El último capítulo de la penúltima temporada de la serie #Los80 dejó a medio Chile con el corazón en la mano. Esta vez no fue la detención de Claudita a manos de la CNI, ni la presencia de un milico infiltrado en la familia quienes generaron conmoción en la audiencia. Ahora el epílogo lo protagonizó Juan Herrera estafado por su socio; un gordo pillo, despilfarrador, heredero de la fábrica que con tanto esfuerzo su turco padre había levantado junto al patriarca de la familia más popular de la TV chilena.
Este capítulo devela a la perfección la configuración de Chile en el segundo tiempo de la década ochentera. Por un lado, las fuerzas armadas continuaban torturando y asesinando a miles de compatriotas. Por el otro, un modelo económico comenzaba a fraguarse a punta de estafa y corrupción.
Y así fue como el esfuerzo de 20 años del señor Herrera, chileno de clase media, cristiano, buen padre, gran marido, ejemplar ciudadano y pagador al día, se fue a la mierda de un paraguazo. Bastó con que apareciera el socio bribón incendiando la fábrica, cobrando el seguro y quedándose con todo el dinero a través del robo de un vil cheque que luego fue cobrado por caja. Ese bribón de seguro se marchó del país, invirtió en mercado de capitales y compró terrenos para construir modernas y acreditadas universidades.
No podemos dejar de reconocer y agradecer el agudo mensaje enviado por el director y guionista de esta taquillera serie transmitida por el canal de Luksic. En los ochenta fue donde los actuales dueños de retail, medios de comunicación, bancos, electricidad, isapres, AFPs , clubes de fútbol y hasta el mismísimo Presidente de la República, se hicieron ricos. Fue en la década de las barricadas y las trovas, donde unas 400 empresas públicas pasaron con dudosos procedimientos a manos de los asesores y funcionarios más cercanos a Pinochet. Hay casos emblemáticos como el de José Yuraszseck, quien mutó de funcionario público (de la compañía chilena de electricidad) a zar de la energía nacional. Súmese también el yerno de Pinochet, Julio Ponce Lerou y su ascendente carrera en SQM. Hay otros casos ochenteros, muchos de ellos no han sido lo suficientemente investigados, como el de Sebastián Piñera y el banco de Talca o Álvaro Saieh y La Tercera (diario comprado al banco del estado a ínfimo valor)
Por eso, cuando economistas internacionales y funcionarios del FMI, en foros y seminarios se pregunten y debatan sobre las claves del exitoso modelo chileno, recomiéndenles ver y exhibir la quinta temporada de #Los80. Así fue como se construyó el jaguar: a sangre y robo. La sangre de miles de chilenos a cambio del orden social requerido por Milton Friedman y Jaime Guzmán. La sangre que despejó el camino para que un grupo de bribones, terminaran comprando las cientos de empresas estatales rematadas por ministros de la época a precio de huevo. En la mayoría de los casos, ni siquiera hubo que provocar incendios o fingir catástrofes.
Hoy los bribones se jactan de sus emprendimientos, dictan cátedras, escriben columnas y hasta seducen a meritócratas cientistas políticos para que elaboren tesis sobre las grandes alamedas económicas de Pinochet. Lo cierto es que sus fortunas, en la mayoría de los casos, provienen de esos $ 15 millones robados a Juan Herrera. Las fortunas que hoy mueven mercados internos, nacen de la truculencia otrora cautelada por milicos, quienes siguieron a pie de letra los manuales de Chicago Boys, esos que recomendaban llenar embalses privados con capital estatal, para que luego gotearan al ritmo de los herederos ideológicos de la dictadura.
Ya lo decía la viejita que esperaba el socialismo “No hay fortuna que se haya hecho sin estafa”. El modelo chileno nace gracias a los ahorros robados a Juan Herrera.
De seguro la siguiente y última temporada de Los 80 mostrará a Juan Herrera con trabajo de medio tiempo, vendiendo seguros o manejando un taxi. Lo más probable es que Juan Herrera vote por el NO y celebre el regreso a la democracia. Es posible que a Juan se le cambie de sistema previsional y termine en las garras fraudulentas de AFPs.
No es de extrañar si un domingo por la noche, Juan Herrera, sentado en el living de su casa, junto a su numerosa familia, programa Tolerancia 0 y ve al gordo estafador, ese que robó su futuro , como panelista invitado , hablando sobre ética, macroeconomía y sonriendo junto al resto del panel.
Por Cristian Zúñiga
@planetazuniga