En el horizonte cercano se aprecia más de lo mismo. Un año aparentemente politizado al calor de elecciones primarias, parlamentarias y presidenciales. La gente ya comienza a hablar de política, que Bachelet, Golborne, MEO, etc.
Pronto aparecerán grandes carteles en carreteras. Los candidatos esconderán a sus partidos políticos e instalarán a su lado rostros jóvenes, ojalá con look irreverente. El “producto candidato” se venderá de acuerdo al votante indeciso o devoto. Para ello incluso, es recomendable no hablar y sólo sonreír. El imaginario criollo se manipula mayoritariamente desde la emoción. Lo importante son los votos y el producto electo. No hay para que perderse: 2+2= 4. Al final del día son políticos, no revolucionarios.
Allá, en el horizonte cercano, se aprecia a la candidata con mayor posibilidad de triunfo asumir como manifiesto de su futuro segundo gobierno, aquella contundente frase de Maquiavelo: “Todos los estados bien gobernados y todos los príncipes inteligentes han tenido cuidado de no reducir a la nobleza a la desesperación, ni al pueblo al descontento”. La clase empresarial está molesta con lo hecho por Piñera. El presidente empresario y su improvisación egótica han dejado en mal pie al modelo jaguar. La gente sale a las calles, cuestiona el lucro, las termoeléctricas, el pago al día. En resumen, la gallada dejó de creer en ese espíritu santo tecnócrata que predicaba el temor al dios mercado.
Por lo mismo es que ese minoritario porcentaje de chilenos ricos, no mirará con malos ojos el regreso de la socialdemocracia. De seguro habrá un pacto, empresarios dispuestos a pagar más impuestos, bajar intereses y a desmonopolizar en algo el mercado de capitales con tal de evitar lo que podría ser una futura hecatombe social. Y para las masas movilizadas: “ciudadanización” + “participación”.
Lo anterior no lo considero malo ni bueno. Es lo que tiene que ser. ¿Para qué improvisar? El pueblo no apoyaría una segunda UP. Al pueblo le interesa todo lo que sea gratuidad, bonos y dinero fácil sin moverse mucho de su sofá de Homero Simpson. Para el pueblo los que hablan mucho son chantas. Para el pueblo la lucha de clases es un garabato. El pueblo estudiaría gratis, pero ni cagando trabajaría gratis. Nuestro pueblo otorga mayoría de rating a los realitys y con suerte lee las portadas de LUN.
Asumamos que la guerra la ganaron ellos y nos enchufaron su cultura e ideología en las venas. Los revolucionarios perdieron. A Marx se le leyó mal. Quizás si hubiera asumido Trotsky en vez de Stalin. Pero no, ya era. Después todo mutó en fracasados experimentos freak: “marxismo-jesuita”, “revolución en democracia”, “indigenismo-bolchevique”. Lo real es que hoy a lo más que podemos aspirar, es a esa síntesis surgida desde la confrontación entre economía de mercado, versus economía planificada: la socialdemocracia.
Quiero ser pesimista, me aburrió el optimismo pelotudo. Vean el porcentaje de chilenos que creen en dios y por ende en un más allá de la muerte. Son por lejos mayoría. Es imposible hacer revolución con esas mentalidades. Es imposible la sublevación sin antes aceptar que cuando termina nuestro respirar, llega la nada y por ende, resulta absurdo pasar por nuestras existencias, ordenados y sumisos ante un modelo portaliano. El statu quo está garantizado.
Las únicas revoluciones en camino serán aquellas que vendrán a perfeccionar el actual modelo: tecnología, igualdad de género, legalización de drogas, matrimonio homosexual, matriz energética. Todo lo anterior, por supuesto, sin desterrar la explotación del hombre por el hombre, ni la acumulación del capital en manos de unos pocos. El capitalismo será más buena onda, verde y hasta se preocupará de nuestras subjetividades.
La revolución fue burguesa. No nos engañemos más. Y como diría Calamaro: “a lo mejor resulta mejor así”.
Por Cristian Zúñiga Lucero
@planetazuniga