Caracas.- Gustavo Salas, de oficio vigilante y cabello completamente blanco, espera pacientemente el cortejo fúnebre, a un costado de su esposa. Cuando pasa el ataúd cubierto por la bandera –y mientras se oyen las notas del himno nacional venezolano en el vozarrón de Hugo Chávez–, Gustavo y su mujer agitan los brazos en señal de despedida. El hombre no puede más. Se echa hacia atrás, se pega a la pared y comienza a llorar, desconsolado.
Abajo es la locura. Se canta el himno, pero también se grita. Rugen los escapes de las motocicletas que acompañan siempre las marchas chavistas. Los padres se echan a sus hijos sobre los hombros. Los niños miran primero al más grandote de los dolientes, el presidente encargado Nicolás Maduro, otra vez envuelto en la bandera de una chamarra tricolor. A su lado se pierde el boliviano Evo Morales y atrás aparece, en un tramo, un hombre sorprendentemente más alto que Maduro, Rafael Ramírez, el manejador de los veneros del diablo, de la petrolera estatal.
La marcha con los restos mortales de Chávez es lenta: ocho kilómetros en siete horas. Ríos de gente todo el tiempo y un grito la domina: ¡Chávez vive, la lucha sigue!
Nunca pensamos que iba a pasarnos esto, creímos que se iba a recuperar, dice Tamyleth Sumoza, quien responde a la pregunta sobre qué le dio el presidente con una sola palabra: Amor. Algo dice después de los programas sociales, de la salud, la educación y la vivienda, pero en este día de duelo le interesa subrayar las enseñanzas de Chávez y no las políticas que alguna vez la oposición calificó de asistencialistas y que desde la anterior campaña electoral ha prometido continuar.
Como casi todos los asistentes, Sumoza viste una playera roja, el color que identifica al chavismo. Pocos, sólo algunos funcionarios, grupos de guardaespaldas y algunos familiares, visten de negro. La marea roja se apodera de nuevo de Caracas, rezan los titulares de los medios de comunicación oficiales y opositores.
El féretro llega a la Academia Militar, lugar donde Chávez estudió, tras venir a la capital desde su natal Barinas, sin permiso de su padre y con más ganas de ser pelotero que militar.
Ahí, hay rezos a cargo de un obispo católico y un pastor protestante.
La guardia de honor inaugural, ya comenzada la noche, corre a cargo de los primeros presidentes en llegar a los funerales: Evo Morales, Cristina Fernández y José Mujica.
Siguen en el turno los representantes de los cinco poderes públicos. Al frente, Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, en su calidad de presidente del Congreso. En ambos extremos del ataúd con los restos del líder, las dos cabezas principales del chavismo se vuelven a tomar la foto de la unidad, una gráfica que se ha repetido incontables ocasiones desde hace unos meses.
Poco antes, a manera de homenaje, se han presentado trozos de una entrevista que le hizo a un Chávez ya enfermo de cáncer el ex vicepresidente y periodista José Vicente Rangel, sobre sus recuerdos del lugar donde ahora son velados los restos.
En la entrevista, Rangel suelta una versión caribe del célebre cuestionario Proust (el estado de su espíritu y cosas así).
–¿Cómo le gustaría morir? –pregunta Rangel.
–No me gustaría morir, me gustaría vivir, vivir viviendo.
La última orden de Chávez
Como no hay clases, los parques se llenan de niños. Los comercios abren a medias, así que los caraqueños que no acuden a despedir al presidente siguen los pormenores de las exequias desde los televisores de las areperas y las pizzerías, pues la ceremonia se transmite en cadena nacional.
Algunos dirigentes de la oposición discuten en los medios la firma del primer decreto de Maduro como presidente encargado: justo el que ordena banderas a media asta y suspensión de todos los festejos públicos durante siete días.
