La reciente muerte del presidente venezolano, comandante Hugo Chávez, volvió a poner sobre el tapete la duda acerca del origen y causas de enfermedades letales que, sorpresivamente, atacaron a prominentes líderes de la izquierda latinoamericana. El gobierno bolivariano de Venezuela anunció recientemente que iniciará una profunda investigación científica para tratar de encontrar la verdad sobre el agresivo cáncer que le quitó la vida al indiscutible líder latinoamericano, en momentos en que se disponía a cumplir un nuevo mandato popular de gobierno, después de ganar abrumadoramente en las elecciones de octubre pasado.
La Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA), junto a otras agencias europeas e israelíes dedicadas al trabajo secreto y la subversión, tienen un largo historial de ataques bacteriológicos contra líderes mundiales, que se fueron convirtiendo en incómodas figuras frente al proyecto hegemónico del imperialismo.
Los casos más relevantes fueron el del ex presidente paraguayo Fernando Lugo, que padeció de un linfoma no-Hodgkins, y casi simultáneamente la actual mandataria brasileña Dilma Rousseff, en pleno apogeo de su campaña política, se tuvo que enfrentar a un cáncer en el sistema linfático.
Otros afectados que llamaron la atención fueron el ex presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, a quien se le diagnosticó un tumor en la laringe, y Cristina Fernández, presidenta de Argentina, que fue operada de un cáncer de tiroides.
Sin estar en la lista de los líderes más radicales de Latinoamérica, pero con posiciones menos comprometidas con Washington y que ofrecieron respaldo al proyecto bolivariano de integración continental, fueron afectados por el cáncer de próstata el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el ex presidente de Haití, René Preval.
También llama la atención la repentina muerte del argentino Néstor Kirchner, mientras aspiraba a un nuevo período presidencial, que fue víctima de un fulminante infarto del miocardio mientras tomaba un café en un hotel en la Patagonia, y la grave enfermedad que atacó al líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, en 2006, después de su regreso de un viaje a la Argentina.
Aunque no se puede afirmar hasta dónde pudo llegar la siniestra mano de los órganos de inteligencia imperiales, aún están frescas las dramáticas revelaciones de la ejecución de pruebas científicas hechas por Estados Unidos con seres humanos en Guatemala a mediados del siglo pasado, que incluyeron la inoculación de graves enfermedades en personas utilizadas como conejillos de Indias.
Tampoco se olvidan los altos índices de padecimientos cancerígenos registrados entre la población de la isla puertorriqueña de Vieques, como consecuencia de las pruebas bacteriológicas realizadas por la Marina estadounidense, y la confirmación del asesinato por envenenamiento con plutonio del líder palestino Yasser Arafat.
La impotencia de las ultraderechas, en su afán por alcanzar el poder y control de los pueblos, jamás ha puesto límite para sacudirse de encima a los representantes populares con propuestas de gobierno a favor de los menos beneficiados.
El chileno Salvador Allende, el panameño Omar Torrijos, el granadino Maurice Bishop, por solo citar tres ejemplos y en diversas circunstancias, murieron trágicamente en ejercicio de sus cargos, después de ver el dedo imperial inclinarse hacia abajo.
Por su parte, el líder cubano Fidel Castro acumula un record impresionante de intentos frustrados de asesinato que supera las 600 acciones fraguadas y financiadas en las siniestras oficinas de Langley.
Recientes revelaciones de Wikileads confirmaron a través de documentos secretos dados a conocer, que el Departamento de Estado norteamericano estuvo al corriente y con gran interés, de las posibles enfermedades que afectaban y los medicamentos que consumían varios líderes de las izquierdas latinoamericanas.
Durante una graduación militar, en una de sus últimas apariciones públicas, el extinto mandatario venezolano Hugo Chávez sugirió que Estados Unidos puede estar detrás de la propagación de las enfermedades oncológicas entre los líderes de países latinoamericanos.
“No sería extraño que hubieran desarrollado una tecnología para inducir el cáncer y nadie lo sepa hasta ahora”, se preguntó Chávez en aquella oportunidad.
El actual presidente en funciones venezolano, Nicolás Maduro, volvió a poner en dudas el origen de la enfermedad que aniquiló al comandante Chávez y pidió que se iniciara una profunda investigación científica para determinar las causas y origen del cáncer que padeció su predecesor, quizás el más incómodo rival que tenía Washington en una América Latina que está aprendiendo a conducirse sola e independiente de los designios del Norte.
Al margen de cualquier conjetura, sigue llamando la atención esta rara avalancha que el cáncer desata contra las izquierdas políticas.
Aunque Estados Unidos lo niega rotundamente, no se puede olvidar que también negaron por más de 70 años haber sido los culpables de la voladura del acorazado Maine, en la bahía de La Habana para declararle la guerra a España y ocupar ilegalmente a Cuba, y que por medio siglo ocultaron ser los responsables de miles de muertes en Guatemala a causa de sus experimentos científicos con seres humanos, entre otras desventuradas mentiras.
El tiempo y la verdad, dirán la última palabra.
Tomado de Cuba, la Isla Infinita