipo multidisciplinario – psiquiatras, neurólogos, geriatras, enfermeras universitarias y cuidadoras -.
3) Creación e implementación de una tarjeta de adulto mayor que incluya: transporte y acceso gratuito a todos los espectáculos culturales y deportivos, a nivel nacional.
Pienso que se podría agregar la genial idea del periodista Ricarte Soto, con relación a la creación de un fondo nacional de medicamentos. En otro plano, para integrar al adulto mayor a la vida activa – dentro de sus posibilidades de salud – pienso que el sistema educacional podría incorporarlos como asesores docentes – por ejemplo, un adulto mayor puede narrar mejor la historia de Chile que cualquier historiador. Otra arista de servicios podría ser el apoyo a las familias en el cuidado de los niños y en el servicio comunitario – estoy convencido de que el censo hubiera salido con más precisión si lo hubieran dirigido y/o ejecutado algunos adultos mayores -.
En civilizaciones menos materialistas que la nuestra, los adultos mayores son considerados como personas fundamentales en los campos de la economía, política y sociedad y sus son muy valiosos. Un poco de moral confuciana no vendría mal.
Rafael Luis Gumucio Rivas
09/05/2013