El domingo 20 Haití votará para elegir a su nuevo Presidente. Lo hará debilitado por sus nuevas tragedias (el brutal terremoto, los huracanes, el cólera) y sabiendo –o sintiendo- lo limitado de las atribuciones reales que tendrá quien suceda a René Preval, en un país donde de hecho se ha establecido un protectorado: las grandes inversiones las aprueba el extranjero, las fuerzas armadas del Estado son las de Naciones Unidas comandadas e integradas por extranjeros, el aparato del Estado subsiste a penas con fondos de “la comunidad internacional” y el mayor ingreso de la economía interna es el resultante de las remesas de la diáspora.
Sin embargo se supone que esta vez los votantes superarán a los de la primera vuelta, de noviembre, donde se abstuvo entre un 70 y un 80 por ciento de los que tenían derecho.
Se enfrentan Madame Manigat y Monsieur Martelly.
Los “observadores” en Port au Prince entenderían como “alta participación” una que bordeara el 50 por ciento.
Manigat es una catedrática universitaria, social-cristiana, ex primera dama por cuatro meses, de 70 años.
Martelly es un cantante popular, sin teorías políticas conocidas, de 60 años.
Manigat se caracteriza por ser una persona conservadora, esposa de un ex Presidente conservador, ex profesor en universidades francesas, elegido casi a dedo en
Martelly canta bien y es un artista chabacano que se disfraza de mujer y muestra el culo en los carnavales, además de crear y bailar hip hop y konpá.
¿Podrá Sweet Micky (ese es el nombre artístico de Martelly) derrotar a Manigat?
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Pienso que sí y eso no habla mal de los haitianos. Sólo señala la posible conexión entre el haitiano real de hoy y sus “representantes”. Si los electores fuesen sólo los políticos haitianos, la ganadora sería sin duda Manigat. Pero van a votar más de un millón y medio de personas que saben que su vida poco cambiará con el voto y que se trasladarán desde campamentos malsanos y kais (casas) de barro u hojalata a centros de votación, a ver qué pasa, gentes que han estado yendo, en el último tiempo, de carnavales a ceremonias religiosas en busca de pasatiempos y consuelos.
En un país donde murieron más de 200 mil personas en el terremoto, donde mueren 120 niños por cada mil antes de cumplir cinco años (115 más que en Cuba, que está al lado), donde el 80 por ciento es analfabeto, donde la cesantía es un mal crónico, donde el cólera y otras enfermedades evitables matan por miles, donde la expectativa de vida es de 50 años ( casi 30 años menos que en Chile), ¿por qué no puede un cantante estrafalario derrotar a una compuesta señorona que mucho conoce de la historia y los males de Haití pero no ha podido hacer algo para mitigarlos?
En Haití sólo se vota universalmente desde 1990. Y por medio de elecciones más o menos limpias sólo han llegado al gobierno dos dirigentes: Jean Bertrand Aristide (dos veces) y René Preval (dos veces). Sólo ha terminado su mandato (dos veces) René Preval.
Poco podemos desde aquí distinguir, pero Mirlande.Manigat se ha mostrado, entre otras cosas, partidaria de mantener en su país las tropas de Naciones Unidas, y ha invitado al ex Presidente Aristide (que debe volver al país el jueves 18 desde el exilio) a colaborar con ella en planes de educación. Como buena social-cristiana es cercana a los EEUU y a
Por su lado, Sweet Micky se ha mostrado más crítico de “la comunidad internacional”, aunque es casi un ciudadano norteamericano (vive buena parte del año en Palm Beach y hace sus negocios en EEUU y Canadá), y más cercano a Bebé Doc, ex dictador que hace poco volvió a su tierra, sin ser apresado.
¿Puede una candidata estar cerca, al mismo tiempo, de
¿Puede otro estar cerca, al mismo tiempo, del “cambio” y del tirano Bebé Doc?
Pero hace sólo cinco años, ¿alguien podría haber creído que a Haití volverían Bebé Doc, que fue derrocado en 1987, y Aristide, que fue obligado a partir el 2004 por Francia, EEUU y la anarquía, ahora que en Haití pesa más que nunca el poder de “la comunidad internacional” y el de los EEUU y Francia?
No es fácil prever el comportamiento de los pueblos. Y de los dirigentes. Y menos entender cómo operan los intereses de las grandes potencias en Haití.
Haití sigue siendo el país del creole (para que no lo entiendan los extranjeros), de los zombis, de las catástrofes y la alegría, de los carnavales y las plegarias al Bon Dieu, de las barricadas y el naif,. Y del baile y el canto, siempre. Tal vez por ello puede ser Sweet Micky. Para mostrarle el culo a todo el mundo.