Que la derecha no tiene escrúpulos en abandonar a quien sea con tal de obtener algún provecho, no cabe duda alguna. Además tiene una larga historia en esto, seguramente los de más edad recordarán como en 1964 conservadores y liberales de entonces (ancestros de la actual derecha representada por la UDI y RN) dejaron abandonado a su abanderado Julio Durán (el mismo que anunciaba “cuajarones de sangre” si ganaba Allende) para sumarse a la candidatura de Frei Montalva y así frenar a Allende.
Forzando además al candidato radical a un acto de involuntario masoquismo, lo hicieron mantener su candidatura hasta el final pues de esa manera se evitaba que al menos parte de la votación radical se hubiera volcado hacia el candidato izquierdista.
Durán por cierto era un personaje más bien pintoresco con sus frecuentes metidas de pata, ni siquiera su presencia lo ayudaba mucho. Aunque imagen fotogénica no es óbice para que la derecha deje a alguien en la estacada, Laurence Golborne tiene “mejor pinta”, más educación y hasta un nombre que suena primermundista, pero igual lo dejaron colgado de la brocha. En cierto modo sucede que a pesar de sus diferencias, Durán y el ahora abandonado precandidato de la UDI tenían algo en común: ambos eran “forasteros”, individuos ajenos a los conglomerados políticos a los cuales se los quería asimilar. Durán era incluso ajeno socialmente hablando, el ex púgil radical incluso desentonaba sentado al lado de un “Marqués” Bulnes por ejemplo. Golborne, aunque sí identificable socialmente con la derecha, en cambio no tenía una trayectoria, un pedigree político como hombre de derecha. Ciertamente no entroncaba su quehacer político juvenil con el ahora lejano fervor pinochetista de un Longueira o un Allamand. Más aun, aparentemente él habría votado por el No en el plebiscito de 1988. Falta de trayectoria política, ya se lo había enrostrado el candidato de Renovación Nacional, contrastándolo así con su propio caso, porque él sí tiene trayectoria, claro está, eso independientemente de que uno puede tener una larga trayectoria política como la de Allamand, pero a la vez tratarse de una trayectoria básicamente mediocre, pero larga trayectoria al fin y al cabo… (lo cuantitativo por sobre lo cualitativo).
Golborne por su parte no tenía mucho que mostrar como trayectoria política propiamente tal, de alguna manera su candidatura y su inusitada popularidad habían sido productos de las circunstancias, específicamente del derrumbe en la mina San José cuando él era Ministro de Minería y aparecía como el responsable del exitoso rescate de los 33 mineros que allí habían quedado atrapados. La verdad sea dicha es que hasta ese momento ese ministro era uno más de los rostros del gabinete ocupando además una cartera que habitualmente no hace mayor noticia. Él estuvo entonces en el momento preciso y en el lugar preciso. Súbitamente se convirtió en el ministro mejor evaluado por todas las encuestas de opinión pública y a partir de allí su carrera fue vertiginosa, como vertiginosa ha sido en estos días su caída. A alguien que siga de cerca la cultura popular no podría dejar de pensar en ese tema que cantaba Alberto Cortéz: “Qué cosas tiene la vida, Mariana / qué cosas tiene la vida / mientras más alto volamos, Mariana / nos duele más la caída…”
Lo curioso en todo este affaire es que justamente todo ha sido creación y obra de la derecha. Una sorpresiva decisión de la Corte Suprema declara ilegales ciertos aumentos en los gastos de mantención de las tarjetas de crédito emitidas por una subsidiaria del holding Cencosud lo que perjudicó a miles de usuarios de esas tarjetas. Para mala suerte de Golborne, el inconsulto aumento de tarifa había sido implementado cuando él era gerente general de Cencosud. El primero en reaccionar ante la noticia no fue alguien desde las filas de la oposición o de la izquierda (y si en esto no soy exacto, afino lo dicho: el primero que hace del tema un escándalo no fue alguien de la oposición o de la izquierda) sino el entonces oponente de Golborne al interior de la coalición derechista: el abanderado de Renovación Nacional, Andrés Allamand. ¡Y vaya que fue agresivo en su ataque contra Golborne!
Una agresividad que aumentó cuando alguien habría descubierto que Golborne mantenía ciertos fondos en un paraíso fiscal. Cosa que él negó, pero para ese entonces ya no importaba lo que dijera, la suerte estaba echada, como en esas tragedias griegas, o si queremos ser más criollos, como en esos dramones de la televisión mexicana.
Curiosamente, en un estricto sentido, los cambios en las condiciones de las tarjetas de créditos en Chile hasta hace muy poco eran hechos unilateralmente por las compañías que las emitían, práctica común que eran por lo demás las reglas del juego entonces—incomprensiblemente—en vigor al tiempo de los gobiernos de la Concertación. En cuanto a la otra acusación, sus depósitos en las Islas Vírgenes, podía ser cierta o no, pero como ya indicábamos, a esta altura ya a nadie le interesa.
En definitiva el “desalojo” de la candidatura de Golborne fue en lo fundamental obra de la derecha misma, o de aquel sector de la derecha que no veía con buenos ojos la súbita irrupción de un “recién llegado”, un advenedizo de la política que, aunque perdiera la próxima elección (lo más probable según las encuestas), de todas maneras dejaría su nombre gravitando para futuras contiendas, desplazando a quienes que, como el propio Allamand, consideraban que tenían un mejor derecho para aspirar a ser presidenciables. He ahí la raíz de este singular acto de “canibalismo político” al interior de la derecha.
Como en otros acontecimientos, las reacciones desde la oposición llegaron después y fueron hasta más atenuadas que las furibundas declaraciones de Allamand. ¿Pudo haber influido en esto el hecho que el presidente del holding Cencosud, Horst Paulmann, había mantenido relaciones amistosas con el ex presidente Ricardo Lagos y con otros personeros de la Concertación? “Qué cosas tiene la vida…” tendría uno que repetir, ahora en relación a cómo el entrelazamiento de conexiones político-comerciales puede ofrecer inesperadas sorpresas y dar pábulo a aun más sorprendentes elucubraciones. Incluyendo este hecho de canibalismo político que comentamos y que altera el panorama electoral, especialmente cuando la UDI rápidamente reemplazó a su otrora candidato estrella por alguien como Pablo Longueira, con una larga trayectoria política como la de Allamand, y como el abanderado de RN, incluyendo sus juveniles adhesiones a la dictadura de Pinochet, y que de todas maneras—a no ser que ocurra algún hecho imponderable—tiene aun menos posibilidades de hacerle el peso a la candidatura de Michelle Bachelet que es la más probable que sea la que levante la oposición después de las primarias de junio.