Septiembre 21, 2024

La Derecha popular ¡yeah!

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Paulina vino del campo a la ciudad; una historia repetida pero cierta. A duras penas descendió del bus que la transportó desde la fea Región de la Araucanía para internarse de lleno en el éxito capitalino que la aguardaba con una recepción digna de sultanes. Ese mundo se llama Asesoramiento del Hogar. ¡Qué lindo es asesor un hogar! Sobre todo cuando éste es ajeno. Una puede hurguetear en la nevera atiborrada de embutidos, en el clóset de la patrona, incluso jugar a ser la patrona en frente del espejo del lavabo. Lo importante es que pasen los nueve meses y que ojalá no se note. ¡No se debe notar! La joven barriga de Paulina está llena de comida grasienta, eso es cierto, pero hay además en su interior un futuro grasiento bebé que Paulina llamará Brian o Kevin ¿o tal vez Maicol? Vaya uno a saber. Lo cierto es que Paulina enviará al futuro grasiento bebé al final de rieles de su tierra, mientras que ella se afana con la suciedad de la casita de la patroncita en Chicureo. Eso se llama calidad de vida. ¡A ella hasta la incluyeron en el Censo!


 

Paulina tiene voto, pero Paulina no tiene voz ni sabe hilvanar frases que hagan sentido. Ella desconoce la estructura Sujeto, Verbo y Predicado. Aprender: eso ha de tomar mucho, muchísimo tiempo, desde luego menos del que a ella le tomó entregarse por completo a su pasatiempo favorito: la ejecución de guarradas con el descerebrado hijo del carnicero. Y sin embargo, ¿a quién le importa que Paulina tenga o no tenga voz? Ella está feliz con la escoba. En la suciedad de la alfombra boucle, en las manchas de la taza del váter Paulina se realiza: en los calzoncillos manchados del doñito y en el cerro de papeles de mierda de la doñita Paulina encuentra solaz. ¡Cuánto goza desmanchando lo que está sucio o incluso desmanchando lo que todavía no tiene suciedad! Pero un momento, ¿quién habla por Paulina? Es decir, ella es adulta –tiene dieciocho años– por lo que ya está lo suficientemente mayor para saber quién ha de hablar y decidir por ella: si el Candidato de la Derecha o el Candidato de la Izquierda. Izquierda Derecha, Derecha Izquierda, el dúo que ha de hablar y decidir por ella.


Agazapada en la muralla de falso concreto de la cocina-comedor-de-diario se encuentra Paulina, ávida de conocimientos políticos. Y algunos trovadores que describían lo tonta que Paulina era. De eso nada. Desde allí escucha las discusiones intelectuales que el doñito mantiene con la doñita en el reluciente comedor oficial. Él, que estudió ingeniería, es de Derecha. Ella, que estudió… un momento, ella no estudió NADA, es decir, estuvo a punto, a dos centímetros de ser profesora en un bello jardín infantil para niños imbéciles, pero el doñito la persuadió para que se quedara en casa y así aplicara sus conocimientos teóricos en la organización del hogar, asesorado por Paulina. Desde luego que la doñita también es de derecha. En el supermercado, donde compra lo que va escaseando en la resplandeciente nevera, se topa con sus amigas que también compran lo que va escaseando en sus respectivas resplandecientes neveras (a veces con los críos en uniforme escolar, pero esa es la intención: que todos digan, eh, míralos, van al Colegio de las Ursulinas, al Cumbres, al Grange, ¡¡¡al Cordillera!!!). Ellas son de la opinión de que la Bachelet es una comunista resentida, que los del país son todos unos flojos y que por supuesto quieren todo regalado. Las rubias señoras discuten al tiempo que estiran la mano para coger el Stollen que va ir a parar directo a la respectiva resplandeciente nevera. Todo ese valioso conocimiento es acarreado por la doñita desde el pasillo número 21 del supermercado al hogar, y en voz muy baja, se lo transmite a su esposo que casi cayó en prisión por pederastia, pero allí está, explicando que Golborne es mejor que la palabra mejor, que traerá pujanza y genialidad a la política. La Bachelet, explica el doñito, es una gorda resentida que no tiene idea de nada. Eso opina el doñito al tiempo que arranca una migaja de Stollen de su camisa blanca, porque si fuera de algún color resaltaría de forma equivocada y encima se le notarían los senos. La barriga cervecera es indeleble. ¡Lástima!


Paulina toma nota mental de todo cuanto escucha. ¡Ella debe votar por Golborne! O por cualquiera que quiera ser presidente de la Derecha, incluso por aquel que prometió regalar dineros del Estado a las tiernas guarras que desistan del aborto. ¡Hay que engrosar la población! El país se está volviendo viejo y cansado, igual que en Escandinavia, que alegría, todos y todas como en el primer mundo. A continuación Paulina corre en dirección al comedor para retirar los restos de comida (que en realidad son pocos) y se lleva todo a la cocina para terminar de fregar. Allí, al compás de la esponja untada en jabón líquido Paulina piensa que a ella no le conviene en lo absoluto ser comunista –es decir, darle el voto a la Bachelet– porque si ya es pobre y resentida, votar por una resentida (que no se sabe si es pobre, lo más probable es que sí) la hará más resentida aún. En cambio votar por el de Derecha la acercará aún más al doñito y a la doñita. Así razona Paulina.