La Constitución venezolana establece que a falta absoluta del primer mandatario, el cargo debe ser asumido por el presidente de la Asamblea Nacional, para el efecto el ex militar Diosdado Cabello. Pero el texto legal no prevé todas las variantes de la posible falta presidencial, ni tampoco la tesis de la continuidad administrativa, con la cual, en enero pasado, el Tribunal Supremo de Justicia pospuso indefinidamente la toma de protesta de Chávez (misma que nunca ocurrió).
Para el chavismo, que cuenta con el respaldo sin tacha del Tribunal Supremo de Justicia, es perfectamente legal que Maduro, vicepresidente por nombramiento y no por elección, ocupe el cargo que ya desempeña desde principios de diciembre del año pasado.
¡Con Chávez y Maduro, el pueblo está seguro!, gritan los chavistas. Al parecer, ninguno duda que Maduro será el candidato de la revolución en los próximos comicios, aunque aún no está claro cuándo se celebrarán. Por lo pronto, incluso en la oposición son mayoría quienes sostienen que estos días de duelo no son propicios para discutir los detalles de la futura contienda electoral.
En las calles, los debates constitucional y técnico electoral no tienen sentido. Sólo hay una consigna: Vamos a apoyar al candidato que nos puso nuestro presidente, porque ahora es cuando nace la revolución, ahora es cuando debe haber más unidad, porque fue la orden de nuestro líder, como frasea Rosario Arteaga, responsable de un programa de cocinas populares.
Arranca, en medio del duelo, la campaña electoral
Aunque todavía no se informa oficialmente el destino de los restos de Chávez, el ministro de Comunicación, Ernesto Villegas, dice que serán respetados los deseos de la familia.
Otro grito nuevo en las calles parece anunciar una nueva polémica. En el Panteón Nacional hay sitio para los próceres de la patria. Pero la ley establece que una persona puede ser sepultada ahí sólo 25 años después de su fallecimiento. En todo el largo recorrido de hoy aparece un nuevo grito: ¡Chávez al panteón, al lado de Simón! (Bolívar)
Diosdado Cabello, quien comanda a la mayoría chavista en el Congreso, no tarda en sentenciar: La voz del pueblo es la voz de Dios.
Es, sin embargo, la polémica menor.
El martes, la oposición, agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática envió un mensaje al gobierno. En la madrugada del miércoles, Nicolás Maduro acusa recibo con palabras suaves: Recogemos sus expresiones respetuosas de condolencia y las respondemos con buena voluntad.
El presidente encargado añade que espera que tales expresiones se mantengan para que nuestra Venezuela pueda transitar estos días tan difíciles.
Los apapachos por el duelo duran poco. El ministro de la Defensa, almirante Diego Molero Bellavia, asegura que cumplirán una de las últimas órdenes de Chávez: votar por Nicolás Maduro.
“Aquí hay un pueblo y una fuerza armada que está unida… para promover la ideología bolivariana y socialista que nos sembró nuestro comandante presidente que perdurará en el tiempo”. Por si algo faltara, agrega que el compromiso militar es para darle en la madre a toda esa gente fascista de este país.
La Mesa de la Unidad Democrática, por conducto de su vocero Ramón Guillermo Aveledo, considera inadmisible e incluso inconstitucional el dicho del militar.
Aveledo dijo que lo dicho por Moreno es inadmisible. Aquí tenemos que respetarnos y actuar con la verdad y la Constitución por delante.
La campaña electoral ha comenzado, aunque todavía hay dudas entre el pueblo chavista, vista la manera como se decidió manejar la enfermedad del presidente.
Las tiene Gustavo Salas, quien para de llorar y habla bajito: Hombres como él ya no van a nacer, dice, para empezar. Y va al siguiente escalón, al remplazo del presidente irremplazable. Por algo confió más en Maduro que en Diosdado Cabello. Si los chavistas no se dividen, asegura, podrán vencer en las urnas y continuar la ruta del presidente muerto.
Una lagrimita más rueda por el rostro de Gustavo cuando toca un asunto, sin pregunta de por medio, que saca chispas entre los chavistas: Ojalá sea verdad que murió ayer, y no que lo trajeron muerto de Cuba.