El 19 de abril se conmemoran 70 años del Levantamiento del Ghetto de Varsovia. Es conocida esa rebelión de la población judía en abril de 1943, encerrada dentro de ese infierno calculado por el nazismo que fue el Ghetto. Unas 100 manzanas de la ciudad de Varsovia amuralladas con altos paredones de ladrillos que se extendían por mas de 18 km., alambradas de púas, puestos y torres de control, guardias internas y externas, incursiones para enviar contingentes de personas a los campos de exterminio y solamente una entrada eran el lugar donde fueron recluidos y hacinados más de 500.000 judíos polacos y de otras nacionalidades.
Carentes de los mas mínimos recursos para sobrevivir (agua, servicios sanitarios, vivienda, calefacción, alimentación, atención médica) dignamente –es bueno consignar que en esa área había solamente un árbol (los demás fueron talados exprofesamente)-, la población estaba condenada a morir de enfermedades, inanición y sobreexplotación laboral.
En ese terrible ámbito, sin embargo se gestaron hermosas y nobles experiencias que demostraban (y nos demuestran) la voluntad de lucha y vida reinante. Orquestas, escuelas, partidos políticos, imprentas, poemas, instituciones religiosas, hogares de niños dan la pauta de esa enorme y honrosa decisión de no entregarse mansamente a la muerte.
Ejemplos como el Asilo del Dr. Janus Korczak, el archivo clandestino del Dr. Emmanuel Ringuelblum, la gestación del Frente Antifascista por Josef Lewartowsky y Andrei Szmidt son apenas algunos pocos hechos sobresalientes dentro de una cotidianeidad donde sobrevivir ya era significativo.
Sin embargo, el punto mas alto de esa rebeldía fue la creación de la Organización Judía de Combate (OJC). Formada por la mayoría de las organizaciones políticas actuantes dentro del Ghetto (sionistas de izquierda, comunistas, socialistas y otras corrientes) y constituida en gran parte de jóvenes que no superaban los 22 años, se dieron a la tarea de organizar la resistencia armada al terror nazi. La comandancia de la OJC recayó en Mordejai Anielevic, un muchacho de apenas 21 años, quien estaba acompañado de un Estado Mayor integrado por jóvenes de su misma edad.
Casi sin armas y con solo la voluntad de lucha, la rebelión comenzó el 19 de abril de 1943 y se extendió hasta mayo/junio de ese año. Bombas molotov, algunas pocas viejas pistolas y fusiles y armas caseras en manos de civiles (hombres y mujeres) enfrentaban a metralletas, cañones, tanques, lanzallamas, aviones y a una soldadesca entrenada y preparada para matar.
Lo que las tropas nazis creyeron que en un principio sería una nueva razzia, pronto debió convertirse en una operación militar a gran escala, con el empleo de todos los recursos para sofocar el Levantamiento, el que se convirtió en la primera sublevación urbana armada contra la Alemania hitleriana.
La desigual lucha duró mas de un mes, superior a la que opusieron algunas naciones europeas a las tropas fascistas. Finalmente, un mar de fuego, metralla y bombas ahogó el Levantamiento. Una idea circulaba entre los combatientes judíos: ser firmes y valientes ante ese enemigo tan detestable.
Las consignas del Ghetto siempre fueron precisas y contundentes: Por nuestra y vuestra Libertad – Nunca más – No olvidar ni perdonar jamás.
Resumen un ideario que va mucho mas allá de aquella siniestra coyuntura. Esas consignas resuenan en nuestros oídos y repercuten en nuestras conciencias, nos hacen eco porque tienen total vigencia y actualidad.
Frente a la intolerancia, frente al odio, frente a la violencia generada desde el poder, frente al terror impuesto desde el Estado, frente a los planes sistemáticos de exterminio, nuestras conciencias y nuestros corazones se perturban y se agitan. Claman por justicia.
El legado del Levantamiento del Ghetto de Varsovia trasciende el hecho en si y se proyecta desde aquel momento al presente como un rayo de luz. Vertiginoso y potente nos dice que frente a la ignominia, frente a la infamia, a los seres humanos –para seguir ostentando la condición de tales- solo nos queda el hecho de decir BASTA con todas nuestras fuerzas y sublevarnos contra el odio, la muerte, el horror.
Hoy a 70 años de aquellas gloriosas jornadas en las que un puñado de jóvenes combatientes decidieron enfrentar a la degradación que intentaba imponer el nazismo, la Humanidad debe seguir su agudo ejemplo para oponerse a las nuevas formas de marginación, al racismo, a la xenofobia, a cualquier forma de discriminación, a la violencia de género, al sexismo, a la opresión, a la destrucción del medio ambiente y los recursos naturales y desnaturalizar cualquier intento de justificación de tales aberraciones. El Levantamiento del Ghetto de Varsovia tuvo lugar en la Europa de hace 70 años. Aquellas sociedades de entonces no son las mismas de hoy. Sin embargo, la memoria sobre lo sucedido posibilita debatir acerca de nuestra propia historia de las últimas décadas y de la de otros pueblos de América Latina, en la que también ha tenido lugar genocidios y diversas acciones de resistencia.
