La marcha estudiantil del jueves 11 de abril revivió la fuerza de las manifestaciones del año 2011. El movimiento estudiantil, con el apoyo de la mayoría de la sociedad civil ha logrado clarificar su quiebre con un modelo que, cada día, se hace más inaceptable para los chilenos. La trilogía nueva Constitución-reforma tributaria-educación pública y gratuita para todos se ha convertido en una hoja de ruta que no puede ser eludida por la clase política.
Hay dos mundos opuestos:
Primero, el del juego político, cada día más banal y desubicado, en el cual las famosas “instituciones” – según el ex Presidente Ricardo Lagos eran el resorte de la máquina, para usar términos portalianos – se han encargado de profundizar el desprestigio, que nos permitió en tiempo atrás definirlo como una crisis de representación, credibilidad y legitimidad, que, por ejemplo, hoy elige a un segundo vicepresidente de la Cámara de Diputados, condenado por fraude al fisco, con la anuencia de la derecha, convencida de que compraría su voto con tan alto cargo, pero le salió “el tiro por la culata”, pues el diputado Pedro Velásquez votó a favor de la acusación constitucional contra el ministro Harald Beyer – ahora, los “fariseos” rasgan vestiduras y pretenden defenetrarlo -.
El ridículo sainete continuó con la famosa “copy-paste” del escrito, presentado por la oposición, respecto a los artículos que acusaban al ministro de educación. Es digno de “Ripley” el que ningún letrado haya hecho ver semejante desprolijidad – cómo podemos exigir a nuestros estudiantes y profesores que comprendan lo que lean y expresan, incluso a través de la televisión, si los parlamentarios y los “Sansones Carrasco” cometen semejante plagio – ahora, los acusados son los defensores del ministro en cuestión quienes, a su vez, plagiaron la defensa Rodríguez Grossi, un ex ministro de la Concertación.
Con toda razón, los estudiantes no creen en esta cara renovada de la ex Presidenta que, en una entrevista en la Revista The Clinic, pretende apropiarse de la “Santísima Trinidad” nueva Constitución-reforma tributaria-educación pública y gratuita para todos -. A Michelle Bachelet le pasa algo similar a las niñas que, en la juventud, llamábamos “calientapollas”, que te entusiasma con ideas progresistas y, posteriormente, te manda cortado – pues todos sabemos que son voladores de luces, vaguedades, que no explican cómo y con quiénes, pues es impensable que los neoliberales de Expansiva y la mayoría derechista de los democratacristianos y los lobistas la acompañen en programas tan revolucionarios.
En segundo lugar, está el mundo de una ciudadanía activa y progresista, en creciente e irreversible ruptura con un modelo que, como todo lo viejo y caduco, se niega a morir, y lo nuevo, a pesar de hegemonizar el pensamiento y la acción social, aún no logra encontrar el camino hacia el poder – para usar los conceptos de Antonio Gramsci -, pero desafortunadamente, aún no logra canales políticos para encaminar la construcción de un Chile nuevo, cuya necesidad es, cada día más urgente.
La tarea del momento es convertir es convertir la potencia del movimiento social en una fuerza arrasadora que termine con el predominio ideológico de los conservadores de izquierda y de derecha y las malas prácticas de la casta política, y así, entre todos, podamos construir una proyecto-país con una nueva Carta Magna, un sistema educacional igualitario y de calidad, una salud pública al servicio de los ciudadanos y de mejores prestaciones que la privada, así como un solidario de Previsión.
Rafael Luis Gumucio Rivas
12/04/2013