Enero 3, 2025

Barack Obama y Piñera: Olvidar para gobernar

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obamapieraLas elites binominales (Alianza y  Concertación) se lamentaron de que “Obama no fijara planes concretos para la región en su discurso”. Todos querían algo más. Una dádiva especial, una señal que les permitiera vivir un “feeling” particular que los hiciera sentir que son la elite de un país con un destino manifiesto. Nada, salvo ese Tratado Nuclear que puede dar para lo peor. Eso sí, discursos que permiten descifrar un par de claves de la práctica política contemporánea.   

 

 

 

Tanto Piñera como Barak Obama demostraron someterse gustosos a la dictadura del momento y a modos de pensar que trituran el pasado y la memoria. Existir en el presente glorioso y fugaz parece ser la norma de la condición del político actual. Vivir inundados de informes, minutas y recados de sus consejeros que les preparan los discursos, sin reparar en las contradicciones, son características del Gobierno en la era de la videocracia.

 

La pantalla borra el pasado y lo alisa. Los cadáveres amontonados molestan; los acontecimientos que hicieron a las naciones y sus conflictos se ignoran; mirar el futuro es ensalzar el comercio, la prosperidad, los intercambios, las transacciones y los flujos.

 

Piñera declaró: “Una persona que ha bombardeado a su propio pueblo no merece seguir gobernando ese pueblo.” ¿Se refería a Pinochet cuando bombardeó a su pueblo en La Moneda y gobernó gracias a la ayuda del Estado que Obama representa? No. Es Kadhafi el enemigo de turno. ¿Pero acaso Piñera no gobierna con conspicuos pinochetistas? ¿Habrá que recordarles que Pinochet fue dictador 17 años y después senador de la república?    

 

Es normal que Piñera olvide la historia cuando refiriéndose  (aunque parece que el libio es un niño de pecho al lado del dictador chileno) a Kadhafi nos recuerde a Pinochet el asesino, responsable directo de la desaparición de 3.000 compatriotas.

 

¿Hay alguna explicación de los “olvidos” o sugerencias de Barak Obama? Sí. Obama olvidó las razones poderosas que habían para pedirle perdón a los chilenos. En vez de hacerlo nos propuso no quedar “atrapados en la historia” y elogió a Chile como ejemplo de “reconciliación”. Palabrería hueca. A Obama lo aconsejaron mal. Basta con hurgar un poco en el pasado aún presente.

 

El responsable intelectual del pensamiento del Presidente Obama es el Secretario de Estado Adjunto para América Latina, el cientista político Arturo Valenzuela. Este, en su libro, El quiebre de la democracia en Chile, da cuenta del Golpe de Estado militar de septiembre 1973 seleccionando con pinzas y realzando algunas variables para rebajar otras. Valenzuela afirma que el quiebre de la democracia fue consecuencia de las debilidades propias del régimen político de aquella época constitucional.

 

El cruento Golpe pinochetista habría sido resultado de la “rigidez del sistema” y no de una decisión de actores políticos, sostiene Valenzuela en su libro. El politólogo insiste en la sobre-ideologización de la lucha política que habría acentuado la polarización de bloques rivales incapaces de “consensuar” (UP versus Derechas-DC). La culpa sería según éste de las instituciones políticas mismas y por ende del sistema electoral proporcional. Los políticos y sus intereses no cuentan.

 

Para defender esta tesis, Valenzuela llegó al colmo de “olvidar”, para  minimizar, el rol de las Fuerzas Armadas chilenas como agente provocador y desestabilizador del régimen incluso antes que Allende asumiera el Gobierno a fines de 1970. Este tour de passe o triquiñuela intelectual le permitió restarle importancia a la intervención de la potencia imperial a la que presta sus servicios y que trabajó obsesivamente, con Nixon, Kissinger y la CIA para derrocar por todos los medios, junto con la derecha hoy en el poder con Piñera, al gobierno elegido democráticamente en 1970.

 

¿Cómo pedirle a Valenzuela que considerara como variable en sus análisis la irrupción de los explotados en la escena  política? Trabajadores, campesinos y pueblo mapuche exigían un “nuevo trato” en 1970. Nada menos que la extensión de la democracia a otras esferas como la económica. Importantes sectores de trabajadores se plantearon a partir de 1971 tareas propias de quienes vivían en condiciones socio-históricas que las empujaban a liberarse del capitalismo chileno. E incluso fueron mas allá del programa de la UP. Quisieron darse formas nuevas de ejercer el poder desde abajo. Pero, bueno, no se le exige amplitud intelectual a quienes se someten por ideología a la regla de oro del paradigma de la Ciencia política dominante: ignorar la lucha y los conflictos entre las clases.

 

El elogio a la transición chilena y a la reconciliación mencionadas como ejemplos por Obama en su discurso tienen su origen en ese núcleo simplista de ideas sistematizadas por Valenzuela.

 

¿Como iba Obama a pedir perdón al pueblo de Chile entonces, si para las elites de Washington y sus “scholars” orgánicos la culpa es del sistema y de sus efectos colaterales y no el resultado de la voluntad de dominación de las elites imperialistas en connivencia con las derechas chilenas y la DC?

 

Esta metodología les conviene (*). El olvido de los horrores de la barbarie imperial es un mecanismo del dispositivo de poder. Triturar el pasado. Para eso sirven, entre otras veleidades, los medios televisivos. Para dormir sin la pesadilla del pasado y justificar los del presente. Y los intelectuales como Valenzuela consienten en producir opio, para olvidar.

 

El sistema actual de alternancia binominal chileno tiene como parangón el modelo bipartidista de EE.UU. Allí, los demócratas y republicanos, para ser elegidos, deben contar con la anuencia y las donaciones para las millonarias campañas electorales de los grandes poderes económicos empresariales, financieros, mediáticos y del complejo militar e industrial. Son sistemas institucionales construidos y consensuados en torno a los intereses de los poderosos. Como en Chile.

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(*) Arturo Valenzuela utiliza a la Ciencia Política como un dispositivo de ocultamiento de la historia. Triturar la memoria y olvidar es una técnica de gobierno.  

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