Circula en el ambiente político una falta alarmante de mentiras disponibles en tiempos de elecciones. Por razones diversas, no resulta fácil dejar caer una falacia del porte de un buque y echarse a dormir.
Lo que funcionó con notables réditos para el sistema político, hoy ha entrado en una crisis que de no ponerle atajo, contribuirá a los síntomas de desgaje del sistema. Por lo menos en su versión inmaculada, a prueba de exigentes y revoltosos.
La otrora imbatible Concertación de Partidos por la Democracia ha caído a límites históricos en el rechazo de la gente. Es cosa que algunos senadores, diputados o alcaldes se les ocurra la desfachatez de ir a meterse a alguna manifestación para que sienta el efecto concreto de las encuestas.
Los eventos que en el último tiempo han hecho de nuestro país una de las plazas más entretenidas de este lado del mundo, se originan ni más ni menos en el esplendor fascinante del paso de los estudiantes en el no tan lejano 2006, que Michelle no quiere recordar.
El efecto mariposa de los estudiantes traicionados por la presidenta ha avanzado hacia horizontes impensados y en ese tránsito ha develado las debilidades del sistema, en especial, la que se relaciona con la falta de ideas y mentiras.
Descontada la opción de decir la verdad, lo que falta para remontar un camino que se hace cuesta arriba son mentiras creíbles. El caso es que, enfrentados a unas complicadas elecciones, quizás las más de cuántas ha habido en el último cuarto de siglo, a la Concertación se le acaban las herramientas.
Es cierto que se ha anotado un punto con la domesticación de otrora insurrectos y revolucionarios, pero no ha impedido que el malestar de la chusma se reproduzcan día a día, hasta transformarse en lo que determina la bitácora de un aburrido presidente Piñera y un alarmado sistema de partidos políticos.
El aviso de la emergencia de una Nueva Mayoría, ha muerto en el útero estéril de sus arquitectos, no más copiaron ese nombre rimbombante y cínico. Ni nueva, ni mayoría, de eso no puede sino salir el berrido angustioso de quienes ven que las cosas van para otro lado.
Como otra cachetada de payaso fue advertida la idea de hacer primarias legales para disputar las mejores opciones parlamentarias y presidenciales con el cínico argumento de que las cosas deberían ser con la participación de la gente.
Una cosa es la verborrea mentirosa, truculenta y tramposa, y otra cosa es ver peligrar su asiento parlamentario que tanto les ha costado calentar en reiterados ciclos legislativos.
La amenaza vino, de nuevo, desde los estudiantes, que haciendo gala de una ingenuidad extraña, exigían incluirse en listas concertacionistas, primaria por medio.
Sería el recuerdo funesto de Providencia lo que encendió las luces de las alarmas, el caso es que ese camino, cacareado como la rosa de los vientos de la democracia, fue abandonado como el cadáver de un perro a la orilla de un río.
Durante años se avisó que el aterrizaje de Bachelet iba a ser el evento que señalaría un límite entre lo anterior, y el esplendoroso futuro, ahora sí, con la participación de la gente impulsando un programa que, ahora sí también, iba a ser respetado, no como esos extraños Cinco Puntos que ofreció a cambio del voto PC, y de lo que nunca más se supo.
Ni participación de la gente, ni programa progresista, ni nada que se se parezca. Bachelet ha cruzado por la ciudad por vías misteriosas, sin que la gente, sus descamisados, siquiera puedan verle el perfil ni su risa triste, detrás de su polarizados vidrios.
¿Del programa? Nunca se supo, al extremo que Gómez, avisado y radical, se ha adelantado a presentar sus ideas, generando un impacto tal en el PC, que los nuevos amigos de Michelle debieron suspender sus resoluciones hasta saber qué dice ella. Y hasta ahora, nada.
Da la impresión que Michelle sucumbió a su egolatría, la venció su espejo. Si se le preguntara a Bachelet con quien está, quizás responda que con Bachelet.
Quedan pocas mentiras disponibles en el cajón de los recursos electorales. Aunque con estos genios, nunca se sabe.