Rafael Correa Delgado, además de ser un líder carismático ha demostrado, durante estos siete años de gobierno, que el apoyo popular a su gestión, en vez de decrecer, aumenta y se profundiza: la Revolución Ciudadana logra consolidarse a raíz del triunfo del Presidente y el Partido Alianza País, el 17 de febrero de 2013.
El sistema político ecuatoriano se había caracterizado por su extrema fragmentación y el predominio de una partidocracia, incapaz de superar la crisis económica que había llevado a Ecuador a una situación caótica: en pocos años se sucedían las elecciones presidenciales y los respectivos golpes de Estado. En 1996 fue elegido el populista Abdalá Bucaram, una especie de bufón tropicaloide – al poco tiempo de iniciado su mandato fue declarado enajenado mental -; en 1998 fue elegido Jamil Mahuad – derrocado también por una rebelión de movimientos de indígenas y militares -; luego fue elegido Lucio Gutiérrez, en 2002, apoyado por agrupaciones indígenas y, al poco tiempo, derrocado por estos mismos movimientos, al traicionar las ideas progresistas.
Rafael Correa, un académico, con posgrado en economía en Bélgica y Estados Unidos, apareció por primera vez en política como ministro de Economía del gobierno Palacios. Al dejar el Ministerio debido a algunas discrepancias con el Presidente de la República respecto al tema del pago de la deuda externa, Rafael Correa – un “humanista cristiano de izquierda” como él se define – decide presentarse como candidato a Presidente de Ecuador, sin el apoyo de ningún partido político y marcando un bajo apoyo en las encuestas de opinión; sólo en los últimos meses de su campaña logra posicionarse como el más fuerte rival del Álvaro Noboa. En la primera vuelta gana el candidato derechista, pero en la segunda Rafael Correa logra ser elegido con más del 50% de los votos.
El Presidente Correa, en el comienzo de su gestión, no tenía ni partido político, ni apoyo parlamentario, sólo restaba comenzar a implementar su programa de gobierno que contemplaba el llamado a una Asamblea Constituyente, encargada de redactar una nueva Carta Magna. La Corte Suprema invalidó al Parlamento y se convocó a la elección de la Asamblea Constituyente. A partir de las elecciones para Representes de la Asamblea, Correa formó el Partido Alianza País, (Patria Altiva y soberana), obteniendo 80 diputados – la mayoría absoluta de ese órgano colegiado -.
La Constitución ecuatoriana es una de las más avanzadas de América Latina, abriendo las puertas al protagonismo popular, en base a una serie de instituciones de democracia directa, sumado al reconocimiento de un Estado pluriétnico y a lo que Presidente Rafael Correa denomina “la revolución ciudadana”.
En el año 2009 se promulga el “El código de la democracia”, que incluye una nueva ley de elecciones, la ley de partidos políticos y la de “gestión electoral”.
En las últimas elecciones del 17 de febrero del presente año, no solamente se vota para Presidente y vicepresidente, sino también para la Asamblea Legislativa, integrada por 137 representantes, distribuida entre 122 provinciales y 15 nacionales; además, eligen dos representantes por Europa y Asia, dos por Estados Unidos y Canadá y dos para América Latina y el Caribe. Para repartir los escaños, en el caso de los representantes nacionales, se aplica el sistema Gallagher, modalidad que permite una más justa distribución de sillones, y para la provincial se aplica el sistema D´Hont, que favorece a la lista de partidos mayoritaria – esta ley fue bastante cuestionada en la Asamblea de ese País y se aplicó, por primera vez, en estas últimas elecciones -.
En el plano presidencial, el triunfo de Rafael Correa ha sido contundente: hasta hoy lunes, 18 de febrero, tenía el 57% de los votos, contra el 23,3% del banquero Alejandro Lasso, un 6,6% de Lucio Gutiérrez, un 4% de Mauricio Rades, un 3,7% de Álvaro Noboa y un 3,2% del izquierdista Alberto Acosta.
El verdadero desafío está radicado en la Asamblea Legislativa donde, al parecer, el partido Alianza País podría tener mayoría absoluta, hecho que permitiría al Presidente electo completar su programa de “revolución ciudadana”, profundizando los cambios necesarios en Salud y Educación y en Reforma Agraria y, sobre todo avanzar en “el protagonismo ciudadano en la sociedad del buen vivir”.
Pienso que los chilenos debiéramos imitar mucho de los aportes de la “revolución ciudadana”, a fin de abrir el camino a una democracia de calidad, y poner fin a la partidocracia que tanto daño hace a los pueblos de América Latina.
Rafael Luis Gumucio Rivas
18 de febrero de 2013