En entrevista con Clarín.cl Gustavo Adolfo Becerra (1954), poeta y realizador chileno, habla del trabajo al redactar las memorias de Matilde Urrutia entre 1983 y 1984: “Tenía conciencia histórica de la tarea encomendada y, por ello, el rigor profesional con que asumí esa misión. A simple vista ese documento no es copia fiel de lo que entregué. De hecho el título no es el mismo. Creo que hubo intervención de Jorge Edwards, sin duda, en apuntar algunos datos geográficos y mayor precisión en las fechas. No sé si sólo en esos asuntos. La Fundación Neruda debería exponer la copia final mecanografiada que les entregué, para poder cotejarlos con exactitud. Habíamos terminado la última etapa de entrevistas pocos días antes de su muerte, y le dije a Matilde que transcribiría estos últimos relatos y que los ubicaría en los capítulos correspondientes, para darle coherencia al libro que, en definitiva, estaba concluido”.
MC.- Gustavo, ¿por qué crees en la posibilidad del asesinato de Neruda?, ¿cuál es tu opinión sobre la próxima exhumación del poeta?
GB.- Los antecedentes sistematizados en el Informe Rettig -de ahora- y en múltiples denuncias públicas de familiares de detenidos desaparecidos, agrupaciones de derechos humanos -de antes-, muestran y demuestran que todo era posible: la crueldad despiadada era el método preferido para atemorizar e inmovilizar a la sociedad. Cada crimen, secuestro y detención dejaba al descubierto las aberraciones que los organismos de seguridad hacían con quienes consideraban adversarios políticos. Podían hacerlo porque tenían el apoyo y la complicidad del estado, y lo hicieron. Si lo hicieron con otros, ¡por qué no podrían hacerlo con Neruda!
En reiteradas oportunidades le pregunté a Matilde Urrutia si pensaba que Pablo pudo haber sido asesinado: destruyeron sus casas, instalaron un barco de guerra en el mar de Isla Negra, allanaron en varias oportunidades la ambulancia en que viajaba enfermo al Centro Médico, sus libros fueron proscritos, perfectamente podría haber sido asesinado. En privado, también lo comentábamos con nuestros amigos más cercanos. En esos días, no conocíamos el testimonio de Manuel Araya. Como respuesta ella contaba el trato denigrante que había recibido en la Clínica Santa María y lo que tuvieron que sufrir las tres mujeres en sus subterráneos, esperando en la puerta de la morgue, el cadáver del poeta.
Creo que la exhumación de Pablo es un homenaje merecido a don Manuel Araya, a su tenacidad: la verdad develada cualquiera sea debe culminar con el imperio de la justicia, cualquiera que sean los responsables. Esto le hace bien a quienes amamos la poesía y vida de Pablo, pero también al conjunto de la sociedad chilena. Quitar la tierra es una metáfora social muy importante.
MC.- Durante el juicio por el presunto asesinato varios periodistas hemos puesto en duda el libro: “Mi vida junto a Pablo Neruda” (1986). ¿Cuándo volviste a leer las memorias póstumas de Matilde Urrutia?, ¿descartarías una intervención de Jorge Edwards o Juan Agustín Figueroa en el manuscrito?
GB.- El día de la muerte de Matilde, comenzó a llegar gran cantidad de prensa internacional, agrupaciones sociales y políticas, ciudadanos de a pie. Las personas encargadas de la seguridad de la casa, eran militantes de las Juventudes Comunistas. Llegaron con sus camisas color amaranto y resguardaron la casa de Pablo y Matilde. Pusieron candados en las puertas y fueron custodios de confianza del patrimonio de Pablo.
A algunos personeros de la Fundación, les pareció que estos jóvenes no eran confiables. Yo había sido testigo privilegiado de la actitud responsable y ética de esos jóvenes. A mí me pareció que la desconfianza manifiesta de querer enlodar a quienes habían demostrado que eran personas concretas y coherentes, tenía un dejo de oscuridad. Ese fue mi primer encuentro con algunos de los representantes de la Fundación in situ, lo que me desmotivó a seguir sus actuaciones públicas, incluso a informarme de lo que hacían o dejaban de hacer.
