Nadie le va a poder quitar en mérito a la Democracia Cristiana de ser el primer partido en realizar una elección primaria abierta y vinculante en todo el país para elegir a su candidato presidencial.
Aunque este proceso de consulta ciudadana retóricamente ha sido asumido por el conjunto de la política, lo cierto es que la mayoría de las colectividades se da maña para administrar esta consulta ciudadana. Quedó claro que en los propios falangistas, incluso, hubo quienes desestimaron o fueron abiertamente contrarios a este proceso del sábado pasado que convocara a más de 55 mil electores.
Más que el triunfo de Claudio Orrego sobre Ximena Rincón, el Partido Demócrata Cristiano demostró la voluntad de ser en sus empecinados contendientes, que opusieron resistencia y seguirán renuentes a la idea de que los candidatos presidenciales y al Parlamento sean definidos por las encuestas o los devaneos cupulares. Mientras algunos partidos y dirigentes desprecian la idea de debatir sobre programas de gobierno antes de nominar a sus abanderados, éstos jóvenes contrincantes se empecinaron en poner ideas por sobre las “fórmulas ganadoras” en el debate público y, muy por encima, de lo que se auguró, la respuesta de los militantes e independientes que concurrieron a apoyarlos fue contundente. Sobre todo si es que se considera la penosa convocatoria actual de los partidos, lo desacreditados que están sus representantes y esa arrolladora convicción que se tiene en cuanto a que la reelección de Michelle Bachelet es la mejor posibilidad de derrotar al oficialismo y restablecer en La Moneda a quienes la ocuparon por más de dos décadas.
Creemos que esta considerable concurrencia a las urnas alentará a Orrego a ofrecerle competencia a la candidata que sea estimado hasta “providencial” a la luz del alto respaldo popular que le asignan los sondeos. Una figura política cuya adhesión ha crecido en la ausencia del país y de la política activa y que, a juicio de algunos, no habría necesidad de exigirle definiciones programáticas o promesas electorales. En la creencia de que su silencio puede ser lo más convincente en su eventual triunfo y en ánimo, sin duda, de arribar con ella a los cargos y prebendas gubernamentales que se perdieron con la victoria de Sebastián Piñera de hace tres años.
Guste o no, el partido de Leighton, Tomic y de los Frei ha dado muestra de un vigor insospechado por la clase política en su conjunto y no sería extraño que en los próximos días sean muchos los que postulen la necesidad de que el candidato elegido por sus bases extienda su campaña hasta las mismas elecciones presidenciales de noviembre. Entendiendo, por lo demás, que la competencia abierta y transparente de un amplio número de aspirantes haría más democrático el proceso electoral. Por algo, se afirma, la Ley establece en mecanismo de segunda vuelta para dirimir entre las opciones más votadas en caso de que ningún postulante se imponga por mayoría absoluta.
En la feroz competencia entre los dos abanderados de la centro derecha, Laurence Golborne y Andrés Allamand, surgen las voces de quienes se resisten a optar por uno de ellos y no despejar en la primera vuelta presidencial, de cara al país entero, quién tiene más respaldo. Se cree, además, que la competencia de ambos durante la campaña parlamentaria podría mejorar las expectativas de los candidatos UDI y Renovación Nacional, afectados por la baja adhesión que las mismas encuestas le asignan al gobierno actual, como por la merma de apoyo que la centroderecha experimentó en los últimos comicios municipales.
Por otro lado, no escapará a la dirigencia de la D.C que en estos 55 mil votantes se expresó, también, la renuencia de no pocos a continuar en maridaje con socialistas, Pepedés y radicales, partidos que en su conjunto, limitan la posibilidad de que los demócrata cristianos puedan jugar un papel relevante en las decisiones y el cuoteo de cargos que seguiría a la elección de Michelle Bachelet. Más, todavía, si en este proceso se incorpora el Partido Comunista y otras expresiones que, de por sí, le producen urticaria a los líderes más bullados y conservadores de este Partido. El triunfo de Orrego, para colmo, enciende el ánimo de no pocos demócrata cristianos partidarios del “camino propio” o, incluso, de la búsqueda de una alianza de gobierno con Renovación Nacional. Partido con el cual la actual directiva DC ha experimentado coincidencias y empatías, en el común desagrado que ambas colectividades experimentan con sus propios aliados.
Simplemente se equivocan quienes piensan que las primarias concertacionistas constituirían un simple trámite para recuperar en algo la dignidad republicana de la política y para convencernos a todos de que la postulación de la Expresidenta es carrera ganada. Con estos resultados, como la eventual participación de otros postulantes, en esa consulta se constata que este evento puede ser más complejo, así como tentar a los partidos a “negociar” con más fuerza su apoyo e injerencia en su posible mandato. Ya se sabe, en todo caso, que el margen de maniobra o independencia de Michelle Bachelet quedaría nuevamente acotado por el duopolio político que volverá a imponerse en el Parlamento, gracias al escandaloso y antidemocrático sistema electoral binominal.
Toda la situación experimentada por esta primaria y otras proclamaciones, le abre a los sectores de izquierda el deber y la cierta posibilidad de definir un ideario común, así como un abanderado propio que se aboque de lleno a la competencia democrática y le ofrezca al país una alternativa distinta a la de quienes se han rotado en el Gobierno y perpetuado en el Poder Legislativo. Más allá de la atención que los medios de comunicación le asignan a estos procesos de consulta y a los pactos electoralistas, de lo que no hay duda es del descontento en general del pueblo con las opciones actuales. Así, aunque a veces aparezca muy ríspida la competencia entre candidatos y precandidatos, lo cierto en que en ellos no se manifiesta ruptura real con el sistema político y económico que nos rige. Del mismo modo que se soslaya la posibilidad de una Asamblea Constituyente, así como que de los actuales protagonistas de la política surjan las reformas educacionales, previsionales y de otro orden que los chilenos demandan y aguardan en este país ahora tan rico, pero cada vez más desigual.
Conviene no olvidarse de que en la última consulta ciudadana, más de un 60 por ciento decidió abstenerse. Tendencia que sigue expresándose en los sondeos de opinión pública, donde la mayoría de los encuestados mantiene pendiente su resolución. En efecto, los 55 mil concurrentes a las primarias demócrata cristianas son mucho más de lo esperado, pero ciertamente una migaja en el universo electoral de un país con más de 8 millones de potenciales sufragantes.