Pasada la primera impresión de los cristianos –y de los no cristianos agnósticos también- tras conocer el nombre del nuevo Papa, llamado Francisco, ha comenzado su glorificación, su sublimación. Recordemos que el Papa es infalible por gracia de Dios y, por lo tanto, su palabra es ley, ley divina, por decirlo de algún modo; también es sabiduría suprema. En cambio, asunto curioso, Benedicto XVI, el Papa renunciado, de ser infalible ha pasado a ser falible, o también podría ser un “infalible emérito”. En fin, dejemos ese tipo de definiciones a la Iglesia Católica.
En su primer Angelus, Francisco se dedicó a hablar de la misericordia, y ha dicho que “la misericordia cambia el mundo”, claro que no especificó en qué lo cambia, no dio detalles al respecto. También dijo que los hombres no le piden mucho perdón a Dios, porque éstos se cansan de hacerlo, lo que es malo para la humanidad. Imagino que para Francisco aquella falta de solicitudes de perdones es el origen de los males que aquejan al ser humano, y no la explotación e injusticia ejercida por oligarquías de distinta índole. Francisco remató explicando que si Dios no perdonara el mundo no existiría. Y agregó que Dios nos tiene paciencia, mucha paciencia, lo que debemos valorar altamente. La verdad es que si yo fuera cristiano le preguntaría al Papa si no cree que quienes le han tenido paciencia a Dios somos nosotros, y vaya qué paciencia. Me acuerdo, en este momento, de una vez que le preguntaron, al poeta Vicente Huidobro, que qué haría si se encontrara con Dios a la vuelta de una esquina. Huidobro respondió: “sacó la pistola y lo mato”. El mundo no se cambia con misericordia, se cambia con justicia. Se cambia con la superación del ser humano, transformándose en un ser capaz de forjar su propio futuro sin patrones ni dioses perdonadores, se cambia desde la libertad individual y colectiva. Esto, en todo caso, ya lo dijo Zaratustra y Marx, cada uno a su modo. Yo sólo estoy compartiendo, dialécticamente, sus opiniones.
Como vemos, este Papa es un paladín de la misericordia y del perdón, y además le gusta combatir la pobreza dice él, y lo reiteran sus feligreses y amigos. Le gusta la caridad y llama a ejercerla. El diablo vendiendo cruces, dicen los malpensados. Por otro lado, Francisco es un tanto misógino, piensa que las mujeres no sirven para la política; cree en el celibato; se opone a las opciones sexuales alternativas a las heterosexuales; tuvo complicidad y lenidad, por decir lo menos, para juzgar a la dictadura argentina, y posee un largo etcétera de posiciones políticas y éticas bastante medievales. Ese es el nuevo Papa de los cristianos, que con la estulticia y mesianismo que los caracteriza pretenden imponerlo al mundo como una especie de sabio y ejemplo de moralidad.