El negacionismo -expresado de mil maneras diferentes- del genocidio del pueblo judío durante la 2ª. Guerra Mundial perpetrado por los nazis es similar al cometido contra el pueblo armenio, contra los pueblos originarios de Nuestra América en tanto la conquista o los pueblos afro – asiáticos durante el colonialismo.
Las masacres no pueden no deben ser olvidadas para evitar que se repitan. Es nuestro deber como personas de bien. La memoria es selectiva, pero no puede caer en la omisión ni en la indiferencia. Recordamos –volvemos a pasar por el corazón- para estar siempre alertas, para que las bestias de ayer no se travistan en bestias de hoy, quizá un poco mas elegantes pero igual de brutales y abominables como los nazis.
Ese es el motivo por el cual reivindicamos la paz en Medio Oriente como una paz justa, democrática, duradera, equitativa. Solo la paz es revolucionaria. Demandamos por la idea de una paz que no sea la de los cementerios o la del sojuzgamiento. Exigimos una paz entre iguales, una paz que reconozca los derechos de los pueblos israelí y palestino a tener un Estado propio, soberano, seguro, independiente, laico; a poder desarrollar un proyecto como nación en el concierto de las naciones; a saber que si salgo de mi casa para el trabajo, el estudio, la diversión o lo que sea, volveré a mi casa tal como había salido. De allí que impulsemos con toda fuerza el criterio Dos Pueblos = Dos Estados.
Asimismo se han llegado casi a naturalizar muchas prácticas violentas y de sojuzgamiento sobre los mas débiles, como la violencia implícita en la injusticia de la pobreza y la indiferencia por el otro; en las calles y en las rutas, con accidentes que revelan la ausencia de respeto por la vida propia y las de otros de muchos conductores; en reclamos sectoriales egoístas violentando derechos de otros ciudadanos; en las canchas de fútbol; en el abuso sobre mujeres y niños, en la trata de personas entre otras formas de brutalidad social. Por eso la importancia de avanzar hacia una sociedad plural, democrática, equitativa que no genere espacios de exclusión al distinto (cuando no su eliminación), ya sea que las diferencias sean por cuestiones de origen étnico, religioso (como en el caso del nazismo), condición socio-económica, origen lingüístico o cultural, etario, de género, elección sexual o de cualquier otra índole.
Por todo esto es que recordamos como aporte a la sensibilización y a la toma de conciencia de la ciudadanía en su conjunto del significado profundo que tienen conceptos tales como respeto, diferencia, solidaridad.
La memoria, el recuerdo son fundamentales para el desarrollo de la vida humana. Pero cuando recordamos no lo hacemos con nostalgia o para que congelar imágenes. Lo hacemos porque entendemos que esas experiencias son valederas para el devenir.
Reivindicamos la memoria de los heroicos combatientes del Ghetto; en ellos están presentes todos los verdaderos luchadores por la libertad y la dignidad humana, de aquí y de allá, del pasado, del presente y del futuro. El legado que nos dejaron estos jóvenes fue el de no rendirse, el de levantar bien alto las banderas de la justicia, la honra y la integridad. Somos sus herederos y como tales, es nuestro deber ético ser consecuentes con esas tradiciones que tanto nos enaltecen. La montaña de zapatitos negros, blancos, rojos, sanos, rotos nos convocan a ello.
Junto a esa herencia ética, nos dejaron un testamento político: la unidad de los que luchan, de los que resisten. Establecer cuál es el objetivo prioritario, y a partir de allí, establecer todos los vínculos necesarios, todas las articulaciones que hagan falta con aquellos que somos parecidos, no para mimetizarnos, no para subsumirnos, sino para derrotar al enemigo principal, sin abandonar convicciones no resignar banderas.
Nosotros, judíos progresistas no traemos a cuento ni el Holocausto ni la Shoá. No somos partidarios de conceptualizar la lucha de los combatientes de esa manera. Para nosotros, esos luchadores de los ghettos, de los campos, de los bosques, de las unidades guerrilleras simbolizan uno de los escalones mas altos de la condición humana: la resistencia al opresor, la rebeldía ante la injusticia mas injusta –condenarte por ser-
Vayan sabiendo esto los fascistas de cualquier lugar o momento: en nosotros no hay luto. En nosotros solo están la aurora y el viento fresco y rejuvenecedor de la esperanza. Ese en nuestro lugar.
*Escritor , historiador y profesor universitario.