A los oídos fascistas de Cardemil, estos cánticos sagrados de nuestros valientes marinos, sonaban de esta manera: a los argentinos amaré, a los bolivianos adoraré y a los sublimes peruanos el mar les regalaré. Siempre para la derecha los militares hacen cariños a los que se suponen que son sus enemigos, son miles de veces más tiernos que el Cordero de Dios. Acaso ustedes no han escuchado que la picana eléctrica era una especie de purgatorio para llegar al cielo regido por el dios Pinochet.
Los jóvenes marinos no tienen la culpa de haber aprendido de su infancia cánticos tan loables. Chile desde el criminal Diego Portales, un personaje ponzoñoso, gotoso y chauvinista, ha pretendido ser siempre el látigo de sus vecinos, emprendiendo dos guerras contra Perú y Bolivia y como somos cobardones nunca lo hemos atrevido con los argentinos. Incluso, le regalamos la Patagonia.
Nuestra cancillería es una de las más malas de América Latina, sólo sirven para los negocios y los negociados esta casta de fenicios. Nuestros marinos han sido educados en la estupidez del nacionalismo y sus héroes son Portales y sus secuaces reaccionarios. Solo leen al historiador Francisco de Encina, que desprecia al Latinoamericanismo de liberales como Francisco Bilbao y sostiene que la guerra contra España fue una estupidez sin nombre en base a un latinoamericanismo romántico.
Qué le vamos a hacer si uno de los más altos porcentajes de la encuesta CEP tiene confianza en las Fuerzas Armadas y mucho menos en la democracia. En pocos años, se han olvidado los crímenes de la dictadura, las víctimas y verdugos aparecen en las mismas páginas sociales de El Mercurio. A esto le llaman reconciliación, al fin y al cabo los estalinistas se convirtieron en neoliberales y terminaron abrazados con los valientes soldados.
El ejército jamás vencido y siempre convertido en un violador de los derechos humanos. La gente olvida que los militares chilenos eran tan brutos en la ocupación de Lima, que los del ejército del General Cáceres decían que el corbo acerado debiera remplazar al huemul en nuestro escudo nacional. Este arte de degollar tampoco es nuevo, incluso el General que salvó a Chile del comunismo estuvo feliz al recibir la noticia de los tres profesores degollados. Seguramente para los fascistas el arte de degollar equivale al sacrificio de Isaac, por la mano de su padre Abraham. Cómo la patria podría salvarse sin el sacrificio salvífico.
Novac, el teólogo del neoliberalismo inspirador de Jaime Guzmán, sostiene que los empresarios son una especie de Cristo Moderno martirizado por los comunistas. Unos saduceos envidiosos; por consiguiente, los valientes soldados son como la espada de San Miguel para eliminar al Demonio.
La encarnación actual de la estupidez nacionalista se expresa en los diputados Tarud, que no deja tontera por decir, e Ivan Moreira. Una parejita que nos conducirá al odio justificado de todos nuestros vecinos. No importa, porque los siúticos chilenos en la que me incluyo nos encanta creernos Europeos, cuando apena nos alcanza para argentinos mal vestidos.
Los chiquillos de la FEC llamaban a la bandera Chilena la lavandera, y con razón pues el gobierno reaccionario de Juan Luis Sanfuentes, un tipo muy parecido a Sebastián Piñera, expulsó al Profesor Vicuña Fuentes por defender el diálogo con Perú.