Noviembre 27, 2024

Marque el voto

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La campaña, encabezada por Giorgio Jackson, Gabriel Boris y Francisco Figueroa y los actuales presidentes de la FECH y FEUC, Andrés Fielbaum y Daniel Vera, respectivamente, y muchas otras personalidades entre quienes se cuenta Roberto Garretón, Claudio Fuentes y Fernando Atria – el último, de Océanos Azules, que forma parte de la comisión para el estudio de la nueva Constitución para Chile, encargado por la candidata Michelle Bachelet – es una muy buena idea que fue planteada por Marco Enríquez-Ominami, en la campaña presidencial de 2009 y que constituye el centro de su proyecto-país para las presidenciales de 2013. Tanto en la campaña de 2009, en la cual dos candidatos estuvieron de acuerdo en cambiar la Constitución, Eduardo Frei, con Océanos Azules, y Marco Enríquez-Ominami, con un acabado programa, donde proponía también el reemplazo de la monarquía presidencial chilena por el semipresidencialismo.

 

En la actualidad, están de acuerdo en el llamado a una Asamblea Constituyente los candidatos presidenciales Marco Enríquez-Ominami, Marcel Claude y José Antonio Gómez y un sector de los socialistas, del PPD e, incluso, de algún independiente pro Concertación. A esta idea de cambio constitucional se opone Camilo Escalona y la mayoría de la Democracia Cristiana.


La propuesta de marcar el voto con las letras A.C, (Asamblea Constituyente), ha surgido del movimiento estudiantil, al cual hay que reconocer el mérito de haber puesto en cuestión el modelo y de digitar, a su gusto, a la depravada y corrupta casta política, cuyos días están contados.


Una campaña de esta envergadura, para que surta el efecto deseado exige, en primer lugar, apoyo político – por la posición de algunos candidatos presidenciales no parece tan difícil de conquistar -; en segundo lugar, una amplia aceptación popular – hasta ahora, un 80% es partidario de una Asamblea Constituyente; en tercer lugar, una hegemonía cultural, que aún está por conquistarse ante el panorama de un electorado apático y desconfiado de las instituciones y la democracia electoral; en cuarto lugar, es preciso luchar contra la desesperanza aprendida; en quinto lugar, hay que desarrollar una organización tan poderosa como la del NO.


Me voy a centrar en el último punto propuesto anteriormente: solamente para contabilizar los votos marcados con las letras A.C va a ser necesario tener en cada mesa de votación un apoderado, que traspase los resultados a una central de cómputos, lo que supone bastantes recursos tanto humanos, como materiales. Es posible que los candidatos a la presidencia que apoyen la Asamblea Constituyente presten sus apoderados, con la doble tarea de controlar los votos de su candidato y los marcados con A.C.


Otro aspecto, muy central por cierto, se refiere a la publicidad. Una campaña de este calado exige mucha audacia, compromiso, dedicación y coraje; creo que nada se pierde exigiendo al Estado la participación en la franja electoral que, posiblemente, va a ser negada, sin embargo, hay que jugar todas las cartas. Se puede ridiculizar el enorme gasto estatal para llamar a votar, en primarias truchas – lo que ocurre actualmente – y, en las parlamentarias casi inexistentes.


Como ocurrió en 1988, se tendrá que luchar contra los pesimistas que, en esa época, creían imposible ganar con el NO para derrotar al dictador Pinochet y, ahora, comienzan a decir que si le ponemos las letras A.C al voto, sería anulado por los vocales de mesa. Hay que luchar contra el pesimismo en el terreno de las ideas.


Es de esperar que este nuevo intento por tener una nueva Constitución resulte de verdad, con el apoyo de los movimientos sociales.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas

05/05/2013

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