Nadie se atreve a asegurar si el “cónclave” de la Concertación más los comunistas se va a llevar a cabo a mediados de este año: hasta ahora, todo los “michelólogos” están de acuerdo en que la “Papisa” gana la carrera, de lejos.
Sus rivales, los cardenales Andrés Velasco, Claudio Orrego y José Antonio Gómez no sólo tienen fecha de término, como la leche, por ejemplo, sino que también sus votaciones serán magras. No falta “el clarividente opinólogo” que sostenga la inutilidad de una votación, pues habrá humo blanco a la primera de cambio.
Pienso que Pablo Longueira tiene razón al plantear que la primera vuelta presidencial es mucho más democrática que las primarias – se ahorraría dinero, que podría ser distribuido entre los pobres, como lo aconseja el Papa argentino -, por ejemplo, podrían presentarse Marcel Claude, Franco Parissi, Marco Enríquez-Ominami, Michelle Bachelet, José Antonio Gómez, Andrés Velasco y Claudio Orrego, Andrés Allamand y Laurence Golborne – nueve candidatos, cifra similar a la cual se presenta la primera vuelta presidencial francesa – así, el ciudadano podría elegir entre un amplio espectro político.
El problema de la “Papisa” es que tiene una maraña de posiciones políticas y de intereses personales en la corrupta “curia” de la Concertación. Como el actual Papa, su primera tarea debería abocarse a limpiar el entorno, caracterizado por las malas prácticas políticas. La tarea se ve ardua, tanto para el prelado de Roma, como para la “Papisa” en Santiago.
En la “curia” santiaguina se mezclan, como en Siglo XX cambalache, “purpurados” socialcristianos – Ignacio Walker, Gutenberg Martínez, y otros prohombres de esa decadente tienda -; de la socialdemocracia – Osvaldo Andrade y la clique de socialistas neoliberales -; los neoliberales puros – Andrés Velasco y el grupo de Expansiva -; por otro lado,, los radicales – José Antonio Gómez – y los comunistas.
Jacques Maritain con Luis Emilio Recabarren; Valentín Letelier con Abdón Cifuentes; Hayek con Carlos Marx; Tony Blair con Stalin, o sea, un verdadero tonel de las donaires, como lo pinta la mitología griega: los democratacristianos pasan desde “el brilla el sol de nuestra juventud”, a la canción “cuando calienta el sol allá en la playa”; los socialistas, desde “el chancho imperialista” de su himno, al pituto o muerte. “Todo es igual: lo mismo un burro que un gran profesor…”
De esta confusión, según algunos optimistas, debiera salir un programa común, tarea muy difícil cuando “el cardenal camarlengo” Camilo Escalona considera que hablar de nueva Constitución – para reemplazar el actual adefesio – equivale a fumar opio; otros “cardenales”, como José Antonio Gómez, consideran que es básico el llamado a una Constituyente. Cómo ponerse de acuerdo en la búsqueda de una educación gratuita y laica cuando la democratacristiana Mariana Aylwin es dueña de varios colegios subvencionados e Ignacio Walker quiere que los comunistas chilenos condenen a los hermanos Castro, de Cuba, como “monstruosos tiranos”.
Al fin y al cabo, un programa de gobierno importa poco: basta enunciar algunas promesas – que no se cumplen – y santo y bueno; así han gobernado los Presidentes de Chile hasta hoy. Recuerdo a uno muy cínico que decía: “si un programa me separa de Ud., lo reformamos a su gusto”. Lo único que importa al séquito es el reparto del chancho y al pueblo, que vote, y nada tiene que ver que esté bien o mal pelado. No hay que olvidar que en 20 años, más los casi cuatro de Sebastián Piñera, el coeficiente Gini – mide la desigualdad – se mantiene en la misma cifra, cercana al 5,8; si continúa el duopolio en el poder, seguiremos igual, salvo algunos cambios de fachada.
Rafael Luis Gumucio Rivas
19/03/2013