Otrora a los cheques sin fondos los denominaban “chirimoyos” y quien los entregaba iba a parar con sus huesos a la cárcel. Las promesas electorales no son moneda de curso legal – como los cheques – por consiguiente, no se le puede exigir a un candidato o candidata a la presidencia de la república que dichas promesas tengan fondos. Por ejemplo, el actual Presidente no ha cumplido el programa ofrecido en la campaña, pero nadie pedirle el pago de semejante “chirimoyo”.
La candidata a la presidencia por la Concertación, en forma muy entusiasta se lanzó a ofrecer “chirimoyos” – el mejor de ellos se refería a la eliminación del lucro y la gratuidad en la educación en todos los niveles -, pero nadie indagó sobre los antecedentes bancarios de la candidata, en esta materia – la LGE, el copago, la selección de alumnos a partir del séptimo básico y la aniquilación de la educación pública en pro de los privados, en su primera encarnación -. Como hay tontos para todos los gustos, muchos creen aún que la candidata va a cumplir sus promesas, pero tal vez algunos ignoran que estas ideas son un caza bobos.
Al poco andar aparecieron los Escalona, los Andrade, los Quintana, los Correa, los Tironi, – neoliberales de tomo y lomo – aconsejándole a la candidata que no exagerara despertando ilusiones y expectativas, que no cumpliría en su posible futuro gobierno. En una segunda declaración, ella misma desmintió la gratuidad para todos los estudiantes aduciendo que los ricos tenían que pagar la escolaridad de sus hijos – cuando en la realidad los estudiantes no son ricos, sino sus padres -.
En los mejores modelos educacionales – países escandinavos, Corea del Sur y otros – la educación pública es igualitaria: ningún padre o alumno paga la escolaridad aun cuando sea millonario, pero los impuestos a las empresas y a las personas supera el 50%, cuya recaudación se dedica, preferentemente, a la educación y a la salud. El Estado tiene el monopolio de la coerción y puede “secar” en la cárcel a quien evada los tributos. En Chile ocurre todo lo contrario: los pobres pagan impuestos y los ricos los evaden por medio de engaños legalizados, que llaman elusión.
A los ricos les convendría seguir pagando tres o cuatro millones anuales por escolaridad y que no le aumenten los impuestos, que serían mucho más onerosos para ellos si se elimina el FUT o se aumentaran los tributos para los más adinerados en forma similar que en los países escandinavos. Los especialistas sostienen que la sola eliminación del FUT, el Estado recaudaría más de 10.000 millones de dólares; si agregamos un royalty – no sólo a las actividades mineras, sino también a otras commodities – por ejemplo, de un 25% – muy inferior al de muchos países productores – tendríamos no sólo escuelas de la mejor calidad y hospitales similares a las mejores clínicas de Chile.
Como dice Marco Enríquez-Ominami, que postula a la educación a la educación gratuita y de calidad para todos, sin ninguna letra chica, “los ricos son los padres y no los hijos, y debieran financiar la educación de calidad vía impuestos”, pues las formas de tributar define las características de un país. En el caso chileno, el sistema impositivos una de las fuentes principales de la desigualdad.
Ahora, la candidata a la presidencia lanzará un nuevo “chirimoyo”, la reforma tributaria que, al comienzo, parecerá muy contundente, pero al poco andar los lobistas – cercanos a la candidata – comenzarán a moderarla, hasta terminar en una reforma que siga dejando contentos a los empresarios y millonarios del país, y así, sucesivamente, con las demás promesas de campaña. ¡Ya están advertidos: si quieren recibir “chirimoyos y paquetes chilenos, no lloren!
Rafael Luis Gumucio Rivas
10/04/2013