Los días posteriores a la muerte de Matilde, la actitud que asumían era aún más cuestionable. Una mañana, llegué y la muchacha de servicio, me dice: -“Mire, Gustavo, toda la basura que había en la pieza de la señora Matilde”. Tomé tres papeles al azahar. Uno era una carta de Graciela Álvarez, donde le agradecía un aporte hecho por Matilde. Otro, era el de una muchacha que le pedía perdón por haberse enamorado de Pablo, “Pablo le pertenecía y el amor de Pablo”- argumentaba. El tercero no lo vi. Estaba demasiado molesto. Si bien es cierto, algunas de sus actitudes son cuestionables, Matilde trabajaba con meticulosidad fotocopiando originales de Pablo y poniendo entre ellos manuscritos papel arroz.
Había muchas tareas imprescindibles que emprender -sobre todo relacionadas con la promoción y defensa de los derechos humanos- y donde se demandaba mi participación como escritor. Y donde, además, encontraba satisfacción por contribuir al desarrollo humano efectivamente y a la utilidad de la virtud.
Dediqué parte importante de mi tiempo al proceso escritural de las memorias. Tenía conciencia histórica de la tarea encomendada y, por ello, el rigor profesional con que asumí esa misión. A simple vista ese documento no es copia fiel de lo que entregué. De hecho el título no es el mismo. Creo que hubo intervención de Jorge Edwards, sin duda, en apuntar algunos datos geográficos y mayor precisión en las fechas. No sé si sólo en esos asuntos. La Fundación Neruda debería exponer la copia final mecanografiada que le entregué a Roberto Parada, para poder cotejarlos con exactitud. Habíamos terminado la última etapa de entrevistas pocos días antes de su muerte, y le dije a Matilde que transcribiría estos últimos relatos y que los ubicaría en los capítulos correspondientes, para darle coherencia al libro que, en definitiva, estaba concluido.
Matilde Urrutia guardó con celo sacramental el hecho que escribíamos sus memorias, de tal manera que fue una enorme sorpresa para toda la Fundación y para el propio Edwards, haberse encontrado conmigo en La Chascona. Al parecer, había amistad entre ellos y Matilde, pero no confianza.
MC.- La viuda de Neruda trató muy mal a Homero Arce, lo acusó de pretender censurar el último capítulo de “Confieso que he vivido” (1974), pero Laura Arrué, Virginia Vidal y Germán Marín sostienen que Matilde difamó a Homero por haberle robado 200 dólares a Neruda en la Clínica Santa María (sic). ¿Fue injusta Matilde con el mejor amigo y secretario del poeta?, ¿por qué no dijo ni una palabra del asesinato de Homero Arce?
GB.- Había dos Matildes dentro de Matilde. Ella administraba a ambas. Tenía esa virtud. Las Memorias y los relatos que conocí, hablan de una de ellas. El título original de sus memorias era: “No nací para ser entendida en tinieblas” que denota esta duplicidad: una, la que era realmente, la que le gustaría socializar; y otra más, la que otros entendían que era. Su intención, creo, era escarbar en la otra Matilde para que fuera protagonista de este relato.
Se tomaba su tiempo para responder a cada una de mis preguntas. Aunque la intención era disipar esa nube, escrituralmente se ingresaba en una nueva nube. En este ámbito está la película que filmó en Perú, su vida sin vida testimonial durante su juventud, su estadía en México, algunos intervalos relacionados con la muerte del poeta, el tiempo que vivió en el Hotel Crillon. Mis asedios para indagar un poco más en esa Matilde no tenían mayor éxito y, finalmente, ella recordaba lo que quería recordar -de la otra Matilde- y de los recuerdos recordados seleccionaba los que quería dejar escritos. No tenía otro camino que ser respetuoso con sus silencios. Por otro lado, está la Matilde que quería asumir lo que hubiese hecho Pablo en su lugar y que era activa participante en la defensa de los derechos humanos en Chile.
