Lo que la naturaleza nos quita con terremotos, inundaciones y vendavales, el subsuelo nos lo guarda generoso. Por años y años, durmiendo bajo la capa que sustenta a nuestra ciudad, numerosos elementos probatorios de nuestra historia se mantienen a la espera de que los descubramos, les protejamos y les estudiemos.
En estos días, nuestra gente se ha sentido sorprendida por el hallazgo de dos túneles a la altura de la Avenida O’Higgins, durante las obras de remodelación de dicha arteria, que están a poco más de un metro de profundidad y que cruzan Chillán de oriente a poniente, en un entramado perfecto de ladrillos pegados con barro, lo cual ya induce a pensar en una obra de larga data.
Tecnología depurada, si la situamos en los comienzos del siglo XIX. Trazado preciso y extensión considerable, si analizamos la forma del gran tubo. Coronado por arco de medio punto, con unos 90 centímetros de ancho, con altura de 1,65 m., y con un ancho por debajo de sólo 60 centímetros. Forma semi ovoide similar a obras de este tipo que construyeron, mucho antes, otras culturas y en otras regiones del planeta.
Los restos de objetos indígenas y de loza con indicios europeos, nos orientan hacia la idea de que estamos en presencia de ductos de agua que, por arrastre, fue dejándolos ocultos y protegidos por la arena arcillosa.
Un hecho significativo más. Este tipo de obras no pudo hacerse teniendo encima una ciudad. Y, además, este tipo de redes de canalizaciones entubadas con ladrillos, antiguamente eran diseñadas y construidas en zonas agrícolas, con la finalidad de distribuir equitativamente las aguas y de evacuar otras provenientes de napas subterráneas saturadas.
Si tenemos en cuenta que Chillán Viejo fue destruido por un terremoto en 1835 y su reconstrucción se trasladó algunos kilómetros más al norte, hasta donde estamos hoy, podemos colegir que los túneles descubiertos ahora deberían datar en el entorno de aquella fecha, como preparación para el levantamiento del nuevo Chillán.
No divaguemos más sobre este asunto. No caigamos en especulaciones ni en mitologías, que sólo alimentan falsas historias que desprestigian. Esperemos lo que nos digan los expertos, los que han estudiado las arqueologías que perfilan las historias humanas.
Lo que no podemos dejar pasar, es valorar la actitud cívica que han tenido unos obreros que fueron capaces de sorprenderse ante tamaños hallazgos. De unos jefes de obras que informaron de ellos a quienes corresponde. De unos expertos municipales que respaldaron jurídicamente la paralización de las obras. Y de unas autoridades gubernamentales que reaccionaron con rapidez para iniciar la investigación que nos conducirá a complementar o corregir nuestra propia historia.
* Diario Crónica de Chillán.