Ya que se va acabar el mundo, que su final comience donde nace el sufrimiento de muchos, para el regocijo enfermizo de unos pocos. Y que llegue hasta ahí.
Que sea un fin de mundo parcial, que ponga al malvado bajo el esplendor de las colisiones fulminantes; a los verdugos matadores de pobres, bajo el alud final; a los asesinos de niños, descuartizados por la oscilación definitiva; y junto a ellos, sus ingenios de muerte y destrucción.
Y que omita al inocente. Ya estaría bueno que le toque alguna vez.
Me inclino por un cataclismo amigo, que en su arranque deshaga en su relumbrar definitivo, toda el hambre y las pestes que azotan a los que nacieron bajo la sombra infame de la pobreza.
Y que sólo achicharre al poderoso que lo hizo posible. Y lo deshaga en átomos desperdigados.
De venir hoy, que el final sea un golpe letal que ponga al miserable de espaldas contra el muro de los pagos terrenales y lo ajusticie borrando la sombra de su paso por sobre la faz de la tierra calcinada.
Y que luego, venga el canto de la revancha en perfecta armonía.
Que un rayo fatal se lleve a los genocidas y los derrita hasta el último rincón de la memoria del mundo.
Y preserve al silvestre hijo de la tierra. Desde hace tanto que se espera por una calamidad que ponga las cosas en su lugar, que ya era hora.
Y todo aquel que haya usado la esperanza de los más desposeídos para levantar tronos dorados y celestiales con sus mentiras sagradas, que se apreste a caer al infierno oscuro de la muerte irredenta, para que se evapore por los siglos de los siglos.
Amen.