No se debe desconocer que el actual gobierno ha hecho mucho, DEMASIADO, en honor a gente como Paulina. Entre otras cosas instaló a una mujer a cargo del Servicio Nacional de la Mujer, una mujer que de vender zapatos pasó nada menos que a ministra de su propio Sexo. Y ahora llegó al de Educación, desde cuya tribuna organizará el renovado lucro. ¡Y cuánto no ha hecho el ministerio por Paulina! Es decir: todo ha hecho el ministerio por Paulina. Ahora ella, por ejemplo, sabe que maricón es el que le pega a las mujeres, o sea, a ella. De eso se desprende que maricón es el que le hizo al Brian o Kevin ¿o tal vez Maicol? Nada importa porque pronto el Brian o Kevin ¿o tal vez Maicol? estará muy escondido en el final de rieles de su tierra. Pero aquí lo que importa es el voto de Paulina. Ya han hablado con ella algunos miembros del comando, el bendito comando. Le han dicho que si vota por G. ella tendrá trabajo seguro. ¡Una vida entera asesorando el hogar! E incluso, si se casa (pero esta vez como Dios manda, vale decir, a abrir las piernas post-condenación en la parroquia, jijiji) podrá rehacer su vida y quedarse en la casita calientita y recibir ¡Sí! ¡Recibir! una pensión por el solo hecho de quedarse en la casita calientita y recibir ¡Sí! ¡Recibir! los golpes del nuevo marido, que le dará un tortazo cada vez que ella no compre cebollas en escabeche o no le haga la cama. El futuro nuevo marido de Paulina no sabrá hacer ni un huevo revuelto, pero para eso está ella y su experiencia en asesoramiento de hogares. Paulina lo ve todo: ve, entre otras cosas, a papaíto que cuando se enteró del embarazo la golpeó con un fierro. ¿Qué diría el papaíto ahora? ¿A ver? Hija mía, pero que bien lo has hecho, adelante, la casa es pequeña, pero el corazón es grande, allí hay un sillón viejo, venga, tomen asiento. ¿Qué estás embarazada nuevamente Paulina? Eso es una bendición, y esta vez llevará el apellido de tu esposo, y no se repetirá tu apellido como el del futuro Brian o Kevin ¿o tal vez Maicol?, sino que tendrá dos apellidos distintos, es decir, será un hijo de la legitimidad. Y ojalá te comportes bien para que mi yerno no te golpee y que además tomes la píldora. Y que los niños coman mucha, muchísimas toneladas de harina tostada con azúcar y leche en polvo ¡ñami! y si son buenos yo los llevo al McDonald’s, y si se portan mejor, es decir, si no rompen el pantalón de ir a la escuela con ese culo y esas piernas gruesas de tanto comer porquerías, nos iremos todos juntos al Mall a pegarnos como lapas a los escaparates. ¿Y la madre? Pues la madre asentirá, muy contenta, de que su hija por fin haya conocido a uno que la honre, y que le dé hijos legítimos y que le pegue poco, solo cuando la Paulina se lo merezca (por levantar la voz, por el ataque de pánico, por tener que arrancar con la escobilla la mierda de los calzoncillos del marido). Así todos felices, vamos el día de las elecciones, TODOS JUNTOS, a votar por nuestro candidato.


Así sueña Paulina, con los platos y toda la porquería que se organiza en frente de sus ojos. Toda la resplandeciente nueva familia, votando porque así una ha de comportarse. Nada de paros ni de sindicatos que el nuevo marido está en el comando, ya lo puede ver ella, él le hace guiños, flirtear le llaman, y mañana nos vamos tú y yo nena, a comernos un completo a la fuente de soda y después te llevo a mi pieza. Paulina ¡So guarra! ¿No tuviste suficiente con el Brian o Kevin ¿o tal vez Maicol?–? Salta a la vista que no, que Paulina, so guarra, no tuvo suficiente. Ante todo quiere vivir una vida que merezca ser vivida. Por eso le dará el voto a Golborne, que según leyó en el diario, partió igual que ella, es decir, de la clase MEDIA, ¿su padre? Un ferretero. No obstante la oceánica diferencia entre vulcanizador y ferretero, los padres de Golborne y Paulina hicieron algo para el futuro de cada uno. Y Paulina está tan feliz, obvio que ella es de la Derecha, incluso le gusta Pinochet (a pesar de haber nacido en el 1994), porque las cosas funcionaban bien por aquel entonces, no como ahora, que una se ve afectada por la delincuencia. A ella, que tiene tantas posesiones, tanta colección de bisutería Avon y hasta una cartera Saxoline. Hay que darle el voto a Golborne, hay que escuchar al doñito que le pega a la doñita, y sobre todo, al mofletudo que le guiña el ojo, el del comando, que le toma los datos personales, ¡qué no se le vaya a escapar el voto! Después ellos se irán a una fuente de soda a comer un completo. Ya no habrá uno sino DOS resplandecientes miembros de la derecha. Cuando se casen –desde luego que se casarán, Paulina no se puede permitir a un nuevo Brian o Kevin ¿o tal vez Maicol?, de otro modo papaíto la enviaría directo al cementerio con la renovada azotaina– serán los ricos del pasaje en la población porque serán los de la auténtica Derecha. Y encima que Paulina es del campo, y se vino a la capital, que tiene su propio Manhattan y un Mall reluciente, y un H&M y un río y un parque de esculturas. ¿Y a qué vino Paulina? A ASESORAR. Nada menos. Ella aspira las cortinas y las alfombras, ella, ella sola, organiza los individuales sobre la mesa ordinaria pero que parece de antigüedades, Paulina hace todo eso. Paulina es la mujer más feliz en este valle que de por sí es el más feliz del universo.


anibal.venegas@gmail.com

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