Me llamaba la atención ese funcionario de correo al cual recurrían los poetas. No tenía un alto cargo así y todo se las ingeniaba para ayudarlos, entre ellos a Neruda. Matilde nunca quiso a Laura Arrué, esposa de Homero Arce, quizás porque había sido novia de Pablo en la juventud. Por extensión tampoco hablaba mucho del secretario de Neruda. Fue injusta con Homero, como quizás lo fue con otras personas. Una de esas Matildes, trataba de evitar todo lo que podía hacerle sombra. Creo que, sin duda, Homero cabe dentro de esta categoría.
MC.- ¿Nunca te interesó que Seix Barral incluyera tu crédito en “Mi vida junto a Pablo Neruda” como secretario de Matilde Urrutia?
GB.- La Fundación, a través de Edwards, se comprometió a incluir mi nombre como redactor de las memorias de Matilde Urrutia. Faltaron a su palabra.
MC.- Pocas personas aparecen con sus nombres completos, Matilde omitió el apellido de la enfermera Rosita Núñez, borró el nombre de Manuel Araya y Delia Domínguez, y anuló de la historia el matrimonio de Neruda y Delia del Carril; en cambio, la persona que aparece en más ocasiones es Juan Agustín Figueroa. ¿Qué piensas del criterio onomástico de las memorias póstumas?
GB.- Tengo la impresión que una de las personas respetada por Matilde era Sergio Insunza, le generaba gran confianza. La confianza en toda época es un factor decisivo en las relaciones humanas, pero en esa época de Chile era vital. Siempre pensé que Insunza sería el Presidente de la Fundación Neruda. Jamás pensé que otra persona ocuparía la presidencia. A veces, los que ahora son miembros de la Fundación llegaban con libros, otros con flores y otros con alimentos que ella no podía ingerir por su enfermedad. Matilde ironizaba con esto.
MC.- Matilde declaró a La Tercera: “Nosotros hemos formado la llamada ‘Fundación Pablo Neruda’…. Hay cinco personas manejándola y los estatutos son los mismos que dejó Pablo” (18/09/1983), pero Neruda designó a los rectores de tres universidades, a la CUT, a la SECH y a dos personas de confianza para que administraran su Fundación. ¿Qué sabías de los Estatutos de Cantalao?, ¿a qué atribuyes el incumplimiento de la última voluntad de Neruda?
GB.- Los Estatutos de Cantalao, no los conocía directamente pero había escuchado hablar de ellos. Sí conocía la “Fundación Pablo Neruda para el desarrollo de la poesía”, que era la primera piedra de esa intención mayor.
Para mantener el espíritu que quería Pablo y respetar su voluntad literaria, le hacía ver la dimensión histórica y el legado patrimonial que tenía la conformación de la Fundación. También le había sugerido a Matilde que nombrara al Rector de la Universidad Técnica, don Enrique Kirberg -a quien sólo conocía por referencias históricas- como miembro de la Fundación; a algún representante del mundo de los derechos humanos -Jaime Castillo Velasco-; a Bernardo Reyes, sobrino nieto de Pablo, para garantizar la participación de los poetas, y a Luis Sánchez Latorre como representante de la Sociedad de Escritores; en un principio estuvo de acuerdo pero luego optó por otro camino.
Sin querer abusar de su confianza, hice llegar mi inquietud acerca de la nueva conformación del directorio de la Fundación, a quienes podían intervenir o aconsejar a Matilde, y que deberían estar en conocimiento de todo lo relacionado con la Fundación.
MC.- El arquitecto Miguel Lawner escribió: “En la proximidad del fallecimiento de Matilde se desataron toda clase de conjeturas relativas a la Fundación Neruda o a su testamento, asunto que Matilde administró con riguroso secreto. Yo lamento haber fracasado en ganar su confianza. No era la persona indicada para eso. Llegué tarde, no gozaba del pedigrí suficiente como para vencer sus reservas” (06/01/1985). ¿Quiénes frecuentaban a Matilde?, ¿se reunía con personas vinculadas al Partido Comunista?
GB.- Más de alguna vez hablé con Matilde acerca de este arquitecto que, desde el mundo de la cultura, aportaba activamente al advenimiento de la democracia. Miguel tenía una estatura moral muy grande y la tiene. Fue el Director Ejecutivo de los homenajes públicos a Neruda en el Teatro Caupolicán donde la propia Matilde Urrutia, tuvo la oportunidad de decir algunas vibrantes palabras. Organicé un par de encuentros entre ellos. El resultado lo explica Miguel mejor que yo.
La visitaban pocas personas. Matilde tenía especial afecto por Ana González de Recabarren, con ella y Mónica Araya –creo- en mayo de 1978, realizaron un ayuno de veinticuatro horas en la Embajada de Estados Unidos. Anita tenía esa transparencia que muy pocos seres humanos pueden exhibir. Además tiene una actitud ética que destaca su forma de ser en el mundo. En ninguna circunstancia, pasaba inadvertida. Matilde quedaba impresionaba con esta mujer: clara en sus preceptos, recta en su conducta, activa en su acción. En muchas oportunidades hablamos acerca de ella y del sufrimiento que cargaba.
También la visitaba un militante del Partido Comunista, cuyo nombre al parecer era Iván. Cada cierto tiempo llegaba a solicitar el aporte de Matilde a la causa. El muchacho desde la puerta le mostraba el sobre rojo donde ella depositaba el aporte. Matilde lo esperaba con alegría. De la misma manera la visitaba el sacerdote Mariano Puga y la escritora, Mónica Echeverría.
MC.- El director Fernando Sáez declaró: “La Fundación Cantalao no se alcanzó a firmar, nunca tuvo personalidad jurídica ni legalidad, porque fue una idea que tuvo Neruda al final de sus días” (El Dínamo 13/02/2013). Y Juan Agustín Figueroa aseguró: “Cuando Matilde quiso darle forma jurídica a la fundación recurrió a mí; ahora, se conservaban algunos borradores de las ideas primitivas de Pablo con respecto a la fundación” (La Nación 09/06/2005). ¿Compartes ambos argumentos?, ¿Cantalao era una idea primitiva de Neruda sin validez jurídica ni legal?
GB.- No comparto los argumentos de Figueroa. Tampoco sé quién es Fernando Sáez. Cuando Pablo cumple 50 años y como parte de su celebración se contempla la “Fundación Pablo Neruda para el desarrollo de la poesía”. Estaba el gran rector de la Universidad de Chile en esa ceremonia, don Juan Gómez Millas y connotados intelectuales de la época. Fue en Michoacán, la casa donde vivía con Delia del Carril. En la oportunidad, donó su Biblioteca y colección de caracolas a la Universidad: actitud moral que hace coherente su actitud posterior. Su biblioteca tenía un enorme valor económico y, a pesar de ello, primó el sentido colaborativo.
Desde esa época, Pablo mantuvo ese sueño que se hizo más real con la compra de los terrenos y la ayuda de sus amigos cercanos. Todo esto fue roto con el golpe de Estado. Matilde me comenta en variadas ocasiones que ese día se firmarían los documentos finales de la Fundación Cantalao. Si los iban a firmar, era porque los documentos estaban escritos y validados por el poeta.
MC.- Iniciamos el año con la huelga del Sindicato de Trabajadores de la Fundación Neruda, y en agosto de 2005 denuncié la inversión del copyright de Neruda en la empresa del pinochetista Ricardo Claro. ¿Algún día perderemos la capacidad de asombro y nos acostumbraremos a ver el legado de Neruda como parte del fundo privado de Juan A. Figueroa?
GB.- Lamentablemente.
MC.- Finalmente, 30 años después y ante los nuevos antecedentes judiciales, ¿volverías a trabajar como secretario de Matilde Urrutia?
GB.- A casi cuarenta años del golpe militar, la valoración y evaluación que uno tiene de los acontecimientos es muy distinta. Existe un mayor tiempo de análisis, una meditación más reflexionada, para entender de mejor manera lo que pudo haberse hecho con mayor eficiencia, lo que era más exacto, incluso más justo. Tampoco se tenían los instrumentos tecnológicos y científicos a disposición para analizar en conciencia lo que acontecía en el entorno. La toma de decisiones era mucho más compleja y menos informada que ahora. Muchas lecturas de ese entonces son reinterpretadas a cada momento. Los hechos sociales y memorísticos requerían de más instrumentos que los materiales con que contábamos.